A lo largo de la tarde de ayer mi mente entró en una especie de caos, producto de una sintonía entre lo que veía y lo que sentía en mi interior. En las pantallas televisivas se podía ver una reedición de la entrada de Jesús en Jerusalén. En este caso en Roma y acompañado por su Madre. No todos los presentes comprendían lo que estaba sucediendo. Tan solo una parte de los espectadores, especialmente los andaluces, entendían lo que pasaba.
A través de una máquina del tiempo se había vuelto a un Jueves Santo malagueño. El escenario había pasado del Pasillo de Santo Domingo de mi infancia, al viejo foro romano. Las ruinas de los edificios que vieron pasar victoriosos a lo césares, asistieron atónitos a la presencia de una multitud de cristianos que seguían arrobados a unas imágenes en unos tronos majestuosos.
La manifestación de fervor fue creciendo paulatinamente y las calzadas romanas se convirtieron en otra Carretería, donde miles de personas “cangrejeaban” ante las imágenes. Málaga había tomado Roma sin violencia. Se escuchaban oles, vivas y saetas como si estuviéramos en la “tribuna de los pobres”.
A lo largo de la tarde mis ojos han estado “acuosos” y llenos de recuerdos. Mis padres casándose ante la Virgen, mis veinticinco años portando el trono de la Esperanza en el primer varal de la derecha, mi madre que descansa a escasos metros del camarín de la Virgen y todos los “esperancistas” con los que he convivido y ya se encuentran con el Padre. Por otra parte, mi hijo Jesús tomando mi relevo y llevando el trono.
La procesión andaluza de ayer en Roma es una buena noticia para todos. Pero no debemos olvidar que se trata de un acto más del Jubileo del año 2025. Una especie de renovación del compromiso cristiano, que no se puede quedar en otra entrada gloriosa en Jerusalén. Hay que seguir acompañando a Jesús y a María a lo largo de toda la vida en el camino de la paz y la solidaridad. Hacer presente su mensaje en nuestras vidas.
Creo firmemente en que estos maravillosos actos, en los que se han involucrado a fondo muchas instituciones y malagueños de a pie, han calado firmemente en muchos de nosotros. A Roma han acudido miles de andaluces a vivir esta maravillosa tarde que perdurará en el recuerdo. Pido a Dios que ese espíritu de hermandad y de amor fraterno se conserve en todos nosotros para siempre. Esa es nuestra Esperanza.
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