A lo largo de la vida se asiste a muchos cumpleaños. Pero pocas veces al de una mujer que acaba de cumplir noventa y ocho.
Santa Teresa de Calcuta pronunció una frase que siempre me ha impactado. Surge a requerimientos de un entrevistador, que se interesó por la importancia o intrascendencia de su labor, ella contestó: “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si faltara una gota”.
Ayer recordaba esta sentencia mientras asistía (analizando su contenido, como siempre), a la celebración de los primeros 98 años de una mujer sencilla, nacida en la república, con una adolescencia vivida en plena guerra y una larga y fructífera vida, en la que ha sido madre de cuatro hijos, abuela de casi veinte nietos y bisabuela de casi cuarenta.
Una vida común llena de alegrías y tristezas, fallecimientos y llegadas al mundo, bodas, divorcios, comuniones, confirmaciones, disputas y encuentros. Una vida corriente. Pero una gota de agua, sin la cual el mar sería menos. La vidade Encarnación ha servido de correa de transmisión entre cuatro o cinco generaciones. Sin ella no servirían a la sociedad, médicos, maestros, directores de banca, profesionales de todo tipo, etc. Y muchas madres de familia que, a su ejemplo, han dedicado su vida a cuidar de los suyos. Dejó de conducir a los 86 años por que la obligamos. Cada día dedica mucho tiempo a tejer mantas y prendas de punto para todos los que la rodeamos. (Ya no sabemos que hacer con ellas). Se zampa todos los folletines turcos de la tele. (No se entera de la mitad, pero persiste).
Mi buena noticia de hoy (creo que la considero buena noticia por segunda vez) se basa en nuestra casi centenaria Encarnación Martín, mi suegra. Convive con nosotros desde antes de la pandemia y es el tótem sagrado al que se acercan todos cuantos pasan por mi casa.
Sé que quizás esta noticia es intrascendente para muchos. Pero no así para el medio centenar de hijos, nietos y bisnietos que, llegados de todas partes, nos reunimos ayer a su alrededor. En este caso la gota se transformo en un pequeño lago familiar pleno de emociones.
Perdonen esta reflexión personal. Dicen los teóricos de la comunicación que debemos suprimir de nuestros escritos los testimonios personales. Pero de lo que abunda en el corazón, habla la boca. Yo de mayor quiero ser como Encarna.
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