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¿Qué provoca realmente la depresión y cómo evitar que vuelva?
El capítulo 10 del libro Sentirse bien, del psiquiatra David D. Burns, lleva un título tan breve como decisivo: “La causa de todo”. Y no es una exageración. En pocas páginas, el autor condensa la raíz del sufrimiento emocional disfuncional, más allá de los síntomas o circunstancias dolorosas que lo detonan. El mensaje es claro: no es lo que vives, sino cómo lo piensas.
La trampa del “ya estoy bien”
Tras superar un episodio depresivo, muchas personas se sienten liberadas. Recobran la energía, la autoestima, la claridad. Algunos incluso se sienten “mejor que nunca”. Esta euforia puede ser tan intensa que lleva a creer que la depresión “no volverá jamás”.
Pero Burns advierte: aunque los síntomas desaparezcan, puede quedar un residuo invisible. Un sistema de pensamiento todavía distorsionado que no ha sido corregido del todo. Ese residuo es tierra fértil para futuras recaídas si no se trabaja conscientemente.
La distorsión, no la realidad
Según el enfoque cognitivo, la causa real de la depresión no son los hechos, sino las interpretaciones distorsionadas que hacemos de ellos. Estos pensamientos automáticos, erróneos y rígidos alteran nuestra percepción de la realidad. Algunas de las distorsiones más comunes son:
- Conclusiones apresuradas: sacar juicios sin pruebas. Ejemplo: “Seguro piensan mal de mí”.
- Magnificación o minimización: exagerar los errores y minimizar los logros. Ejemplo: “Todo me sale mal”.
- Razonamiento emocional: creer que lo que uno siente define la realidad. Ejemplo: “Me siento inútil, por tanto lo soy”.
- “Deberías” rígidos: normas internas absolutas que alimentan la culpa. Ejemplo: “Debería ser más fuerte”.
- Etiquetación: definirse por un error o defecto. Ejemplo: “Soy un desastre”.
- Personalización: culparse por todo, incluso por lo que no depende de uno. Ejemplo: “Todo es mi culpa”.
Estos pensamientos no solo son falsos, son tóxicos. Alimentan emociones como la culpa, el miedo, la tristeza o la rabia. Si no se detectan y cuestionan, acaban provocando una recaída.
El actor Eduard Fernández contaba que en sus primeros rodajes, al ver a actores famosos hablando entre ellos, pensaba que lo hacían para criticarlo, para echarlo… Esa idea irracional lo atormentaba. Era una distorsión cognitiva en acción.
Pensar distinto es vivir distinto
Burns compara el cambio tras la depresión con la nieve que se derrite en primavera: de pronto, los pensamientos oscuros se disuelven y uno se pregunta cómo pudo haber creído tales cosas. Pero si no se cuida el terreno, el invierno puede volver.
El objetivo, entonces, no es solo sentirse mejor (una mejoría temporal), sino estar mejor: haber entendido por qué se cayó, cómo se piensa y qué hacer para no volver a caer.
Romper el ciclo: prácticas para no recaer
- No bajar la guardia al primer alivio.
- Practicar técnicas como la doble columna (pensamiento negativo / respuesta racional).
- Aprender a detectar las distorsiones: no se eliminan para siempre, pero sí se pueden reconocer y desarmar.
- Recordar siempre que lo que uno piensa no es necesariamente lo que es.
Una verdad liberadora
“La causa de todo no está en lo que vivimos, sino en cómo lo pensamos.”
El dolor es inevitable. La depresión, no. Si aprendemos a reconocer nuestras trampas mentales, podemos vivir con más verdad, más libertad y mucho menos sufrimiento.
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