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Las clases dominantes de los países de la Unión Europea han dado un gravísimo paso en su entrega, económica, política y militar, a la superpotencia estadounidense y a sus inaceptables exigencias para que financiemos sus esfuerzos para tratar de retrasar su ocaso imperial.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el de Estados Unidos, Donald Trump, acaban de escenificar una auténtica y desvergonzada obra de teatro. Trump no ha buscado con la UE un buen acuerdo comercial para los intereses de la economía estadounidense, como él se empeña en decir. Y en lo que ha cedido von der Leyen no es en materia arancelaria para evitar los males mayores de una escalada de guerra comercial. El asunto va por otros derroteros.
Europa y EE.UU. representan casi el 30% del comercio global de bienes y servicios y el 43% del PIB mundial y, según Eurostat, el comercio transatlántico de bienes y servicios alcanzó los 1,6 billones de euros en 2023. El acuerdo comercial alcanzado entre Trump y Von der Leyen impone un arancel fijo del 15% a todos los productos fabricados en la UE, arancel que en la práctica se dispararía hasta el 30% dada la apreciación del euro frente al dólar.
En 1516, una zona de tres hectáreas en la ciudad de Venecia, Italia, fue designada como el área en donde los judíos tenían que vivir. Dado que la zona se encontraba en un lugar donde antes había una planta de fundición de cobre, se la denominó “geto”, que en dialecto veneciano significa “fundición”. La práctica de confinar por la fuerza a los judíos en estos “guetos” se extendió y alcanzó su clímax más brutal y asesino bajo el régimen nazi, durante las décadas de 1930 y 1940.
Este 22 de julio de 2025, el presidente Donald Trump ha anunciado ante el mundo, una vez más, la retirada de Estados Unidos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). La decisión, que entrará en vigor oficialmente a principios del 2026, se sustenta en una retórica ya conocida: acusaciones de “sesgo pro-palestino”, “agenda woke” y “control globalista”.
Cuando Donald J. Trump regresó a la contienda electoral con la promesa de endurecer su política comercial, pocos anticiparon la magnitud del nuevo paquete arancelario que marcaría su segundo mandato como un episodio económico lamentable y sin precedentes.
Cuando el egoísmo y la avaricia gobiernan el mundo, aplastan a los más débiles sin pensar que, al morir, no se llevaran nada. En un mundo donde el poder, el dinero y la influencia parecen ser los únicos lenguajes reconocidos, el egoísmo y la avaricia se han convertido en motores silenciosos, pero devastadores, de nuestras sociedades.
Con los ataques, cuidadosamente preparados, a la población inmigrante en Torre Pacheco, los patriotas trumpistas en España tratan de lanzar una ofensiva siguiendo la línea que está llevando la Administración Trump en Estados Unidos. Porque tras la política de Trump, xenófoba y racista, hay claramente un auténtico objetivo; que no es la “remigración” para expulsar a todos y eliminarlos como fuerza laboral del país, sino enfrentar y dividir al pueblo trabajador.
En los primeros meses del presente año, asumió la administración Donald Trump y una de sus primeras medidas fue ordenar la desclasificación total de documentos relacionados con uno de los temas más sensibles a la historia estadounidense del último siglo: el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy en 1963.
El río Guadalupe, en el estado de Texas, debe su nombre, según una etimología popular, a la expresión árabe “wādī al-lubb”, que significa “río oculto”. Sin embargo, en las primeras horas del viernes 4 de julio, el río Guadalupe estuvo lejos de permanecer oculto. En plena noche, fuertes lluvias desataron una crecida repentina que transformó ese cauce, normalmente sereno, en un torrente embravecido que se elevó unos diez metros por encima de su nivel habitual.
En el soberbio ataque continuo de Trump a sus “queridos aliados” ha lanzado una muy significativa amenaza de fondo, “castigará” con un 10% de aranceles adicional a los países europeos que cooperen económicamente con los países que integran los BRICS. En ese ficticio lenguaje consabido de Trump, que encarna a Humpty Dumpty, “la cuestión es saber quién es el que manda”, amenaza a cualquier país que se alinee con las “políticas antiestadounidenses de los BRICS”.
El Día de la Independencia de Estados Unidos ha llegado en un momento en que esa unión de estados imperfecta, proclamada públicamente el 4 de julio de 1776, enfrenta una amenaza existencial. En su deriva autoritaria, el presidente Donald Trump concentra cada día más poder, sin que la mayoría republicana en el Congreso ni la mayoría conservadora de la Corte Suprema le impongan frenos.
Los intelectuales de izquierdas dedicamos toda la vida a tratar de explicar en miles de artículos y libros cómo funciona el capitalismo y, de pronto, quienes lo gobiernan y se aprovechan de él lo muestran con toda claridad en una línea. Eso es lo que han hecho, con unos días de diferencia, el hombre más rico del mundo, el político más poderoso del planeta y el representante de las grandes empresas españolas.
En plena escalada diplomática por la exigencia del presidente estadounidense Donald Trump de que los aliados de la OTAN destinen el 5% de su PIB a defensa, y bajo la advertencia de que quienes no lo hagan afrontarán condiciones comerciales más duras, Ipsos ha publicado un estudio donde mide las actitudes de la población global sobre las políticas económicas de Trump.
La reciente exigencia de Donald Trump de que los países de la OTAN eleven su gasto militar hasta el 5% del PIB no es solo una propuesta desproporcionada, es un intento de imponer un modelo unilateral que ignora las realidades sociales, económicas y políticas de sus aliados. Entre ellos, España, que con firmeza democrática ha respondido que no está dispuesta a sacrificar su Estado del bienestar para complacer caprichos ajenos a su soberanía.
Cada día que pasa, la violencia ejercida por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos se vuelve más intensa y generalizada. Un ejemplo brutal y representativo de ello fue el reciente arresto violento de Narciso Barranco en la ciudad californiana de Santa Ana.
El 21 -22 de junio, por primera vez en la historia universal, se lanzaron mega-bombas penetra-búnkeres contra plantas atómicas. Tras que los norteamericanos enviaron decenas de aviones, incluyendo los mejores del mundo (B-2), devastando Fordo, Natanz e Isfahán, Trump afirmó que “habían borrado las instalaciones nucleares iraníes” y que era el momento de ir hacia la paz.
En un momento mundial en el que nos inundan la conciencia con que un Estados Unidos presidido por Trump impone, con la mayor arbitrariedad e impunidad, su dominio por doquier, un hecho, que parece pequeño, ‘el no de Sánchez al 5% de Trump’, es una brizna en la Unión Europea, una brizna de defensa de la soberanía nacional frente a los dictados de la superpotencia estadounidense, una brizna de defensa de nuestro país, una brizna de defensa de nuestros intereses.
Decía Confucio que cuando el sabio señala a la Luna, el necio mira al dedo. Quizás este sea uno de los problemas de la modernidad. Parece que en Sevilla hay conmoción porque a la Macarena le han alterado las pestañas. Quizás más triste hubiera sido descubrir que no se cumplen (sobre todo por lo de las guerras) las enseñanzas del Evangelio.
Alentar la idea de la megalomanía de Trump, de sus improvisados exabruptos o de su ignorancia en materia internacional como forma de explicar la intervención bélica estadounidense en Medio Oriente es una simplificación ingenua y peligrosa. Por el contrario, la utilización inmediata de una violencia calculada revelan diversas formas de ejercicio de actualización del sistema de control mundial punitivo.
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