Una rotonda es el espejo de una sociedad. Cuando quieras saber cómo es un país, fíjate en cómo se aborda una rotonda, cómo se incorpora la gente y cómo se permite –o no– hacerlo a los demás. Ahí aparece la noción de ceda el paso, esa concesión al dinamismo de la existencia en comunidad, la necesidad de que todo esté en movimiento, de que fluya la comunicación y que todo el mundo quede incorporado a la rueda de la vida; porque una sociedad es un conjunto de individuos que la construyen sabiéndose esenciales para que todo funcione, un organismo vivo donde cada uno aporta lo que es y donde se encuentra el equilibrio cuando nada se detiene, donde todos encuentran su sitio en la rotonda y cada cual lleva su vehículo hasta su destino, que es el de todos.
Un carro de Carrefour es el reflejo de una sociedad. Cuando quieras saber cómo se comporta una nación, plantéate por qué se ha vuelto a instaurar la moneda obligatoria para utilizarlos, reflexiona acerca del por qué ha regresado este sistema en el que se recupera el euro insertado si se coloca el carro en el sitio del que se cogió. Ahí es donde se ve cuál es la verdadera naturaleza de un pueblo, en la manera en la que se usa correctamente aquello que no es suyo y se respeta el orden establecido.
Una declaración de la renta es la imagen de una sociedad. Cuando quieras saber cómo respira una comunidad, observa si sus integrantes se jactan de cómo se aprovechan del sistema y pagan menos impuestos, de cómo no lo hacen –pago o cobro en B–, de cómo justifican sus trampas, sus cuentas en Telegram, donde campan impunemente para realizar acciones poco edificantes. Ahí es donde se muestra el respeto por las instituciones y la importancia que se le da al bienestar común, ese que solo interesa cuando uno es el beneficiado.
Podría poner más ejemplos de nuestra idiosincrasia, pero creo que son suficientes para mostrar que, frente al “donde fueres, haz lo que vieres”, esgrimido por los que rechazan a los inmigrantes que no se acogen a las costumbres y tradiciones de los españoles como si estas fueran sagradas y ejemplares, tenemos el “ver la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio”, cuyo origen se encuentra en el sermón de la montaña de Jesús de Nazaret recogido en el Nuevo testamento, ese libro que, al igual que los musulmanes, poca gente de aquí ha leído.
Más allá de ser creyente –yo no lo soy–, es un principio cristiano para defender. Quizá en su lectura y en la aplicación de sus enseñanzas haya un punto de encuentro desde el que construir una sociedad más sana, inclusiva e igualitaria.
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