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Insisten en su obsesión para que en los centros educativos de la comunidad no se imparta el castellano

La lentitud gubernamental con el separatismo catalán y otros temas

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Uno podría pensar que estamos en un país en el que rigiera aquella famosa y arcaica lengua estrafalaria e incomprensible conocida como de Babel, de la que nos habla la Biblia. En efecto, cada una de las tendencias políticas, tan numerosas en nuestra nación, parece empeñada en no entender lo que dicen las otras y que todos, al unísono, se expresan en un idioma incomprensible para el resto.


Se trata de una práctica política que podría calificarse como intento de enredar las cosas, de modo que resulten incomprensibles para los ciudadanos; a la vez que también resulta inasimilable, para el común de los mortales, la serie de contradicciones por parte de quienes nos gobiernan, que hacen de su gestión un laberinto de irregularidades,siguiendo una deriva consistente en convertir todo lo que constituye el entramado orgánico, político, económico, social, administrativo y financiero de un país, en un galimatías indescifrable; de forma que no haya ser viviente capaz de desentrañarlo, con el fin evidente de conseguir,a través del caos, los objetivos, generalmente espurios, que entran en los planes de quienes piensan que España debe acabar de ser una nación democrática para convertirse en lo que es, en la actualidad, una nación quebrada, en la miseria y sojuzgada por un comunismo totalitario e intolerante, como es la misma Venezuela del dictador Maduro.


Una y otra vez, el gobierno separatista catalán y todos aquellos organismos administrativos que forman parte de la autonomía catalana, unidos en sus esfuerzos de desterrar todo lo español de aquella región, insisten, se revuelven e inventan soluciones complicadas, a la vez que recurren a procedimientos  inadecuados y con tintes anticonstitucionales, en su obsesión para que, en los centros educativos de la comunidad, no se imparta el castellano; siguiendo en su postura de negarse a aceptar la pauta marcada por los tribunales de Justicia que, en repetidas ocasiones, vienen  ordenando que se aplique la cuota de lengua castellana en la enseñanza de alguna materia, en realidad un porcentaje del 25% de las materias que se impartan. A la requisitoria del TSJC de que se proceda a cumplir con lo ordenado al respecto, se siguen oponiendo por todos los medios, desde recursos que ya no caben hasta intentos de hacer una ley que sustituya el contenido de la sentencia mencionada; todo ello para evitar que quede fijado en un 25% de las materias enseñadas en cada escuela algo que, para los intolerantes, representa como verdadero un atentado contra la lengua catalana.


Y si ya es algo absurdo que una comunidad española se convierta en algo que desarraigar de la nación española, como es la existencia de un grupo minoritario que insiste en crear problemas que afectan a todos los españoles; todavía resulta menos creíble y merecedor de la máxima repulsa, que sea el propio Gobierno, en la persona del presidente, el que viene cediendo, consistiendo, amparando, prolongando y tolerando el  que ya llevemos años soportando que el tema catalán se haya convertido en un mal endémico que sigue amenazando, cada día con más insolencia y descaro, la unidad, marcada por la Constitución de 1978, de la nación española que  existiendo desde que Aragón y Castilla decidieron unirse en las personas de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Todo lo demás son inventos, leyendas, lecturas apócrifas y falsas interpretaciones que intentan darle, a meras ilusiones y utopías de los más cerriles de los catalanistas más acérrimos, el marchamo ser cosa cierta.


Nos causa rabia y absoluta discrepancia, el contemplar como el señor Sánchez, experto en faltar a la verdad, el engaño, la rectificación según sople el viento de la política y la gran cara dura con la que es capaz de acusar a la oposición de algo que es culpa exclusiva del gobierno y su más directa responsabilidad, como es la evidencia de que España está perdiendo su batalla contra la crisis y lo que vienen siendo sus consecuencias, agravadas por la reciente guerra de la nación ucraniana. Se presenta como conciliador y pide lealtad y unidad, cuando desprecia por completo la opinión de la oposición, les acusa de derrotistas y, ni por casualidad, toma en consideración ninguna de las propuestas que se le hacen desde los bancos opositores.


Nos choca un comentario de una periodista del panfleto catalán La Vanguardia que, desde su columna, carga contra lo que para ella son los ultras seguidores del franquismo, a los que califica de la siguiente manera: “La saña extrema de la ultraderecha pone al jaque la convivencia democrática” y se queda tan ancha. Veamos, señora Joana Bonet, si se aclara, porque parece que su sectarismo independentista no le deja ver algo que, para cualquier persona ilustrada constituye una evidencia incontestable. Usted parte de la base de que Cataluña es una nación independiente del resto de la nación española. Esto no es cierto, por tanto, la democracia forma parte de la propia esencia del estado español, regido por una Constitución aprobada por más del 52% de los ciudadanos (catalanes también) y lo que para usted es la democracia de los catalanes no puede entenderse sino dentro del concepto de democracia de toda la nación española.


Usted y quienes siguen en sus trece con el intento de independizarse, se recrean cargando contra una derecha que no está de acuerdo con el hecho de que se les den tantas facilidades para incumplir las leyes españolas. Son ustedes, los separatistas y nacionalistas catalanes los que están fuera de la ley, incumplen las normas constitucionales y esto, señores, no se puede calificar de actos democráticos ya que, la nación española, a la que pertenece Cataluña por razones históricas, desde hace más de 500 años y se reafirmó con la Constitución de 1978, tiene todo el derecho en el mundo, como harían Francia, el RU, Alemania o cualquier otra nación europea en la que, una parte de su territorio, una minoría de su población intentara, unilateralmente y por procedimientos irregulares, el abandonar al país al que pertenece; con la agravante de que, para conseguirlo, no han parado mientes en utilizar cualquier artificio, legal o ilegal, incluida la más absoluta deslealtad, desvergüenza, incontinencia verbal y trucos de personas de baja estofa, utilizados por personajes de la calaña del señor Puigdemont y de todos aquellos, incluidos los que los están subvencionando el llamado “process”, muchos de los cuales fueron elegidos como servidores de la nación española en Cataluña, por la Administración Central del Estado, que, no obstante, han incurrido en graves responsabilidades, entre las cuales se puede incluir la prevaricación y la traición, al seguir cobrando del Estado y, a la vez maquinando la independencia de la comunidad catalana.


Resulta aberrante, injusto y fruto de una mente cerrada el que califique de “saña”, con una ligereza que no dice nada bueno de su criterio. A veces es conveniente consultar el diccionario cuando se utiliza una palabra que, evidentemente, tiene connotaciones desagradables para quienes son acusados de actuar de una forma determinada y, vemos que la definición que da el DRALE sobre saña es: furor, enojo ciego o también intención rencorosa y cruel. 


Evidentemente cuando usted habla de la saña de la ultraderecha esta faltando a la verdad y es usted misma que, sin darse cuenta, está actuando con la saña que achaca a los demás. No se puede hablar, en política, de saña cuando un partido achaca a otro su postura política, su forma errónea de actuar, sus ilegalidades y sus pretensiones absurdas de conseguir la independencia. 


En ningún caso se puede argumentar que un español, sea quien sea, se sienta ofendido, maltratado, vejado y despreciado, cuando tiene que escuchar a mandatarios catalanes expresarse con el odio, el desprecio y la tirria con la que lo hacen estos “democráticos” personajes del separatismo más abyecto, que todavía resta en Cataluña, favorecido por un Gobierno que depende en absoluto de sus votos para mantenerse en el poder y que es capaz de traicionar a la nación española, permitiendo que en Cataluña sigan actuando con absoluta indemnidad quienes tienen como objetivo convertirla en una república de izquierdas, bajo el mandato de personas que han venido demostrando que no son de fiar.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no dejamos de admirarnos ante la facilidad con la que algunos periodistas, como es el caso del señor Carlos Casajuana, del panfleto La Vanguardia que, se erige en defensor de la verdad, de su verdad por supuesto, porque yo le podría recordar algunos de sus escritos en los que se puede ver lo poco que, en ocasiones, le ha importado, cuando los benefactores y los que subvencionan su periódico, le han indicado cual debiera ser la línea editorial, en algunos asuntos delicados que afectaban al separatismo catalán. Ahora se mete con alguien que está lejos y, seguramente no se entretendrá en leer su comentario. Se trata del aspirante a gobernador del estado americano de Nebraska, señor Charles Herbster, que al parecer goza del apoyo del presidente Trump. Es evidente que ni el candidato ni el expresidente Trump, son de su agrado por lo cual, y ello resulta patente en el contenido de su escrito, el grado de objetividad que podemos encontrar en todo él es evidentemente poco o nada lo que, de por sí, ya pone en cuestión su interpretación de lo que puede ser verdad, lo que puede ser mentira o aquello que, simplemente, se puede poner en cuestión. 


Sería conveniente que aportase pruebas que vayan más allá de lo que es simplemente su interpretación particular. Pero no sé por qué se va tan lejos en busca de embusteros cuando los tiene usted mucho más cerca y más a mano y, si es que busca verdaderas mentiras de tamaño colosal, seguro que las encontrará en la persona de nuestro presidente, don Pedro Sánchez, un verdadero experto en la materia. Se lo recomiendo.

La lentitud gubernamental con el separatismo catalán y otros temas

Insisten en su obsesión para que en los centros educativos de la comunidad no se imparta el castellano
Miguel Massanet
martes, 31 de mayo de 2022, 10:19 h (CET)

Uno podría pensar que estamos en un país en el que rigiera aquella famosa y arcaica lengua estrafalaria e incomprensible conocida como de Babel, de la que nos habla la Biblia. En efecto, cada una de las tendencias políticas, tan numerosas en nuestra nación, parece empeñada en no entender lo que dicen las otras y que todos, al unísono, se expresan en un idioma incomprensible para el resto.


Se trata de una práctica política que podría calificarse como intento de enredar las cosas, de modo que resulten incomprensibles para los ciudadanos; a la vez que también resulta inasimilable, para el común de los mortales, la serie de contradicciones por parte de quienes nos gobiernan, que hacen de su gestión un laberinto de irregularidades,siguiendo una deriva consistente en convertir todo lo que constituye el entramado orgánico, político, económico, social, administrativo y financiero de un país, en un galimatías indescifrable; de forma que no haya ser viviente capaz de desentrañarlo, con el fin evidente de conseguir,a través del caos, los objetivos, generalmente espurios, que entran en los planes de quienes piensan que España debe acabar de ser una nación democrática para convertirse en lo que es, en la actualidad, una nación quebrada, en la miseria y sojuzgada por un comunismo totalitario e intolerante, como es la misma Venezuela del dictador Maduro.


Una y otra vez, el gobierno separatista catalán y todos aquellos organismos administrativos que forman parte de la autonomía catalana, unidos en sus esfuerzos de desterrar todo lo español de aquella región, insisten, se revuelven e inventan soluciones complicadas, a la vez que recurren a procedimientos  inadecuados y con tintes anticonstitucionales, en su obsesión para que, en los centros educativos de la comunidad, no se imparta el castellano; siguiendo en su postura de negarse a aceptar la pauta marcada por los tribunales de Justicia que, en repetidas ocasiones, vienen  ordenando que se aplique la cuota de lengua castellana en la enseñanza de alguna materia, en realidad un porcentaje del 25% de las materias que se impartan. A la requisitoria del TSJC de que se proceda a cumplir con lo ordenado al respecto, se siguen oponiendo por todos los medios, desde recursos que ya no caben hasta intentos de hacer una ley que sustituya el contenido de la sentencia mencionada; todo ello para evitar que quede fijado en un 25% de las materias enseñadas en cada escuela algo que, para los intolerantes, representa como verdadero un atentado contra la lengua catalana.


Y si ya es algo absurdo que una comunidad española se convierta en algo que desarraigar de la nación española, como es la existencia de un grupo minoritario que insiste en crear problemas que afectan a todos los españoles; todavía resulta menos creíble y merecedor de la máxima repulsa, que sea el propio Gobierno, en la persona del presidente, el que viene cediendo, consistiendo, amparando, prolongando y tolerando el  que ya llevemos años soportando que el tema catalán se haya convertido en un mal endémico que sigue amenazando, cada día con más insolencia y descaro, la unidad, marcada por la Constitución de 1978, de la nación española que  existiendo desde que Aragón y Castilla decidieron unirse en las personas de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Todo lo demás son inventos, leyendas, lecturas apócrifas y falsas interpretaciones que intentan darle, a meras ilusiones y utopías de los más cerriles de los catalanistas más acérrimos, el marchamo ser cosa cierta.


Nos causa rabia y absoluta discrepancia, el contemplar como el señor Sánchez, experto en faltar a la verdad, el engaño, la rectificación según sople el viento de la política y la gran cara dura con la que es capaz de acusar a la oposición de algo que es culpa exclusiva del gobierno y su más directa responsabilidad, como es la evidencia de que España está perdiendo su batalla contra la crisis y lo que vienen siendo sus consecuencias, agravadas por la reciente guerra de la nación ucraniana. Se presenta como conciliador y pide lealtad y unidad, cuando desprecia por completo la opinión de la oposición, les acusa de derrotistas y, ni por casualidad, toma en consideración ninguna de las propuestas que se le hacen desde los bancos opositores.


Nos choca un comentario de una periodista del panfleto catalán La Vanguardia que, desde su columna, carga contra lo que para ella son los ultras seguidores del franquismo, a los que califica de la siguiente manera: “La saña extrema de la ultraderecha pone al jaque la convivencia democrática” y se queda tan ancha. Veamos, señora Joana Bonet, si se aclara, porque parece que su sectarismo independentista no le deja ver algo que, para cualquier persona ilustrada constituye una evidencia incontestable. Usted parte de la base de que Cataluña es una nación independiente del resto de la nación española. Esto no es cierto, por tanto, la democracia forma parte de la propia esencia del estado español, regido por una Constitución aprobada por más del 52% de los ciudadanos (catalanes también) y lo que para usted es la democracia de los catalanes no puede entenderse sino dentro del concepto de democracia de toda la nación española.


Usted y quienes siguen en sus trece con el intento de independizarse, se recrean cargando contra una derecha que no está de acuerdo con el hecho de que se les den tantas facilidades para incumplir las leyes españolas. Son ustedes, los separatistas y nacionalistas catalanes los que están fuera de la ley, incumplen las normas constitucionales y esto, señores, no se puede calificar de actos democráticos ya que, la nación española, a la que pertenece Cataluña por razones históricas, desde hace más de 500 años y se reafirmó con la Constitución de 1978, tiene todo el derecho en el mundo, como harían Francia, el RU, Alemania o cualquier otra nación europea en la que, una parte de su territorio, una minoría de su población intentara, unilateralmente y por procedimientos irregulares, el abandonar al país al que pertenece; con la agravante de que, para conseguirlo, no han parado mientes en utilizar cualquier artificio, legal o ilegal, incluida la más absoluta deslealtad, desvergüenza, incontinencia verbal y trucos de personas de baja estofa, utilizados por personajes de la calaña del señor Puigdemont y de todos aquellos, incluidos los que los están subvencionando el llamado “process”, muchos de los cuales fueron elegidos como servidores de la nación española en Cataluña, por la Administración Central del Estado, que, no obstante, han incurrido en graves responsabilidades, entre las cuales se puede incluir la prevaricación y la traición, al seguir cobrando del Estado y, a la vez maquinando la independencia de la comunidad catalana.


Resulta aberrante, injusto y fruto de una mente cerrada el que califique de “saña”, con una ligereza que no dice nada bueno de su criterio. A veces es conveniente consultar el diccionario cuando se utiliza una palabra que, evidentemente, tiene connotaciones desagradables para quienes son acusados de actuar de una forma determinada y, vemos que la definición que da el DRALE sobre saña es: furor, enojo ciego o también intención rencorosa y cruel. 


Evidentemente cuando usted habla de la saña de la ultraderecha esta faltando a la verdad y es usted misma que, sin darse cuenta, está actuando con la saña que achaca a los demás. No se puede hablar, en política, de saña cuando un partido achaca a otro su postura política, su forma errónea de actuar, sus ilegalidades y sus pretensiones absurdas de conseguir la independencia. 


En ningún caso se puede argumentar que un español, sea quien sea, se sienta ofendido, maltratado, vejado y despreciado, cuando tiene que escuchar a mandatarios catalanes expresarse con el odio, el desprecio y la tirria con la que lo hacen estos “democráticos” personajes del separatismo más abyecto, que todavía resta en Cataluña, favorecido por un Gobierno que depende en absoluto de sus votos para mantenerse en el poder y que es capaz de traicionar a la nación española, permitiendo que en Cataluña sigan actuando con absoluta indemnidad quienes tienen como objetivo convertirla en una república de izquierdas, bajo el mandato de personas que han venido demostrando que no son de fiar.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no dejamos de admirarnos ante la facilidad con la que algunos periodistas, como es el caso del señor Carlos Casajuana, del panfleto La Vanguardia que, se erige en defensor de la verdad, de su verdad por supuesto, porque yo le podría recordar algunos de sus escritos en los que se puede ver lo poco que, en ocasiones, le ha importado, cuando los benefactores y los que subvencionan su periódico, le han indicado cual debiera ser la línea editorial, en algunos asuntos delicados que afectaban al separatismo catalán. Ahora se mete con alguien que está lejos y, seguramente no se entretendrá en leer su comentario. Se trata del aspirante a gobernador del estado americano de Nebraska, señor Charles Herbster, que al parecer goza del apoyo del presidente Trump. Es evidente que ni el candidato ni el expresidente Trump, son de su agrado por lo cual, y ello resulta patente en el contenido de su escrito, el grado de objetividad que podemos encontrar en todo él es evidentemente poco o nada lo que, de por sí, ya pone en cuestión su interpretación de lo que puede ser verdad, lo que puede ser mentira o aquello que, simplemente, se puede poner en cuestión. 


Sería conveniente que aportase pruebas que vayan más allá de lo que es simplemente su interpretación particular. Pero no sé por qué se va tan lejos en busca de embusteros cuando los tiene usted mucho más cerca y más a mano y, si es que busca verdaderas mentiras de tamaño colosal, seguro que las encontrará en la persona de nuestro presidente, don Pedro Sánchez, un verdadero experto en la materia. Se lo recomiendo.

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