Muchas personas que han pasado por una depresión describen con alivio el momento en que todo empieza a mejorar: el ánimo sube, la motivación regresa, la mente parece más clara. Sin embargo, no son pocos los casos en que, meses después, sin una razón clara, la depresión vuelve.
Y entonces surge la pregunta inquietante: ¿Por qué recaigo si ya estaba bien?

El psiquiatra David D. Burns, autor del célebre libro Sentirse bien, ofrece una explicación tan simple como profunda: cuando los síntomas desaparecen, puede quedar un “residuo invisible”. No hablamos de tristeza o ansiedad evidentes. Hablamos de algo más sutil: creencias disfuncionales que siguen activas en el fondo de nuestra mente, y que se reactivan en cuanto algo nos hiere o desafía.
Estas creencias, aprendidas muchas veces en la infancia o reforzadas por la cultura, actúan como filtros que distorsionan la realidad y alimentan el malestar emocional. Según Burns, estas son las siete áreas más frecuentes en las que nos volvemos vulnerables:
1. Aprobación "Necesito que me acepten para tener valor." Cuando el juicio de los demás se convierte en la medida de nuestro valor, cualquier crítica o indiferencia puede herir como un rechazo vital.
2. Amor "Si no me quieren, no soy nada." Confundir afecto con identidad lleva a vínculos dependientes y a una autoestima frágil, que se tambalea si el amor no está.
3. Éxito "Mi valor depende de mis logros." El logro es importante, pero si creemos que solo valemos cuando triunfamos, cada error puede convertirse en una condena.
4. Perfección "Si me equivoco, soy un fracaso." Esta trampa convierte cada fallo en una humillación, y cada logro, en insuficiente. Vivir así es agotador.
5. Expectativas rígidas "Merezco todo lo que deseo." Cuando confundimos deseos con derechos absolutos, el mundo nos decepciona constantemente… y crece la frustración.
6. Omnipotencia "Todo lo malo es culpa mía." Una autoexigencia extrema lleva a asumir responsabilidades que no nos corresponden, generando culpa tóxica y desgaste emocional.
7. Autonomía emocional "Solo seré feliz si los demás están bien." La empatía mal entendida nos hace dependientes del bienestar ajeno, olvidando que nuestra paz también importa.
Estas actitudes no suelen ser conscientes. Funcionan como un guion interno silencioso, que se activa especialmente en situaciones de estrés, rechazo o pérdida. Por eso, incluso si "nos sentíamos bien", basta un pequeño detonante para que ese guion retome el control… y arrastre consigo de nuevo a la depresión.
La buena noticia
Estas creencias se pueden identificar, cuestionar y transformar. Herramientas como la Escala de Actitudes Disfuncionales (EAD) ayudan a detectarlas. Y la práctica constante de una nueva forma de pensar —más realista, compasiva y flexible— permite escribir un nuevo guion vital.
Como dice el propio David D. Burns: “No basta con sentirse mejor. Hay que aprender a estar mejor”.
Ese es el camino: entenderse mejor, hablarse con más amabilidad y vivir con menos miedo a fallar. Porque prevenir una recaída empieza por transformar lo que nos decimos… incluso cuando creemos que ya estamos bien.
|