Cuando escribo estas letras estamos esperando la designación de un nuevo papa tras las deliberaciones del Cónclave.
Un día tras otro nos encontramos con frases de admiración sobre el ritual que rodea el fallecimiento de un papa y la consiguiente elección de otro. Los diversos comentaristas (especialmente si no son creyentes) ponderan las distintas ceremonias, su perfecta organización, sus ropajes y toda la parafernalia que hay alrededor. Parece que no les gustaría que acabara pronto esta “fuente” de noticias.
Estiman que se tratan de unos ritos medievales y propios de una película del género “peplum”. La realidad es que a lo largo de los años se han ido perfeccionando los distintos procesos inherentes a la sucesión papal y se han adaptado –relativamente- a los nuevos tiempos, en los que los medios se cuidan de captar y resaltar cualquier detalle por nimio que sea. Después otras mentes y otros tertulianos le sacarán punta.
Los miembros del “segmento de plata” hemos tenido la oportunidad de asistir a estas ceremonias en varias ocasiones. He podido seguir los cónclaves realizados tras la muerte de Pío Xll, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Francisco. En una ocasión (1978) hasta dos veces. Jamás han sido tan analizados al detalle.
Desde mi modesta opinión de cristiano de a pie, me parece excesivo todo este pandemónium. Quizás es por mi tendencia a la radicalidad (vuelta a las raíces). La elección de San Pedro fue mucho más sencilla. Sí, ya sé que eran otros tiempos. Pero los árboles, a veces, nos impiden ver el bosque. En estos días hemos visto a los “paparazzi” asaltado a los cardenales por las esquinas vaticanas, en una especie de “Sálvame” pontificio. Los cardenales deben ser tan solo la voz del Espíritu Santo, que tras una búsqueda serena y laboriosa, les indique la persona que servirá de guía de una Iglesia en marcha. Deben representar el cable transmisor de la luz del Evangelio. Lo importante no es el medio, sino el mensaje.
Espero que el Espíritu Santo responda con prontitud. Que el nuevo papa proceda con firmeza a gobernar la barca de Pedro que está azotada constantemente por vientos y tempestades. Nada nuevo bajo el sol. El Evangelio ya nos lo advierte. “Bienaventurados cuando seáis perseguidos por mi causa”. Mucho ojo. Todas las cañas mediáticas que están alrededor del ceremonial, pronto se volverán lanzas. El papa volverá a ser considerado de izquierdas y de derechas, retrogrado y progresista, homófobo, racista, machista y lo que se le ocurra a cualquier analista desinformado. Todo esto entra en el sueldo. Entretanto… a rezar.
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