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Creo que así se llama el examen que realizan ahora los estudiantes al culminar el bachillerato. Se puede traducir como “prueba de acceso a la Universidad”. A lo largo de los años, este proceso ha ido cambiado de nombre. Desde aquel lejano “preuniversitario” de mi juventud ha pasado por el COU, la selectividad y algún otro nombre. Cada nuevo ministro, un nuevo plan de estudios bajo el brazo.
En estas fechas podemos contemplar, en las diversas cadenas televisivas, extensos reportajes sobre el camino hacía el Rocío que culmina el domingo de Pentecostés. Por otra parte, a lo largo de todo el año, riadas de peregrinos se encaminan, desde muchas partes y por diversas rutas, en dirección a Compostela a fin de acercarse a la tumba del Apóstol.
Santa Teresa de Calcuta pronunció una frase que siempre me ha impactado. Surge a requerimientos de un entrevistador, que se interesó por la importancia o intrascendencia de su labor, ella contestó: “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si faltara una gota”.
Soy un fanático admirador de la inteligencia y la capacidad de transmisión de aquellos seres privilegiados, a los que me gustaría parecerme. Aunque fuera un poco. Por eso cuando me enfrento a mentes tan claras, tan ordenadas y con una memoria impagable, como manifiesta el Sr. González, no me queda más remedio que añorar su presencia activa en la política actual.
A lo largo de la tarde de ayer mi mente entró en una especie de caos, producto de una sintonía entre lo que veía y lo que sentía en mi interior. En las pantallas televisivas se podía ver una reedición de la entrada de Jesús en Jerusalén.
Creo que todos compartirán conmigo la buena noticia de hoy. Celebramos sus primeros veinticinco años como alcalde de Málaga. Aquellos que gozamos de una avanzada edad, tenemos la suerte de haber vivido en directo una gran parte de la historia contemporánea. Personalmente he vivido de cerca la trayectoria de nuestro primer regidor desde que ambos, ¡ay!, éramos jóvenes.
Estamos acostumbrados a ver estos vehículos en las grandes solemnidades, alfombras rojas y bodas de alcurnia. A lo largo del mes de mayo también las podemos encontrar en la puerta de modestas parroquias de barrio y, posteriormente, en los alrededores de ventas y restaurantes domingueros. Se trata de utilizarlas como medio de transporte para la primera comunión de tiernos infantes de ocho años.
Los historiadores no dan visos de realidad a este hecho. Le consideran como una leyenda popular engordada por su aparición en la “Historia de España” de Alfonso X el Sabio. Sea verdad o no, esta epopeya se ha mantenido en el acervo popular a lo largo de los siglos.
La Semana Santa de Málaga está repleta de momentos extraordinarios que consiguen transmitir a los espectadores una vivencia especial, casi milagrosa. Uno de ellos es el momento en que la imagen del Señor del Paso, delante de la tribuna principal, se vuelve hacia el pueblo y le bendice. Una bendición que hemos recibido desde hace más de 400 años los malagueños que nos hemos arracimado en la plaza central de nuestra ciudad.
Cualquier tipo de hecho, delictivo o no, es calificado y juzgado inmediatamente por los medios de difusión, las redes sociales y la opinión pública. Todo ello antes de pasar por un proceso judicial. En esta Semana Santa estamos recordando uno de los primeros juicios públicos de los que se tiene registro documental. El proceso a Jesús de Nazaret.
El “Caronia” era un trasatlántico que visitó en diversas ocasiones el puerto de Málaga a lo largo de los años 50 y 60. La llegada de un buque de esas dimensiones, era todo un acontecimiento. Coches de caballos, restaurantes, tiendas, “pimpis” (guías aficionados de turismo que cobraban un porcentaje de los establecimientos a los que llevaban a los visitantes foráneos), restaurantes, bares y tiendas de souvenirs, se aprestaban a hacer el “agosto” en plena primavera.
Parece ser que se cierne sobre nuestras cabezas una seria amenaza bélica.Para contrarrestar la misma, los distintos gobiernos están poniendo en marcha una serie de medidas defensivas y ofensivas. No lo tengo muy claro. Ni ellos tampoco. Cada país esgrime sus argumentos que, según ellos, son los mejores. “Totalmente irrebatibles”… hasta dentro de un rato, que diremos otra cosa.
A mi provecta edad me muevo muy poco por las grandes superficies y los supermercados. Durante mi infancia y mi juventud fui un cliente habitual que hacía “mandados” en aquellas tiendas de comestibles que tenían en la puerta una barrica de arencas, dispensaban los medios litros de aceite con una especie de surtidor de gasolina en miniatura y envolvían las compras en un papel de estraza.
Van a cumplirse veinte años desde que tuve la oportunidad de hacer un viaje que marcó para siempre mi vida. Una de las excursiones que realizamos en aquel viaje a Tierra Santa en el año 2006, nos permitió subir al monte Tabor, lugar donde se transfiguró Jesús según se recoge en el Evangelio de San Lucas. Este texto se proclama este domingo en todas las Eucaristías.
Cada día veo más necesaria la puesta en práctica de la moraleja que se desprende de esta fábula.Sabemos que las fábulas son dichos cortos que pretenden transmitir una enseñanza moral, basándose en actos y actitudes de los animales fácilmente asimilables a los seres humanos. En este caso el fabulista escenificaba las vicisitudes de dos burros que se encontraban atados entre sí.
Las gentes de la posguerra, entre los que me encuentro, teníamos un pobre conocimiento del sentir andaluz. Vivíamos en medio de la exaltación de España especialmente como “una”. A lo largo de los años, este concepto ha ido cambiando progresivamente. Pronto empezamos a descubrir cómo otras regiones comenzaban a sacar la cabeza y a considerarse superiores a los demás. Una tendencia geográficamente dirigida de norte a sur. Los andaluces también teníamos derecho.
Durante una temporada estuve realizando un programa de radio con este título. En el mismo pretendíamos acercar al gran público la labor del Teléfono de la Esperanza de Málaga. Una institución que se puso en marcha en el año 1976 y a la que tuve el honor y la suerte de servir desde su fundación.
“Sigo sin saber nada, pero por lo menos lo disimulo mejor”. Me he encontrado esta frase en boca de Cortés, un antiguo carnicero y aprendiz de historiador. Uno de los personajes secundarios de una novela de Javier Cercas, que he releído en estos días de vacaciones.
Ahondando en el pasado de la humanidad, podemos comprobar cómo, desde siempre, las distintas civilizaciones han vivido en la esperanza de otra vida después de la muerte. Por ello han procurado ofrecer a sus difuntos un habitad confortable, al que han rodeado de ese “ajuar” consistente en armas, alimentos, animales de compañía, joyas, ropajes, etc., que les hiciera más llevadero el paso por la “otra vida”.
En estos días, copan los noticiarios de todas las cadenas y las páginas de los periódicos, los avatares de los políticos, que, entre otras decisiones, pasan de un ómnibus a un microbús sin solución de continuidad; o se ceban en la desgracia de una familia investigada por un posible maltrato de un bebé. Personalmente he renunciado a todo tipo de comentarios sobre estos temas.
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