Creo que así se llama el examen que realizan ahora los estudiantes al culminar el bachillerato. Se puede traducir como “prueba de acceso a la Universidad”. A lo largo de los años, este proceso ha ido cambiado de nombre. Desde aquel lejano “preuniversitario” de mi juventud ha pasado por el COU, la selectividad y algún otro nombre. Cada nuevo ministro, un nuevo plan de estudios bajo el brazo.
Yo considero el PAU como un paso a la mayoría de edad en lo referente a la formación académica. De unos estudios generales sin un fin específico, a una apuesta seria por la formación especializada, que configurará el porvenir de aquellos que, al mismo tiempo, adquieren la mayoría de edad civil.
Se encuentran con un hándicap. No recuerdo una etapa más convulsa en todos los aspectos, que la que estamos viviendo ahora. Durante los últimos ochenta años, en los que se ha desarrollado mi vida, no nos hemos visto rodeados de una situación más complicada. La política interior hecha unos zorros, guerras abiertas en distintas partes del globo, hambrunas, gobierno de las grandes potencias en manos de visionarios alienados, emigración, trabajo, viviendas…Todo un cúmulo de problemas que se oculta tras una aparente situación de “bienestar”.
La buena noticia de hoy me la envían esos miles de jóvenes que han pasado en esta semana de adolescentes a mayores, tanto en el carnet de identidad como en su formación académica. Una juventud bastante menos politizada que la mía y con un futuro más esperanzador. Una juventud con menos prejuicios y más medios. Con la posibilidad de mejorar este mundo que les dejamos, tras el evidente fracaso de nuestra generación. Más preocupada del tener que del ser.
Apuesto por esos jóvenes, procedentes del bachillerato o de la formación profesional, que en estos días reciben su primera graduación trascendental de su vida. Confío en ellos.
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