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Psicología y sexualidad
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PRL Psicosociología: Madres tóxicas

Tener una madre difícil no te hace una mala persona. Reconocerlo no es traición, es sanación. Puedes amar a tu madre y aun así tomar distancia
María del Carmen Calderón Berrocal
viernes, 27 de junio de 2025, 11:46 h (CET)

La Prevención de Riesgos es la vida misma y se extiende más allá del ámbito laboral, precisamente porque la vida misma, influye en el ámbito laboral.


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Aunque parezca increíble hay familiares tóxicos, lo mismo que hay personas tóxicas extrarradios de la familia que hacen la vida imposible a aquel o aquella en quienes ellos, los tóxicos, se fijen. Tanto mayor la cercanía y parentesco o afinidad de las personas, cuanto más dolor experimenta la víctima tras sus actuaciones. Es una forma de acoso como otras. Lidiar con una madre tóxica es una experiencia profundamente dolorosa y complicada. La persona puedes sentirse incluso culpable, confundido/a o atrapado/a en ese tipo de relación. Existe abundante literatura al respecto, de la que al final de este texto se recomendarán algunas obras.


Algunas ideas prácticas y psicológicamente respaldadas para manejar esta situación se exponen seguidamente.


Reconoce y acepta la toxicidad


La toxicidad puede manifestarse en formas como manipulación emocional de todo tipo. Victimismo constante hasta el punto de negar que tienes una enfermedad o dolencia simplemente para parecer que ella es la más enferma del mundo, quiere toda la atención y no quiere rivalidades, ni en las enfermedades siquiera, es aquello de “el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro”. Pero con otro miembro familiar, incluso con otro hijo, su rol puede ser completamente diferente. Críticas destructivas o humillaciones, es una rivalidad constante, se hace fuerte en su posición de madre y abusa de ella, es agresiva verbalmente, maltratadora psicológica y maltratadora físicamente. No respeta límites, no conoce ninguna forma de respeto hacia ti, rompe todos los límites, pero exige máximo respeto para ella. Hasta puede hacerte pensar que sabe lo que estás pensando en cada momento, de forma que ni en lo más íntimo sientes que puedes estar a salvo y esto, sobre todo en la infancia, es algo totalmente invasivo y destructivo. Si tienes alguna pena, te ridiculizará si estás triste o lloras, te ridicularizará, se empeña en ser una estropeavidas, un ser que anula a quien más admira en realidad, es un tipo de acoso, no consiente que alguien esté por encima de ella y actúa lo mismo que un acosador cuando no puede llegar al nivel de su víctima, quiere lo que tiene, no otra cosa similar, sino eso mismo. Dirá cosas como “hasta que yo no quite el pie de aquí, no lo va a poner nadie”, etc.). Chantaje emocional (“si me quisieras, harías esto…”; y un sinfín de cosas por el estilo).


Aceptar que una madre puede ser tóxica no significa que dejes de quererla, sino que empiezas a cuidar tu salud mental. Todo esto influye en la vida personal, académica y laboral de la persona, que podría rendir mucho más si no tuviese esa losa sobre sí.


Establecer límites firmes


Establece límites porque si no los estableces es como si estuvieras justo en medio de un campo de bombas, indefensa/o, sin armas, sin salida. Ponte una coraza imaginaria, una “campana de oro infranqueable” que te proteja. Hazlo mentalmente, te servirá. Los límites no son castigos, son protecciones emocionales. Ejemplos: “No voy a hablar de ese tema contigo” o no hablas directamente. “Si empiezas a gritar, me voy a ir” o te vas directamente sin más, sin explicaciones, a ver si recapacita y se da cuenta de su maldad. “No voy a responder llamadas después de las 8 p.m.”.

Puede llegar a comportarse como una especie de novio acosador que te sigue y persigue sin tregua. No tienes que justificar tus límites. Solo necesitas mantenerlos con constancia.


Reduce la expectativa de cambio


Esperar que cambie, que entienda o que se disculpe puede ser una fuente constante de sufrimiento. Y no lo va a hacer. Nació así y morirá así, a ver si en otra vida hay más suerte, pero lo que es en esta, no creas que va a cambiar porque no lo va a hacer.


Las personas tóxicas raramente ven sus errores. Y si los ven, es como si creyesen que los demás, tú concretamente, solo mereces la “mierda” que ella quiera dedicarte. Aceptar que no cambiará te liberará de la frustración de esperar lo imposible.


Busca apoyo emocional


Habla con personas que te escuchen sin juzgar: amistades sanas, familiares de confianza o un terapeuta. Este tipo de relaciones puede ayudarte a reconstruir la autoestima afectada por años de toxicidad. Busca apoyo emocional porque lo vas a necesitar, ella incluso hará tuyos sus fallos, porque realmente son fallos y en su fuero interno reconoce que ha obrado mal; pero no dirá nunca “perdón” e incluso te difamará, volviendo lo blanco negro, como suele decirse, porque el victimismo es su arma siempre. Igualmente hará suyos tus éxitos, asegurándote que has llegado ahí por ella y solo por ella.


Considera el contacto limitado o nulo


No es una traición, es autocuidado. Puedes reducir el contacto a lo mínimo necesario. Evitar temas personales o incluso laborales, pues en “horas malas”, lo utilizará contra tí. En casos graves, cortar toda comunicación (contacto cero), porque según dice el refrán “quien evita la ocasión, evita el peligro”. No eres una mala persona por alejarte de alguien que te hace daño, incluso si es tu madre. El daño que viene de los familiares es más dañino, te afecta más. Cuanto más estrecho sea el vínculo interpersonal, más daño hará la acosadora a la víctima.


Trabaja en tu sanación


El daño emocional deja heridas profundas: inseguridad, ansiedad, estrés, todo ello puede producir, entre otras cosas, dolores de cabeza desde la infancia, sensación de cansancio permanente (pura energía negativa cayendo sobre ti), fibromialgia, problemas de salud, problemas psicológicos…, cada persona es un mundo, cada cual responde al agravio de una forma personal somatizando cada cual de una forma; y, eso, es como una condena, como una tortura constante a manos de “tu enemiga”, que no tuvo compasión de tí. Dicen que el purgatorio está aquí, en este caso puede considerarse que, efectivamente, así es.


Considera, llegado el caso, terapia psicológica (especialmente con enfoque en trauma o relaciones familiares); escritura terapéutica: anotar tus emociones ayuda a procesarlas; prácticas de autocuidado: meditación, ejercicio, arte, descanso.


Recuerda


Tener una madre no da derecho a esa persona a destruirte emocionalmente y físicamente.Puedes querer a tu madre, pero también poner límites. Debes y tienes que hacerlo. Puedes entender sus heridas (lo que ella siente como heridas, que no tienen por qué ser algo real, puede estar solo en su mente), pero no permitir que te las pase a ti.


Debes redefinir patrones de comunicación y límites. Suelen ir bien grupos de apoyo, cursos de psicología o psicosociología orientados a esta temática, entre otras. Existen incluso cursos online de escritura terapéutica, prácticas para romper chantajes emocionales y fortalecer la autoestima. La terapia cognitivo conductual, familiar y práctica de autocuidado (meditación, aficiones, redes de apoyo) para superar la sobreexposición emocional es otra buena opción.


Guía rápida de pasos


Una guía para ir dando pasos sería:

Determina modalidad de ayuda: presencial vs. online (por flexibilidad y privacidad).

Revisa especialización: trauma, relaciones familiares, TCC, EMDR, terapia sistémica.

Consulta precios, plataformas…

Explora grupos: apoyo mutuo en espacios seguros y Considera combinar terapia individual + grupo + curso emocional.

Añade prácticas complementarias: cursos y trabajo personal para reforzar límites y autoestima.

Empieza a practicar técnicas de límites, autocuidado y autoexploración.


La palabra “madre” puede significar muchas cosas y, dependiendo del contexto, puede abrir temas profundamente emocionales, personales o culturales.


Explorando el concepto de madre


¿Qué es una madre más allá de lo biológico?. Una madre es quien nutre emocionalmente. Más allá del parto o los genes, una madre es alguien que cuida, protege, consuela, escucha y ama. Es quien sostiene en momentos de vulnerabilidad, quien ofrece seguridad emocional y afecto, incluso en la distancia o sin palabras. “Madre no es la que da la vida, sino la que da amor.” No es alguien que constantemente te ataca y humilla.


Es una relación, no solo un rol. La maternidad también es una relación en evolución, cambia con el tiempo, se construye con la convivencia, las decisiones y los actos. Hay madres presentes físicamente pero emocionalmente ausentes; y hay mujeres que actúan como verdaderas madres, aunque no lo sean de forma biológica.


Puede ser una figura simbólica. A veces la madre es una presencia arquetípica o espiritual: la Pachamama, la Madre Tierra, la Virgen, o incluso el universo como fuente de vida. Estas imágenes representan nutrición, origen, protección y misterio.


Puede haber muchas “madres” en una vida. Una madre adoptiva, una abuela que cría, una hermana mayor protectora, una tía que acompaña, una maestra que guía con ternura... Todas estas pueden ser madres del alma, aunque no sean biológicas.


También puede ser una figura conflictiva. Ser madre no garantiza amor sano. No queremos decir que no quiera la madre a la hija, pero su forma de querer no es “normal”; y lo mismo puede hacer con otras personas. Una madre puede fallar, herir, abandonar o incluso volverse una figura tóxica.

Reconocer eso es parte de madurar emocionalmente y liberarse del mito de la madre perfecta.


En resumen, una madre es quien cuida, sostiene y construye una relación afectiva genuina. Puede o no haber dado a luz, puede o no compartir ADN, pero su impacto deja una huella profunda en la identidad y el corazón. Sea como sea, una madre siempre lo hace.


¿Cómo influye la figura materna en la identidad y las relaciones?. La figura materna es una de las más influyentes en la formación de la identidad emocional y relacional de una persona. Su presencia (o ausencia), su estilo de afecto, cuidado o control y la calidad del vínculo con ella puede moldear la manera en que te ves a ti mismo/a y cómo te relacionas con los demás.


En la identidad personal la madre suele ser el primer espejo emocional. Su manera de tratarnos nos envía mensajes inconscientes sobre quiénes somos y cuánto valemos.


Si fue amorosa y validante: puedes crecer con seguridad en ti, autonomía y autoestima.

Si fue crítica o indiferente: puedes desarrollar inseguridad, autocrítica excesiva o necesidad constante de aprobación.


Ejemplo: Si una madre te decía “no llores, eso es de débiles”, podrías reprimir tus emociones y sentir culpa por sentir. Pero una misma madre puede ser muy diferente con sus hijos, de forma que se muestre como madre con uno y como “madrastra” (en el mal sentido de la palabra, tóxica) con otro.


En las relaciones afectivas. La relación madre-hijo/a crea un modelo interno de apego, que tiende a repetirse en la vida adulta:



Tipo de apego con la madre Posibles efectos en la adultez
Seguro Relaciones estables, confianza, autonomía.
Ansioso Miedo al abandono, dependencia emocional.
Evitativo Dificultad para intimar, autosuficiencia extrema.
Desorganizado Relación caótica con uno/a mismo/a y con otros.



Estos patrones se pueden repetirse en parejas, amistades o vínculos laborales, muchas veces de forma inconsciente.


En los límites y el autocuidado. Una madre que no respetó tus límites (físicos, emocionales o mentales) puede dificultarte más adelante para saber decir “no” sin culpa; para reconocer cuando una relación es abusiva; para poner tus necesidades en primer lugar.


¿Tu relación con tu madre te está afectando emocionalmente?


¿Te sientes culpable? La culpa suele aparecer cuando pones límites y sientes que estás "fallando" como hijo/a; cuando no quieres responder llamadas o visitas, pero te presionas para hacerlo; cuando crees que si no complaces a tu madre, eres "mala persona" o "egoísta". Esta culpa no es auténtica, es una culpa inducida, creada por años de manipulación emocional. La realidad es que cuidarte no es egoísmo. Poner límites no te hace mala persona. Eres digno/a de tener paz.


¿Te sientes manipulado/a? La manipulación puede hacerte sentir que todo lo que haces está mal. La acosadora (porque una madre tóxica es una persona acosadora) usa frases como: “Después de todo lo que he hecho por ti…”; “Si me quisieras, no me harías esto…”; “Si no fuera por mí, qué iba a ser de ti”…; y cambia la historia para que siempre parezca ella la víctima. Te hace dudar de tu percepción o emociones (esto se llama gaslighting).


Manipular no siempre es gritar, ni hablarte mal, a veces es victimizarse, distorsionar, hacerte sentir culpable o responsable de su bienestar emocional, mejor dicho: de su malestar emocional, porque está claro que tiene algo que superar y, como no lo tiene superado, se descarga contigo. Es como un boxeador que descarga adrenalina contra el saco o contra su oponente.


¿Te sientes agotado/a? El agotamiento puede ser emocional, físico o incluso espiritual. Se nota cuando te sientes drenado/a después de cada interacción con ella; tienes que “prepararte mentalmente” para verla o hablar con ella; te despiertas con ansiedad o tristeza al pensar en ella; te cuesta disfrutar tu vida porque todo gira en torno a “mantener la paz” o evitar su enojo. Este desgaste continuo es una señal clara de que la relación te está costando más de lo que te está dando.


Madre con actitudes narcisistas. Reconocer esos patrones es un acto de valentía y el primer paso para empezar a sanar. Es una relación emocionalmente muy desgastante. Una madre con rasgos narcisistas suele necesitar ser el centro de atención siempre. Invalidar tus emociones (“estás exagerando”, “eso no fue así”, negará enfermedades o dolencias que tengas, para ser “ella más”). Tener poca o nula empatía hacia tus sentimientos o necesidades. Sentirse ofendida si no haces lo que espera (“me fallaste”, “no sirves para nada”… largo etc.). Buscar control a través de la culpa o el sacrificio (“yo lo hice todo por ti” …, no piensa que era su obligación y que a su vez, también lo harían con ella). Te critica constantemente, pero no tolera críticas hacia ella. Usar tus logros como propios o minimizarlos si no los puede controlar.“Te quita la energía y luego te acusa de ser tú quien está mal”.


Madre con actitudes controladoras. Relación emocionalmente muy desgastante. Reconocer esos patrones es un acto de valentía y el primer paso para empezar a sanar. Una madre controladora suele tomar decisiones por ti (aun siendo adulto/a, no le importa en absoluto, es más, abusará del rol madre / hijo para eternizar tu infancia y su dominio sobre tí). Hacerte sentir culpable por tener tu propia vida, pareja o amigos. Opinar o intervenir constantemente en tu trabajo, relaciones o economía. Invadir tus espacios personales (entra a tu cuarto, revisa cosas, exige detalles…). Usar el afecto como moneda: “si haces lo que digo, te trato bien”. Si pasas de su maltrato, te tratará como si no existieras, solo existirás para ella cuando quiera volver a descargarse contra ti. Hay actitudes que pueden parecer “preocupación” o “cuidado”, pero en realidad es una forma de invalidar tu autonomía.


Actitudes dependientes. Relación emocionalmente muy desgastante y reconocer esos patrones es un acto de valentía y el primer paso para empezar a sanar. Una madre emocionalmente dependiente suele hacerte sentir que tú eres responsable de su felicidad. Decirte que si no estás con ella, está “sola”, “triste” o “nadie la quiere”. Crear una dinámica donde tú eres el “salvador/a” o su “único apoyo”. No respetar tus tiempos, relaciones o decisiones personales. Convertirse en una carga emocional constante, incluso cuando tú también estás sufriendo. De esta forma quita importancia a lo tuyo y engrandece su presunto “sufrimiento”. Te pide ayuda o te impone algo cuando a ella le conviene, sin previa consulta, como si fueras su esclavo o estuvieses a su servicio, pero sin cobrar, claro. Te absorbe emocionalmente hasta que te sientes culpable por vivir tu vida.


¿Te suena familiar? Algunas señales de alerta serían: te sientes ansioso/a cuando recibes una llamada suya. Cambias tus planes por miedo a que se enoje o se sienta mal. Nunca sientes que eres “suficiente” para ella. No puedes expresar tus emociones sin que se haga la víctima. Piensas: “si le digo esto, se va a poner mal…”.


¿Qué puedes hacer? Puedes hacer algunas cosas: Reconocer que estas dinámicas no son ni normales ni sanas. Poner límites emocionales y físicos, con firmeza. Trabajar la culpa (ella no es tu responsabilidad). Buscar apoyo profesional, para desactivar patrones aprendidos. Rodearte de personas que sí te validen y respeten.


Tener una madre difícil no te hace una mala persona. Reconocerlo no es traición, es sanación. Puedes amar a tu madre y aun así tomar distancia. Puedes comprender su historia y aun así protegerte de su daño.


¿Qué ocurre cuando la relación con la madre es conflictiva o tóxica?


Cuando la relación con la madre es conflictiva o tóxica, se rompe una base emocional que suele ser fundamental: el vínculo con quien, en teoría, debió brindarte amor incondicional, cuidado y validación. Esta ruptura puede tener efectos profundos y duraderos en tu vida emocional, mental y relacional.


A nivel emocional, culpa constante por no ser lo que ella quería, por alejarte, por querer paz; vergüenza o inseguridad, dudas de tu valor o te cuesta confiar en ti; ansiedad o miedo anticipado: por verla, hablar con ella o enfrentarla; tristeza ambigua, un duelo sin muerte, porque no tienes la madre que necesitas.


A nivel psicológico, autoimagen fragmentada: si tu madre fue muy crítica o inestable, puedes crecer sin saber realmente quién eres. Dificultades para poner límites: aprendiste que decir "no" trae castigo, rechazo o manipulación. Diálogo interno hostil: la forma en que ella te hablaba se convierte en tu voz interior (“nunca haces nada bien”, “nadie te va a querer”).


En tus relaciones. Puedes repetir dinámicas con otras personas: atraer parejas o amistades controladoras, frías o dependientes; actuar como “salvador/a”, complaciente o temeroso/a del rechazo; sentir que amar a alguien implica renunciar a ti; o puedes alejarte emocionalmente de todos para no volver a sentir dolor.


En tu autonomía. Si tu madre fue invasiva o controladora, es probable que te cueste tomar decisiones sin buscar su aprobación; que sientas culpa por tener éxito o ser diferente a ella; que tengas miedo a separarte, incluso físicamente.


Y si no se trata, el conflicto puede…Afectar tu salud mental (ansiedad, depresión, insomnio). Volverse hereditario: repetir patrones con tus propios hijos o pareja (que es lo que ha podido pasarle a ella). Hacerte sentir atrapado/a en una lealtad que te lastima.


Pero también: puede sanarse. Aunque la relación no cambie, tú sí puedes sanar. …Y…¿Cómo?. Poner límites sin culpa. Aceptar que no cambiará, pero tú sí puedes tomar el control. Elegir relaciones más sanas. Reconstruirte con ayuda terapéutica y afectos elegidos. Ser la madre (o padre) emocional que tú necesitaste. “No es traición romper con lo que te rompe.”. Una relación conflictiva con tu madre puede doler mucho, pero no estás solo/a ni condenado/a a vivir así para siempre. Comprenderlo, ponerle nombre, hablarlo y trabajarlo es posible. Sanar, aunque ella no lo haga, también lo es.


Bibliografía

Susan Forward: “Madres que no saben amar” (2012). Es una psicóloga experta en relaciones disfuncionales y analiza diferentes tipos de madres tóxicas (narcisistas, controladoras, frías, dependientes) y ofrece herramientas para sanar. Muy recomendado si sientes que tu madre nunca te quiso como necesitabas.

Karyl McBride: “¿Nunca seré suficiente? Cómo superar el daño de una madre narcisista” (2010). Es terapeuta especializada en narcisismo. Examina cómo crece una hija de madre narcisista y cómo cortar el ciclo. → Enfocado especialmente en hijas mujeres.

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