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Desde nuestro nacimiento, somos caldo de cultivo de toda clase de padecimientos y enfermedades. Primero bastante suaves, pero a lo largo de los años, estos síntomas se van identificando y marcando el devenir de muestras vidas. Gracias a Dios la medicina preventiva y terapéutica consigue retrasar y paliar el posible deterioro de las personas y, sobre todo, ayuda a sobrellevar los procesos degenerativos del ser humano.
Los prebostes de todo el mundo se afanan en perpetuar su presencia en cualquier tipo de celebraciones propagandísticas que se produzcan en su campo de acción. No se trata de los “telesforos”: esos seres casi desconocidos, que aprovechan la toma de un plano del discurso o declaraciones del político de turno para asomar la “gaita” por donde pueden.
Las actividades deportivas, como tantas otras, son muy beneficiosas hasta que intentan superar los límites naturales. Lo que me preocupa sobremanera es la profesionalización del deporte y la creación de figuras deportivas de laboratorio.
La antigua frase que nos decían cuando éramos pequeños: “cuando seas padre… comerás huevos”, se convierte en peccata minuta cuando vives la auténtica realidad. Ser padre conlleva una gran responsabilidad. Pertenezco a una generación que aceptaba la normativa paternal sin rechistar; si no había explicación plausible, los padres recurrían al “porque lo digo yo”. Respetábamos, quizás exageradamente, la figura paternal y no discutíamos sus decisiones.
Ya hace bastantes años que dedico parte de mi tiempo libre a la realización de rompecabezas de dos a tres mil piezas, con las que voy llenado paredes de mi casa y de la de mis hijos. Durante años los he comprado o me han sido regalados por alguien interesado en que se lo armara y se lo devolviera terminado.
Rebuscando entre mis recuerdos, ha aparecido una foto que me ha retrotraído la friolera de cincuenta y siete años. Dicha instantánea está tomada en la feria de Málaga, cuando aun se celebraba en el parque. Recoge a una de aquellas viejas pandillas que aun perduran en nuestro recuerdo y que motivan el encuentro de los supervivientes los primeros viernes de cada mes.
A lo largo del verano me encuentro en ocasiones con un vecino playero. Periodista curtido en muchas redacciones. Con toda una brillante carrera que culminó como Presidente de la Asociación de la Prensa de Málaga. Se trata de Rafael Salas. Cada vez que nos encontramos nuestra conversación deriva hacia los libros, la prensa y la radio, de los que somos auténticos forofos. Acabamos transmitiéndonos nuestras inquietudes y detallando el desarrollo de nuestro segmento de plata.
Ayer tuve la oportunidad de conversar con un hombre de ciento cuatro años.Lo conocí a través de las curiosas circunstancias que se rodearon para permitirme gozar de ese par de horas en las que pude disfrutar de su compañía. La cosa surgió de improviso. Estaba en el hogar de mayores del Rincón junto a mi amigo “pies de plata”, buscando una pareja que se quisiera enfrentar a nosotros en una de nuestras “exhibiciones” con el dominó.
Según dicen los investigadores el chamán nace en la prehistoria y se asienta en las sociedades de cazadores-recolectores, como depositario de la sabiduría. Suelen ser elegidos por familias y sometidos a un riguroso entrenamiento. Se “comunican” con los espíritus a fin de corregir los errores de la comunidad a la que pertenecen.
Durante gran parte de mi vida me ha costado mucho trabajo aceptar mis errores. Se supone que es por un prurito de egolatría, o por la tendencia natural que tenemos los seres humanos de “mantenella” en vez de “enmedalla”. Gracias a Dios uno va madurando. “A la vejez viruelas”. Y cada vez me cuesta menos trabajo comprender que uno es una máquina de cometer despistes.
A la mayoría de los españolitos de a pie no les dicen nada estas siglas. Paso a explicarlo. Se corresponden con la Instrucción Premilitar Superior. Aquella forma que los estudiantes de los sesenta teníamos para cumplir el servicio militar.
El otro día escuche en la radio cómo le hacían a varios tertulianos la socorrida pregunta: ¿Qué libro se llevarían a una isla desierta? Los interrogados echaron manos de diversos tópicos y lugares comunes, que por lo manidos, ni recuerdo. Me puse a pensar serenamente y decidí que, finalmente, me llevaría el Nuevo Testamento.
Desde que tengo uso de razón he sentido una gran admiración los miembros de la judicatura. Les veía como una serie de venerables señores, que se habían pasado más de media vida preparando unas oposiciones en las que se habían dejado la vista, el pelo y la juventud.
Hace más de 12 años que fui invitado por un periódico digital a redactar una columna semanal sobre el segmento de plata. A lo largo de ese tiempo he redactado unas seiscientas maneras de hacer más presente y operante al “segmento de plata”. Una especie de rincón de los “jubiletas” en el que se le sigue sacando jugo a unas vidas que se encuentran en su tercera etapa.
Nuestra relación con las urnas se asemeja a nuestro paso por algunas aficiones. Al principio las cogemos con interés, intentamos informarnos de cuanto hay a su alrededor y acabamos olvidándonos de ellas hasta que aparezcan otras.
Añoro aquellos tiempos en que cada día aparecían en mi buzón un cerro de cartas. No ha pasado tanto tiempo. Durante mi vida laboral como agente comercial, la labor de los esforzados carteros fue imprescindible para mi negocio. Pedidos, facturas, catálogos, tarifas, instrucciones de venta. Se cruzaba todo un conjunto de correspondencia que ponía en marcha y organizaba toda mi vida comercial.
Hemos pasado de la “gloriosa” etapa del nacionalcatolicismo, en la que todo era cumplimiento y parabienes, a una especie de paso a la persecución solapada y el ninguneo –cuando no desprecio- hacia la Iglesia Católica. Los cristianos de a pie vemos como desciende de una manera exagerada el número de los que se consideran católicos, mientras muchos renuncian a su pertenencia a una fe que confesaron en su día, y que hoy la consideran como algo “cultural” y arcaico.
Asistimos con estupor al desaforado cruce de insultos entre los señores políticos. Esta actitud no solo demuestra la escasa educación de los contendientes, sino que manifiesta la deficiencia oratoria que se le debe de exigir a aquellos que intentan convencer de sus ideas, con sus palabras, o intentan refrendarlas con los hechos.
La disputa entre dos comunidades religiosas de monjas de clausura, ha inundado los programas de televisión y las editoriales de los periódicos. Los medios están hartos de elecciones y componendas y se han agarrado a este tema como si se tratara de un clavo ardiendo.
Nos hemos acostumbrado a hablar del “emérito” de una forma peyorativa y, casi siempre, con una malévola segunda intención. En mi “segmento de plata" de hoy voy a romper una lanza en favor del verdadero sentido de dicho término y la excelente conexión con nuestra labor como jubilados “en servicio”.
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