
Creo que todos compartirán conmigo la buena noticia de hoy. Celebramos sus primeros veinticinco años como alcalde de Málaga.
Aquellos que gozamos de una avanzada edad, tenemos la suerte de haber vivido en directo una gran parte de la historia contemporánea. Personalmente he vivido de cerca la trayectoria de nuestro primer regidor desde que ambos, ¡Ay!, éramos jóvenes.
Don Francisco de la Torre Prados es algo mayor que yo, aproximadamente tres años. Cuando yo me enfrentaba a una nueva profesión y a la vida como padre de familia, él ya se hacía cargo de la Diputación de Málaga. Posteriormente, diversas circunstancias me permitieron acercarme a su figura política y personal.
Colaboré con él en las primeras elecciones de 1977, embarcados en el proyecto de la UCD. Algunos viajes en un taxi suicida que nos desplazaba a los mítines, me permitieron comprobar como conocía a fondo la provincia malagueña. Desde un pequeño despacho de Paco Villodres colaboré ilusionadamente en el control de apoderados de aquellos comicios. Una “aventura” entusiasmante a mis 32 años. Después volví a mi curro habitual.
Aun tuve algún contacto con él posteriormente cuando ya era diputado en Madrid y, también, durante la génesis de la fracasada “operación Roca”. A partir de entonces desapareció de la primera línea política en una especie de paso por el “desierto”, hasta su llegada a la Alcaldía malacitana.
Desde el año 2000, en que fue nombrado alcalde, Málaga ha cambiado de la noche al día. Ciertamente con el esfuerzo de todos los malagueños. Pero no me negarán que el “capataz” ha sabido convertir una ciudad decimonónica en una urbe moderna, adelantada en la cultura y la investigación, pero sin perder su sabor andaluz y tradicional.
Personalmente no me queda más remedio que quedarle muy agradecido. Siempre que lo he necesitado me ha atendido con eficacia y prontitud. Mis peticiones siempre han sido para resolver temas relacionados con “el biberódromo”, un centro de atención a niños de 0 a 24 meses. Ha estado en la inauguración de nuestros dos locales y acude a nuestro stand cada vez que lo abrimos al público. Me consta que nos tiene muy presentes. Jamás me ha negado una entrevista para mis trabajos en radio o televisión. Considero que me honra con su sincera amistad.
Paco de la Torre no es un político de fotos ni de tiempos electorales. Él es un currante de 24 horas diarias que comparte las alegrías y los problemas, las celebraciones y los sufrimientos de todos los malagueños y en todos los momentos.
Siempre que se habla de Paco de la Torre se difunde una buena noticia para todos los malagueños. Es de justicia reflejarlo.
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