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Manuel Rebollar Barro
Manuel Rebollar Barro
Si se representa a un país o a una comunidad autónoma, se tendría que ser más cauto y dialogante, porque se es también portavoz de aquellos que no eligieron esa manera de hacer las cosas

Está claro que el presidente norteamericano no sabe quién es Barbapapá, y, si lo supiera, al ser francés, le gravaría un 20%, menudo es él. Ahí está, como si no tuviera suficiente con las reacciones en medio mundo a sus caprichosos desvaríos, calentando el ambiente en su propio país, apropiándose de leyes obsoletas para justificar lo injustificable. Aunque ya no nos debería sorprender, dado el historial de estruendo que atesora. Y no es el único.

Querido docente que no secundas la huelga: no estás tan lejos del estudiante aprovechado. Recuérdalo la próxima vez que te quejes

¿Eres consciente de la de veces que te has quejado de esos alumnos que se aprovechan de los grupos configurados en clase para obtener la misma nota que el resto sin colaborar? ¿Recuerdas la cantidad de ocasiones en las que has tenido que escuchar los lamentos de los estudiantes que realizan todo el trabajo y ven lo injusto de lo sucedido? ¿Comprendes la impotencia que se instala en aquellos que sienten que se aprovechan de su esfuerzo y que desconfían del concepto de grupo?

A pesar de que sus películas no han resistido bien el paso del tiempo, uno no puede, ni quiere, negar la relevancia de su obra en mi devenir, porque somos gracias a todo lo que vivimos

Ha muerto Mariano Ozores, pero, al morir, ha renacido de una tacada mi infancia y adolescencia, el primer reproductor VHS de casa, el videoclub de mi barrio, la liturgia familiar de acudir cada viernes por la tarde a él para coger tres películas, una por cada día del fin de semana, con la condición indispensable de que una había de ser de Mariano Ozores, imposición de mis padres, el resto les daba igual, pero una de Ozores.

Las palabras, esas que pronunciamos cada día, se cargan de connotaciones, positivas y negativas, porque cada término utilizado sugiere mucho más de lo que a simple vista podemos apreciar

Cuando en el verano del 2003 David Beckham fichó por el Real Madrid y se le ofreció dorsal, eligió el número cuatro que dejaba libre Fernando Hierro, que abandonaba el club. El departamento de márquetin, que siempre está en todo, rechazó su propuesta inmediatamente porque, si elegía ese número, no iba a vender ninguna camiseta en el mercado asiático, uno de los objetivos económicos del equipo al acometer el fichaje del británico.

Quizá la electricidad ya haya vuelto a todos los hogares y todo el mundo esté de nuevo conectado a este milenio de voltios esenciales, pero de lo que no estoy tan seguro es de que lo haya hecho la luz que permitió a nuestros antepasados progresar y alcanzar la cima de la evolución.

En un mundo donde, si se tiene la conciencia activada, la derrota es continua, uno encuentra perversos oasis placenteros donde mostrar la rebeldía en los pequeños detalles que ofrece la cotidianidad. Pesar tomates buenos como tomates del montón, llamar mexicana a la americana de tu traje como venganza al mundo lingüístico de Trump o elegir completamente al azar entre libros, películas y música para escapar del algoritmo.

Que las vitaminas del zumo de naranja se escapaban con celeridad, que los chicles tragados pegaban las tripas, que el baño inmediato después de comer cortaba la digestión o que los vaqueros eran los buenos en las películas del Oeste constituían certezas con las que crecíamos los que nacimos en los años 70.

"Es que en mi tiempo los segundos son ingastables", le dice un niño de unos 7 años a su padre en el vestuario de la piscina cuando este le recrimina que no colabore para cambiarse y que van a llegar tarde a donde sea. Su tono es bronco, contenido y apurado, porque sabe que no están solos y que el reloj prosigue su ritmo.

Hoy, en Cantabria, hay convocada una huelga en la educación pública. La secundaré por principios, porque la reivindicación es justa –hace 17 años que nuestros sueldos no se actualizan con el IPC, las ratios siguen siendo elevadas, se prioriza la inversión en la enseñanza concertada frente a la pública…– y porque, a pesar de que no soy muy optimista, necesito convencerme de que las cosas pueden mejorar.

Atrapados cada día entre las noticias producidas por las causas y efectos de lo que decide Donald Trump (ahora los aranceles), así como la concatenación de borrascas potentes con nombres alfabéticos en nuestro país (Nuria es la próxima), ha pasado inadvertida la llegada de la primavera, así como el día mundial de la poesía, el pasado 21 de marzo. Como cada año, puntuales a su cita, nos traen la promesa de un tiempo mejor.

El mundo es inhumano. Y efectista, muy efectista. Los mismos que ahora se muestran compungidos por las terribles escenas de acoso sufridas por Antonio, el quinceañero santanderino con parálisis cerebral del IES Torres Quevedo, que piden a gritos dimisiones, que aportan los datos personales de los agresores, incluidos los domicilios, que se juntan para apalizarlos y darles una lección, son los que lo han permitido.

Cada época de la vida tiene un foco sobre el que orbitamos. La infancia, con papá y mamá abriéndonos el mundo; la adolescencia y los primeros amores, girando alrededor de aquellos que se ennoviaban y cómo los criticábamos hasta que nos tocaba a nosotros, que, como decía Lope “quien lo probó lo sabe”.

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