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¿Te atrajo lo que viste o lo que no viste? Los humanos no se conocen por casualidad; la mayoría de las veces, creen que algo especial generó atracción y afinidad. Sin embargo, no tienen idea de que pudieron haber sido atraídos por dolores y necesidades inconscientes, silenciosas u ocultas.
El término proviene del personaje mitológico Narciso, en griego, Nárkissos, un joven de extraordinaria belleza. Según la leyenda, especialmente en la versión de Ovidio, en sus Metamorfosis, Narciso despreciaba a quienes se enamoraban de él. Como castigo, los dioses lo hicieron enamorarse de su propio reflejo en el agua. Incapaz de separarse de su imagen, terminó muriendo por hambre, desesperación o suicidio y en el lugar donde cayó creció la flor del narciso.
Hablamos constantemente sobre la importancia de saber expresarnos, de convencer, de impactar con nuestras palabras. Nos enseñan a seducir con el discurso, a dominar el arte de hablar en público, a argumentar con lógica y claridad. Pero casi nunca se nos habla de algo igual —o quizás aún más— importante: saber escuchar.
Dicen que el ser humano es un animal de preguntas, una de ellas es con cuántas personas hablas en la vida, cuántas personas conoces en la vida, con cuántas te cruzas en la vida… Puede que este conjunto de preguntas o cuestiones, no tenga importancia. Pero siempre que se indica, un fenómeno equis, sea el que sea, primero catalóguelo, dele posteriormente una cuantificación y, empezarán a surgir datos y, por tanto, conceptos.
Remodelar las normas sociales y activar un movimiento a favor de la conexión social, es tan necesario como preciso, en un momento en que el aislamiento social nos deteriora por completo, con graves riesgos para la salud. Tanto es así, que un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indica que la soledad está relacionada con un centenar de muertes cada hora; cuestión que debe hacernos repensar en la manera que tenemos de interactuar entre sí.
Es difícil conservar las relaciones de amistad que iniciamos al principio de nuestra juventud porque los pilares que hicieron que eso se creara van modificándose con el tiempo o directamente, se derrumban por completo. A veces, porque aparecen nuevas personas que nos generan más interés y puntos en común, y otras porque por ley de vida, todo se puede distanciar.
La sociedad, tal y como la conocemos, nos obliga a avanzar acorde a unos estándares que debemos haber alcanzado cuando llegamos a unas etapas vitales. Nos recomiendan qué debemos hacer en todo momento y, en caso de que no lo consigamos, surge cierta frustración o decepción con uno mismo. La tecnología tiene una vertiente muy cruel que puede ayudar a ese sentimiento de insatisfacción.
En tiempos donde el amor parece medirse por gestos visibles, declaraciones públicas o promesas rimbombantes, es fácil olvidar lo esencial: ese lazo invisible y profundo que une a dos personas más allá del deseo, del hábito o del enamoramiento inicial. Porque sí, el amor comienza con una chispa… pero se sostiene con una conexión real. Una que no se impone ni se fuerza, sino que se elige cada día.
A lo largo de nuestra vida conoceremos a muchas personas sobre las que, según la idea que nos hagamos, decidiremos profundizar más o menos, es decir, según la concepción que tengamos, haremos el esfuerzo o tendremos la necesidad de indagar más en entablar algún tipo de relación.
Creemos que en un siglo o dos ha cambiado la tecnología y multitud de conceptos, pero han cambiado tanto o más las costumbres y los hábitos y los usos y todo o casi todo… Citaré un párrafo del escritor y periodista, creo que trágico y con tragedia, Alejandro Sawa Martínez (1862-1909), titulado: Rápidas, publicado en Alma Española, el 6 de marzo de 1904.
Cuando formamos parte de una sociedad también lo hacemos con los grupos que más afines son a nosotros porque compartimos aficiones o gustos. Nos sentimos plenos con ellos y nos aportan algo que otros no pueden darnos. Pero sin querer nos empezamos a comparar con aquellos que tenemos más cercanos, ¿Por qué esa tendencia a querer aquello que no tenemos? ¿Por qué deseamos lo que otros tienen?
De la misma manera que esperamos bastante de aquellas personas con las que tenemos confianza, también ellos esperarán mucho de nosotros. Porque cuando esperamos algo de alguien es porque sentimos la seguridad suficiente para saber que ese otro estará ahí pase lo que nos pase para escucharnos, para atendernos, para consolarnos y, sobre todo, para no fallarnos.
Desde que somos pequeños utilizamos las mentiras con algún tipo de fin. En la infancia, por el hecho de encubrir algo o para evitar el castigo. En la adolescencia para ocultar todas aquellas actividades que se hacen con los amigos y que de esta manera, los padres no tengan conciencia de lo que están haciendo sus hijos y en la etapa adulta o más madura, para aparentar algo que no somos o para tapar alguna acción que a ojos de los demás, estaría calificada como inmoral.
La sociedad nos enseña a vivir acorde a la gran mayoría, nos introducen valores que debemos manifestar en la edad adulta y nos inculcan la búsqueda de un amor ideal basado en el cuidado y la comprensión. Nos dicen que tenemos que estar acompañados y que la soledad y el individualismo no es bueno.
Muchas personas cargan con una presión invisible: la de ser queridas a toda costa. Se visten con una máscara de perfección —amables, sonrientes, eficientes, jóvenes, atractivas, disponibles— porque en algún momento aprendieron que solo así serían valoradas. No es vanidad, ni ego, es miedo. Miedo al rechazo, al abandono, a no ser suficientes.
Imagina que alguien dedicara su vida entera a observar miles de vidas desde la juventud hasta la vejez. Que pasara décadas recogiendo datos, escuchando historias, siguiendo familias enteras a lo largo del tiempo para descubrir una sola cosa: ¿qué es lo que realmente nos hace felices?
Las discusiones en una relación no siempre surgen por desacuerdos superficiales. Con frecuencia, están arraigadas en emociones más profundas como el miedo, la ansiedad o experiencias pasadas no resueltas. Comprender el origen de estos conflictos es el primer paso para abordarlos de forma constructiva y fortalecer el vínculo emocional.
En un mundo donde las relaciones personales son consideradas uno de los pilares de la felicidad, es fundamental abordar aquellas relaciones que, en lugar de proporcionar bienestar, generan sufrimiento. En este artículo hablaremos sobre cómo reconocer las relaciones tóxicas, qué señales indican una interacción poco saludable y cómo terminar dichas relaciones con pérdidas emocionales mínimas.
El método ‘kintsugi’, una antigua técnica japonesa de reparación de cerámica, se ha convertido en una metáfora poderosa para las relaciones de pareja. El ‘kintsugi’ consiste en reparar objetos rotos con resina y polvo de oro, resaltando las grietas en lugar de ocultarlas. Esta práctica simboliza la idea de que las imperfecciones y las reparaciones forman parte de la historia de un objeto, haciéndolo más valioso.
Más de un tercio de los españoles (37%) reconoce que utiliza las redes sociales para conocer gente. Esta es una las conclusiones del informe sobre los métodos de ligar de los españoles ‘‘Apps de citas: ¿apogeo o declive?”. Así, la mayoría continúa prefiriendo los métodos clásicos para ligar, como las salidas con amigos (70%) si bien más de un tercio prefiere utilizar las RRSS. Además, los hombres son más proclives que las mujeres a utilizarlas para encontrar pareja.
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