Mi buena noticia de hoy me hace recuperar mi actual pobre opinión sobre el ser humano. El hecho no tiene nada que ver con la película del mismo título del 1939. Me viene inspirada por un acto, poco común, que pude presenciar anoche en un programa de televisión. Me refiero al veterano “Tierra de talento” de Canal Sur. Un “talent show” al que acuden artistas novatos o muy veteranos, buscando la gloria, el reconocimiento, la promoción y, por qué no, algún contrato.
El programa de ayer discurría por los cauces normales. Una serie de intervinientes habían logrado su pase a la fase final del concurso. Otros dos estaban pendientes de la selección de uno de ellos para integrarse también en la gala final. El jurado tomo una opción por una veterana y excelente cantaora sevillana: Inma “La carbonera”.
Ahí surge la buena noticia. Inma cede su puesto a la otra aspirante a llegar a la final. Se trata de Laura Diepstrapen, una joven almeriense de 18 años con una preciosa voz y una dificultad añadida para moverse por el escenario; es invidente.
Todos los espectadores y, sobre todo, el jurado, nos sentimos zarandeados por el detalle. Inma lo explicó con sencillez: “su juventud merece una oportunidad como esta”.
Creo que Inma “la carbonera” ha obtenido el mejor galardón al que aspira el ser humano. El de sentirse feliz por dar algo muy importante a cambio de nada. Aunque no llegue a la final Inma es la ganadora virtual de Tierra de Talento. Espero que así lo determine el alma Mater del programa: Manu Sánchez. A ese no se le escapa una.
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