En estas fechas podemos contemplar, en las diversas cadenas televisivas, extensos reportajes sobre el camino hacía el Rocío que culmina el domingo de Pentecostés. Por otra parte, a lo largo de todo el año, riadas de peregrinos se encaminan, desde muchas partes y por diversas rutas, en dirección a Compostela a fin de acercarse a la tumba del Apóstol. Además, este año Santo todos los caminos se dirigen a Roma. (Estos son los auténticos romeros).
En otros países se celebran otra serie de “caminos” más laicos que sirven como excusa para tomar “carretera y manta”. Nos encontramos con la famosa ruta 66 norteamericana o la vieja ruta de la seda de Marco Polo.
Creo que la llegada al destino no es la motivación más importante para realizar estos caminos. Una vez llegado a la meta, se diluye la magia del viaje, con toda la fuerza que este lleva consigo. Solo queda la satisfacción del empeño superado y la necesidad de encontrar rápidamente otro reto que cubra nuestros deseos de afrontar nuevas experiencias.
La vida en sí es caminar hacia el futuro. Unas veces con paso firme y otras deambulando casi sin rumbo. Todo ello en la búsqueda de conseguir un ideal que es el palo mayor del que colgamos nuestras ilusiones. Un ideal que se nos queda pequeño en el momento en que lo logramos. A lo largo de nuestra vida hemos conseguido formarnos, enamorarnos, crear una familia, tener bienes, efectuar viajes… Pero siempre hay algo que pensamos que nos gustaría hacer. La buena noticia de hoy esque la mayoría de los ideales que nos impelen a tomar un camino son fácilmente realizables. Si queremos visitar a la Virgen, no es necesario que vayamos el domingo de Pentecostés, a caballo o en una carriola, rodeados de gente, a la aldea del Rocío. También lo podemos hacer a lo largo del año en nuestro modesto utilitario con nuestra familia. O a Compostela. Basta con que nos conectemos por Internet con páginas que describen el camino de Santiago mejor que sí lo viéramos en directo. Y si no, una visita a cualquier templo donde podemos conectar con Jesús, con María y con toda la corte celestial.
Creo que es muy importante que vivamos y caminemos a base de ilusiones. No consiste en tener o ser más que nadie. Lo importante es ser cada día más tú mismo. La meta –bastante asequible- es ser feliz. Dentro de lo que cabe. De todos los caminos se desprende una enseñanza. Del Rocío y de Compostela una sintonía con el mensaje de la Madre de Dios y de su apóstol. Intentar ser mejor persona.
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