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A la mayoría de los españolitos de a pie no les dicen nada estas siglas. Paso a explicarlo. Se corresponden con la Instrucción Premilitar Superior. Aquella forma que los estudiantes de los sesenta teníamos para cumplir el servicio militar.
El otro día escuche en la radio cómo le hacían a varios tertulianos la socorrida pregunta: ¿Qué libro se llevarían a una isla desierta? Los interrogados echaron manos de diversos tópicos y lugares comunes, que por lo manidos, ni recuerdo. Me puse a pensar serenamente y decidí que, finalmente, me llevaría el Nuevo Testamento.
Desde que tengo uso de razón he sentido una gran admiración los miembros de la judicatura. Les veía como una serie de venerables señores, que se habían pasado más de media vida preparando unas oposiciones en las que se habían dejado la vista, el pelo y la juventud.
Hace más de 12 años que fui invitado por un periódico digital a redactar una columna semanal sobre el segmento de plata. A lo largo de ese tiempo he redactado unas seiscientas maneras de hacer más presente y operante al “segmento de plata”. Una especie de rincón de los “jubiletas” en el que se le sigue sacando jugo a unas vidas que se encuentran en su tercera etapa.
Nuestra relación con las urnas se asemeja a nuestro paso por algunas aficiones. Al principio las cogemos con interés, intentamos informarnos de cuanto hay a su alrededor y acabamos olvidándonos de ellas hasta que aparezcan otras.
Añoro aquellos tiempos en que cada día aparecían en mi buzón un cerro de cartas. No ha pasado tanto tiempo. Durante mi vida laboral como agente comercial, la labor de los esforzados carteros fue imprescindible para mi negocio. Pedidos, facturas, catálogos, tarifas, instrucciones de venta. Se cruzaba todo un conjunto de correspondencia que ponía en marcha y organizaba toda mi vida comercial.
Hemos pasado de la “gloriosa” etapa del nacionalcatolicismo, en la que todo era cumplimiento y parabienes, a una especie de paso a la persecución solapada y el ninguneo –cuando no desprecio- hacia la Iglesia Católica. Los cristianos de a pie vemos como desciende de una manera exagerada el número de los que se consideran católicos, mientras muchos renuncian a su pertenencia a una fe que confesaron en su día, y que hoy la consideran como algo “cultural” y arcaico.
Asistimos con estupor al desaforado cruce de insultos entre los señores políticos. Esta actitud no solo demuestra la escasa educación de los contendientes, sino que manifiesta la deficiencia oratoria que se le debe de exigir a aquellos que intentan convencer de sus ideas, con sus palabras, o intentan refrendarlas con los hechos.
La disputa entre dos comunidades religiosas de monjas de clausura, ha inundado los programas de televisión y las editoriales de los periódicos. Los medios están hartos de elecciones y componendas y se han agarrado a este tema como si se tratara de un clavo ardiendo.
Nos hemos acostumbrado a hablar del “emérito” de una forma peyorativa y, casi siempre, con una malévola segunda intención. En mi “segmento de plata" de hoy voy a romper una lanza en favor del verdadero sentido de dicho término y la excelente conexión con nuestra labor como jubilados “en servicio”.
Personalmente necesito pararme y pensar por lo menos una vez al año. Me sienta mejor que una prolongada estancia en uno de esos balnearios con “spa” y sopicaldos. En la vida, aunque nosotros no queramos, estamos enganchados a lo que nos rodea; como si una reata de ganado nos envolviera.
Aquellos que podemos hablar con soltura del mundo de mediados del siglo XX, nos encontramos a menudo con “amigos” que te dicen sin recato: ¡Qué bien te encuentras! Tate; estás hecho una birria y eres otra de las victimas del edadismo. Ese tipo de persecución que sufrimos los que no jugamos al tenis a diario y que repetimos un par de veces las mismas cosas.
Cuando nos encontramos en época de elecciones, los políticos aparecen totalmente sonrientes ante sus seguidores. Se trata de una tónica general. En el momento en que entran al lugar donde se celebra el mitin, todos comienzan a aplaudir como si no hubiera un mañana. Los ponentes y los asistentes exhiben una amplia sonrisa “profidén”.
Los miembros del segmento de plata, a los que envío estas reflexiones especialmente, somos muy proclives a manifestar nuestro rechazo a muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor. Sin darnos cuenta, caemos en el síndrome del “abuelo Cebolleta” proclamando aquello de “en mis tiempos…”.
Matusalén es un personaje del Antiguo Testamento. En uno de sus libros se supone que vivió 969 años. Esta cifra surge de la genealogía (bastante inventada) que conecta a Adán y Eva con Noé. La serie de datos que se fueron transmitiendo oralmente de generación en generación, permitió establecer unas cifras que son claramente rebatibles. Parece ser que alguno de los recopiladores de textos anteriores, confundió los años con los meses
Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.
Ha llegado un momento en que tenemos que andar por la vida como el simpático alcalde-cabrero de la serie “El pueblo”. Este hombre va cargado con un diccionario a todas partes, con el fin de entender los “palabros” que escucha a su alrededor.
En la vida corriente se suele decir que el peligro familiar procede de los cuñados (especialmente en las comidas de navidad), de las suegras (en todo momento) y de los primos-primas retirados (que a veces se arriman demasiado). Pero salvando las bromas, creo que es muy necesario para los políticos gozar de unos familiares en los que no se pueda poner en duda una asepsia total en sus obras, pensamientos y deseos.
A lo largo de la historia hemos accedido a infinitos golpes de timón por parte de los dirigentes políticos de turno. Los discursos y los hechos de los detentadores del poder, están llenos de cambios de rumbo, que les permiten llevar a cabo actuaciones que influyen poderosamente en el presente y el futuro de los pueblos.
Sí, ya sé que muchos de los lectores no son creyentes, ni tienen en cuenta los mandamientos. Pero da la casualidad que esta “recomendación” la puede presentar cualquier religión y, especialmente, la ley natural. El ser humano ha recurrido a la mentira y la envidia desde siempre. Nada hay nuevo bajo el sol. Pero corren tiempos en los que el Pinocho de los cuentos infantiles queda a la altura del betún ante los personajes que pululan por el mundo.
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