La programación de Canal Sur se interrumpió la noche del viernes para dar una estremecedora noticia. La Mezquita-Catedral de Córdoba estaba ardiendo. Inmediatamente vinieron a nuestra memoria las imágenes de Notre Dame convertida en una gran antorcha. La Mezquita cordobesa, hoy convertida en Catedral, ha prestado cobijo a una serie de culturas y de religiones que han ido dejando su impronta en sus paredes y torres. Desde ellas se ha llamado a la oración por el almuecín o desde las campanas. Siempre ha sido lugar de encuentro. Desde tiempo inmemorial las diversas religiones han servido de excusa para enfrentar a los pueblos. Unas diferencias alimentadas y engrandecidas por aquellos que calientan a las masas desde sus poltronas llenas de poder y de privilegios. Nada que ver con los mensajes recibidos de un Dios que nos habla de respeto y hermandad. En nuestra Andalucía han convivido las tres culturas, hasta que a algún preboste se le hayan cruzado los cables y haya decidido que los míos son mejores que los tuyos. El incendio en el techo de la Mezquita de Córdoba es un paradigma del fuego que brota por diversas partes del mundo, alimentado por aquellos incendiarios que detentan el dinero, el poder y el prestigio. Lo contemplan retrepados en su “verdad” que no es otra que el culto al egoísmo. La buena noticia de hoy me la proporciona la eficaz intervención de los bomberos cordobeses, que han evitado la destrucción de uno de los mejores legados que han dejado en nuestro mundo un lugar de oración único. Por otra parte admiro la valentía del párroco de Valdepeñas, que en su homilía dominical, ha puesto bien clarito la manera de atender a los inmigrantes de una forma correcta. Me ha hecho recordar la situación de los miles de españoles que emigraron al resto de Europa en los 70. También tuvieron que sufrir situaciones similares a las que se producen desgraciadamente en algunas partes de España. Los hombres de buena voluntad deberíamos de preocuparnos por encontrar un techo común para todos. Sin distinción de colores, de credos ni de razas. Pero siempre hay alguien que crea o alimenta un incendio; que nos impide vivir en paz y armonía. Como verán me muevo en el mundo de la utopía. Algo es algo.
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