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La ansiedad no es un “defecto” de carácter, sino una respuesta del organismo que, cuando se desregula, provoca un malestar significativo. Abordarla de forma eficaz requiere un enfoque amplio que combine ciencia y cuidado personal. La ansiedad no desaparece de un día para otro; se transforma gradualmente. Cada paso —la sesión terapéutica, la caminata que despeja la mente, la conversación que alivia— acerca a la calma y debilita el círculo del miedo.
Cada mañana en África, una gacela se despierta sabiendo que tiene que correr más rápido que el león más veloz si quiere seguir viva. Y cada mañana, un león se despierta sabiendo que tiene que correr más rápido que la gacela más lenta si quiere comer. Da igual si eres león o gacela: cuando amanece, más te vale empezar a correr.
Salvador Dalí, un genio tan enigmático como prolífico, padecía una fobia muy peculiar, aunque solo en parte. El pintor catalán sufría de entomofobia: un miedo irracional y profundo a los insectos, especialmente a los saltamontes y las langostas. Este pánico, arraigado desde su más tierna niñez, le causaba un daño psicológico tan intenso que le otorgó un lugar prominente y casi obsesivo en muchas de sus obras maestras.
Vivimos tiempos de incertidumbre. A veces, a nivel personal: pérdidas, rupturas, enfermedades. Otras veces, como hemos vivido recientemente, la sacudida es colectiva: crisis sanitarias, sociales, económicas. Son momentos en los que la vida, imprevistamente, nos saca de nuestra zona de confort. Y con ello, nos lanza a una pregunta fundamental: ¿quién soy cuando ya no puedo controlar lo que me rodea?
Muchas personas cargan con una presión invisible: la de ser queridas a toda costa. Se visten con una máscara de perfección —amables, sonrientes, eficientes, jóvenes, atractivas, disponibles— porque en algún momento aprendieron que solo así serían valoradas. No es vanidad, ni ego, es miedo. Miedo al rechazo, al abandono, a no ser suficientes.
Pasamos la vida creyendo que nuestros padres eran eternos. Fueron gigantes. Incansables. Sabían todas las respuestas, solucionaban todo. Nos dieron cariño, consejos y nos pusieron límites y, muchas veces, hasta la ilusión de que el mundo estaba bajo control mientras ellos estuvieran cerca. Pero un día —no sabemos bien cuál— algo cambia.
Para una persona hablar o gesticular sola en un escenario frente a una audiencia es uno de los mayores desafíos que los consume desde adentro. Es inevitable expresar inseguridad y miedo al juicio de los demás. Así como la existencia de síntomas físicos como temblores, sudor frío, dolor de estómago y olvido de qué decir en público. ¿Es fácil hablar en público?
El análisis digital se ha consolidado como una herramienta clave, no solo para identificar los productos o servicios más populares, sino también para desvelar las inquietudes y miedos de la sociedad. En ese sentido, entre las fobias más buscadas a nivel global está la tripofobia, con más de 2 millones de búsquedas mensuales. Este fenómeno, a menudo desconocido para muchos hasta que lo experimentan, es un miedo irracional a los patrones de agujeros o protuberancias.
Son muchos los días en los que nos levantamos con, lo que se suele decir, el pie torcido. Podemos mostrarnos enfadados, irritables o demasiado sensibles, y es que los seres humanos no somos tan estables como quisiéramos. Por lo general, existen factores que hacen que nos comportemos de un modo u otro o que, simplemente, un día, cuando nos despertemos, nos sintamos más decaídos con respecto a horas atrás. Todo influye, queramos o no.
Si nos preguntaran a cada uno de nosotros sobre el valor o la importancia que el amor ha tenido en nuestras vidas, probablemente no tengamos que pensar demasiado porque nos vendrán a la memoria aquellas personas que han marcado nuestro mundo en algún momento determinado.
El río, antes de enfrentarse al vasto mar, siente miedo y temblores. Esto puede interpretarse como la ansiedad que sentimos al enfrentarnos a cambios significativos en nuestras vidas, cuando nos aventuramos en lo desconocido. Sin embargo, se nos invita a reflexionar sobre el viaje del río, que ha recorrido un largo y sinuoso camino a través de las montañas y selvas, enfrentando desafíos y superando obstáculos.
Todos en algún momento de nuestra vida nos sentimos aturdidos por algún tipo de miedo, muchos de ellos superficiales como consecuencia, a veces, de experiencias previas que hemos vivido pero que no tienen por qué volverse a repetir, y otros que pueden influir emocionalmente y que nos pueden llegar a paralizar de forma drástica.
Somos seres de rutinas y estamos acostumbrados a realizar las mismas actividades día tras día o en su defecto, similares. Conocemos los lugares por los que transitamos de forma habitual, nos relacionamos con personas afines a nosotros y los trayectos suelen repetirse en el tiempo. Es decir, nos sentimos seguros en nuestro círculo de relaciones y de todo lo que tenga que ver con el entorno que nos rodea.
A medida cumplimos años se incrementan los miedos, las fobias y las preocupaciones. Los cambios físicos, sociales y emocionales que los mayores tienen que asumir en el proceso de envejecimiento pueden desencadenar temores y ansiedades. Comprender estas dinámicas y saber cómo afrontarlas es clave para ayudar a los mayores en su vejez, un momento en que se acrecientan los miedos, especialmente cuando las personas viven solas.
“¿Ya no podemos funcionar sin la ayuda de sustancias químicas?” La respuesta que le llega “Esto parece, nuestras vidas son como farmacias. Tomamos pastillas para ponernos en marcha, para dormir, para estar contentos, para salir de fiesta”. La entrevistadora le pregunta: ¿Una sociedad narcotizada?” “Totalmente”.
Julio de la Iglesia es el máximo exponente del liderazgo valiente en España. Compagina la actividad de TEDAX (Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos eXplosivos) con la de coach ejecutivo con el principal objetivo de formar e inspirar a líderes y equipos en la superación de sus miedos. Imparte conferencias basadas en sus experiencias y ha publicado recientemente el libro El miedo es de valientes (Alienta -2022).
La aparición del miedo se produce por motivos exógenos o endógenos. Como todas las cosas de la vida. Se llega a esta situación tan sumamente desagradable y turbadora por la percepción de un peligro real o imaginado, o cuando nace de uno mismo el miedo al pasado, al presente o al futuro.
Intentemos recuperar el honor y la valentía de un niño, los conflictos se han vuelto reales y los peligros también, lo positivo es que nuestras capacidades crecen con nosotros. Además, ¿qué otra opción tenemos más que afrontar la vida y sus grandes y tristes obstáculos?
Lo esencial es aminorar los frentes y abrir las fronteras. Ahí radica la clave ante cualquier desconcierto humano. Se me ocurre pensar en esos países que están fuera de control, donde a diario se producen violaciones de los derechos humanos, para que ellos no decaigan en sus gritos de libertad y nosotros también prestemos la debida escucha.
Aunque las reservas de viajes para este verano han aumentado, el temor al Covid-19 sigue presente en la población y puede acarrear problemas de salud mental. Incluso han aflorado términos hasta ahora desconocidos para la mayoría como la hafefobia, miedo a tocar o ser tocado por otros. Se debe viajar siguiendo las recomendaciones y pautas sanitarias para no poner en peligro nuestra salud ni la de nuestro alrededor.
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