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El término proviene del personaje mitológico Narciso, en griego, Nárkissos, un joven de extraordinaria belleza. Según la leyenda, especialmente en la versión de Ovidio, en sus Metamorfosis, Narciso despreciaba a quienes se enamoraban de él. Como castigo, los dioses lo hicieron enamorarse de su propio reflejo en el agua. Incapaz de separarse de su imagen, terminó muriendo por hambre, desesperación o suicidio y en el lugar donde cayó creció la flor del narciso.
Vivimos en un mundo hiperconectado, pero paradójicamente cada vez más polarizado. Las redes sociales, los entornos laborales, incluso las comunidades de vecinos se convierten en escenarios donde los malentendidos y las tensiones florecen con facilidad.
Los centros de día dedicados a la salud mental cumplen un papel esencial en el acompañamiento terapéutico de personas que atraviesan situaciones complejas, como trastornos del estado de ánimo, ansiedad, psicosis o procesos de rehabilitación. Son espacios ambulatorios que funcionan como alternativa o complemento a la hospitalización.
Cuando alguien consulta por “ansiedad”, el clínico necesita un marco que le ayude a separar la alarma adaptativa de un problema que exige intervención. Ese marco lo proporciona el DSM-5, el manual diagnóstico que utilizan psiquiatras y psicólogos de todo el mundo.
Realmente, el proceso de individuación, "convertirse en persona", es complejo, es un viaje intrapsíquico, sociocultural de aprendizaje continuo en interdependencia global. Es casi imposible dar respuestas únicas, las variables multicausales abundan y las teorías diversas tratan de abordar la complejidad humana o simplicidad humana.
La ansiedad es una emoción básica que ha acompañado al ser humano a lo largo de su evolución. Desde un punto de vista adaptativo, la ansiedad ha sido una verdadera aliada para la supervivencia. Gracias a ella, nuestros antepasados podían anticiparse al peligro, activar sus recursos para luchar o huir, y protegerse de amenazas inminentes.
Aunque parezca increíble hay familiares tóxicos, lo mismo que hay personas tóxicas extrarradios de la familia que hacen la vida imposible a aquel o aquella en quienes ellos, los tóxicos, se fijen. Tanto mayor la cercanía y parentesco o afinidad de las personas, cuanto más dolor experimenta la víctima tras sus actuaciones. Es una forma de acoso como otras. Lidiar con una madre tóxica es una experiencia profundamente dolorosa y complicada.
La sociedad, tal y como la conocemos, nos obliga a avanzar acorde a unos estándares que debemos haber alcanzado cuando llegamos a unas etapas vitales. Nos recomiendan qué debemos hacer en todo momento y, en caso de que no lo consigamos, surge cierta frustración o decepción con uno mismo. La tecnología tiene una vertiente muy cruel que puede ayudar a ese sentimiento de insatisfacción.
En el tratamiento de la ansiedad y la depresión, resulta crucial distinguir entre intervenciones que promueven un cambio profundo y aquellas que, si bien pueden aliviar los síntomas a corto plazo, no abordan las raíces del sufrimiento emocional.
Este artículo analizará las características inherentes a la psicología de la comunicación con adolescentes durante el crecimiento, cómo afectan a la interacción intergeneracional y qué métodos y enfoques son los más eficaces para establecer un diálogo eficaz y constructivo.
En este artículo, analizaremos en detalle las principales etapas del duelo desde la perspectiva de la psicoterapia moderna: desde el shock y la negación, pasando por la ira y la negociación, hasta la depresión y, finalmente, la aceptación de la pérdida. Analizaremos la importancia de cada etapa, los procesos psicológicos que ocurren en ella y cómo puedes apoyarte a ti mismo o a un ser querido en este estado
La depresión no tiene una única causa. En su origen y evolución intervienen múltiples factores que se interrelacionan entre sí. Por ello, el modelo más aceptado actualmente para comprender este trastorno es el modelo biopsicosocial, que reconoce la interacción dinámica entre aspectos biológicos, psicológicos y sociales en el desarrollo y mantenimiento de la enfermedad.
Hay personas que se levantan cada día buscando desafíos, adrenalina, retos que activarían cualquier sistema de recompensa. Otras, sin embargo, viven atrapadas en una forma más insidiosa de activación: una búsqueda inconsciente de cortisol, de angustia conocida, de problemas por anticipar. Como si necesitaran una dosis diaria de preocupación, de fracaso o de dolor emocional para sentirse “en casa”.
Carl Gustav Jung (1875–1961) fue un influyente psiquiatra y psicólogo suizo, considerado uno de los padres de la psicología profunda. Fue el fundador de la psicología analítica. A diferencia de Sigmund Freud —con quien colaboró inicialmente, pero de quien se separó por diferencias teóricas—, Jung dio gran importancia a la espiritualidad.
El capítulo 10 del libro "Sentirse bien", del psiquiatra David D. Burns, lleva un título tan breve como decisivo: “La causa de todo”. Y no es una exageración. En pocas páginas, el autor condensa la raíz del sufrimiento emocional disfuncional, más allá de los síntomas o circunstancias dolorosas que lo detonan. El mensaje es claro: no es lo que vives, sino cómo lo piensas.
Muchas personas que han pasado por una depresión describen con alivio el momento en que todo empieza a mejorar: el ánimo sube, la motivación regresa, la mente parece más clara. Sin embargo, no son pocos los casos en que, meses después, sin una razón clara, la depresión vuelve.
Muchas personas que han pasado por una depresión lo saben: no basta con sentirse mejor durante unas semanas o unos meses. La recaída no siempre llega por un nuevo golpe externo, sino porque algo en el interior no ha cambiado del todo. Una idea, una creencia, una exigencia... que sigue allí, operando en silencio.
Vivimos tiempos de incertidumbre. A veces, a nivel personal: pérdidas, rupturas, enfermedades. Otras veces, como hemos vivido recientemente, la sacudida es colectiva: crisis sanitarias, sociales, económicas. Son momentos en los que la vida, imprevistamente, nos saca de nuestra zona de confort. Y con ello, nos lanza a una pregunta fundamental: ¿quién soy cuando ya no puedo controlar lo que me rodea?
Durante décadas, la psicología cognitiva ha defendido una idea poderosa y sencilla: lo que pensamos determina cómo nos sentimos. Esta premisa, que ha dado origen a terapias tan efectivas como la cognitivo-conductual, ha ayudado a miles de personas a enfrentar la depresión, la ansiedad o los estados de ánimo negativos. Pero, como toda idea fuerte, también necesita matices.
Muchas personas cargan con una presión invisible: la de ser queridas a toda costa. Se visten con una máscara de perfección —amables, sonrientes, eficientes, jóvenes, atractivas, disponibles— porque en algún momento aprendieron que solo así serían valoradas. No es vanidad, ni ego, es miedo. Miedo al rechazo, al abandono, a no ser suficientes.
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