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Mi vida está bien pero ¿por qué me comparo con los demás?

¿Por qué esa tendencia a querer aquello que no tenemos? ¿Por qué deseamos lo que otros tienen?
Violeta Torrejón
miércoles, 11 de junio de 2025, 10:19 h (CET)

Nos relacionamos diariamente con bastantes personas, las cuales forman parte de nuestro círculo social, algunas con mejor o peor vida y de la que podremos conocer o no en parte. Por un lado, por lo que nos cuentan ellos mismos y por otro, por lo que podemos observar. Podrá suceder que otras tantas veces, todo eso pueda ser apariencia porque los seres humanos tenemos la tendencia de fingir u ocultar estados o situaciones que pueden ser criticadas por el resto.


Cuando formamos parte de una sociedad también lo hacemos con los grupos que más afines son a nosotros porque compartimos aficiones o gustos. Nos sentimos plenos con ellos y nos aportan algo que otros no pueden darnos.


Pero sin querer nos empezamos a comparar con aquellos que tenemos más cercanos. ¿Por qué esa tendencia a querer aquello que no tenemos? ¿Por qué deseamos lo que otros tienen? O lo que resulta más característico ¿por qué otros quieren algo que tenemos pero que no valoramos?


El matrimonio con hijos quiere la libertad que sus amigos sin descendencia tienen y éstos que gozan de gran libertad quieren formar la familia que los otros han creado, el soltero desearía tener novia para compartir momentos con alguien mientras que el que tiene ya pareja ansía a veces espacio y volver a experimentar lo que era no tener a nadie, la madre soltera envidia contar con alguien con quien compartir la crianza mientras que la mujer divorciada está celosa de aquella que no tiene que lidiar con su expareja sobre asuntos relacionados con la custodia. El trabajador que gana un buen sueldo añora la calidad y tiempo de vida de cualquier compañero de escala inferior mientras éste sueña con tener un puesto superior pese a estar ocupado mucho más allá de la jornada laboral.


Es decir, la actitud de compararse es algo innato, algo que desde niños ya hacemos y no es malo siempre que sea dentro de unos límites sanos porque eso nos hace mejorar en determinados aspectos. El problema surge cuando esa comparación llega a ser excesiva o incluso, hasta obsesiva ya que afectará de forma directa sobre la autoestima que tengamos de nosotros mismos. En la comparación está incluida la envidia y la competitividad porque eso es lo que generá tal comportamiento. Tenemos que establecer unos límites que hagan que podamos alcanzar lo que queremos y no metas inalcanzables en esa comparación porque de no ser así, podrá afectar a nuestra salud mental de forma negativa por sentirnos desdichados al sentir que otros lo tienen o lo han logrado y yo no. Y esa mala sensación que se puede quedar puede dar lugar a un sentimiento de inferioridad frente al mundo que impida poder disfrutar de verdad, que se genere una nube con una realidad paralela la cual, realmente no es así.


No tenemos que exagerar sobre la vida de los demás, no tenemos que pensar que al otro le va mejor que a nosotros, que tiene mejor empleo, que tiene una pareja que de verdad le quiere, que gana más dinero, que tiene una casa, que no tiene hipoteca, que puede salir, que puede gastar, que tiene enchufe, que tiene mejor cuerpo, que tiene muchos conocidos, que es muy sociable, que sabe hablar en público, que sabe cómo ligar, que tiene atractivo… es decir, vemos lo bueno en los demás, valorando en exceso aquello que catalogamos como cualidades bajo nuestro criterio pero es que nos sorprendería como algunas de las cosas que nos acomplejan de nuestra vida son apreciadas por el entorno. Y es a veces, cuando nos lo dicen cuando hacemos una reflexión acerca de lo poco que lo hemos o estamos valorando.


Por lo tanto, es necesario darse cuenta que mi vida no es peor que la de otros, sino que a veces, incluso, por el estado emocional en el que uno esté puede afectar a ver las cosas peor de lo que son y lo más importante es establecer expectativas o pequeñas metas que puedan ser alcanzables porque de lo contrario será muy posible que nos cueste llegar a ellas y eso genere una espiral de malos pensamientos comparándonos con los que sí lo han conseguido. Y es que no se trata de tener todo sino de vivir lo mejor posible con lo que tenemos y de intentar ser un poco más feliz sin estar tan pendiente de los demás.

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Cuando formamos parte de una sociedad también lo hacemos con los grupos que más afines son a nosotros porque compartimos aficiones o gustos. Nos sentimos plenos con ellos y nos aportan algo que otros no pueden darnos. Pero sin querer nos empezamos a comparar con aquellos que tenemos más cercanos, ¿Por qué esa tendencia a querer aquello que no tenemos? ¿Por qué deseamos lo que otros tienen?

 
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