Salvador Dalí, un genio tan enigmático como prolífico, padecía una fobia muy peculiar, aunque solo en parte. A diferencia de mi propia amaxafobia total, que hace de conducir un coche mi peor pesadilla, el pintor catalán sufría de entomofobia: un miedo irracional y profundo a los insectos, especialmente a los saltamontes y las langostas. Este pánico, arraigado desde su más tierna niñez, le causaba un daño psicológico tan intenso que le otorgó un lugar prominente y casi obsesivo en muchas de sus obras maestras.
Con la meticulosa representación a pincel de dichos seres vivos de patas largas su intención era clara: transmitir el terror en todas sus formas más primarias y perturbadoras. En su célebre y enigmático lienzo 'El gran masturbador', por ejemplo, estos pequeños pero aterradores seres ocupan un espacio de relevancia indiscutible. La persistente presencia de estos insectos en sus creaciones no era meramente una elección estética o un capricho artístico; era, de hecho, una manifestación cruda y visceral de su tormento interno y de sus angustias más profundas. Es fascinante observar cómo el artista transformaba sus miedos más íntimos en símbolos visuales potentes, mostrando el arte como una vía para exorcizar demonios personales y compartirlos con el mundo.
Salvador Dalí, un genio tan enigmático como prolífico, padecía una fobia muy peculiar, aunque solo en parte. El pintor catalán sufría de entomofobia: un miedo irracional y profundo a los insectos, especialmente a los saltamontes y las langostas. Este pánico, arraigado desde su más tierna niñez, le causaba un daño psicológico tan intenso que le otorgó un lugar prominente y casi obsesivo en muchas de sus obras maestras.
La depresión no solo nubla los pensamientos. También desconecta a la persona de sus emociones, de su cuerpo y de la vida cotidiana. Aunque pueda parecer que todo se reduce a terapias o medicamentos, la recuperación suele comenzar en gestos pequeños y cotidianos. Cuidarse y aprender a habitar el presente son formas poderosas de terapia.
Aunque parezca increíble hay familiares tóxicos, lo mismo que hay personas tóxicas extrarradios de la familia que hacen la vida imposible a aquel o aquella en quienes ellos, los tóxicos, se fijen. Tanto mayor la cercanía y parentesco o afinidad de las personas, cuanto más dolor experimenta la víctima tras sus actuaciones. Es una forma de acoso como otras. Lidiar con una madre tóxica es una experiencia profundamente dolorosa y complicada.