La reciente exigencia de Donald Trump de que los países de la OTAN eleven su gasto militar hasta el 5% del PIB no es solo una propuesta desproporcionada, es un intento de imponer un modelo unilateral que ignora las realidades sociales, económicas y políticas de sus aliados. Entre ellos, España, que con firmeza democrática ha respondido que no está dispuesta a sacrificar su Estado del bienestar para complacer caprichos ajenos a su soberanía.
Trump, en su conocida retórica agresiva, ha vuelto a utilizar la alianza atlántica como una herramienta de presión geopolítica. Desde hace años insiste en que sus socios “no aportan lo suficiente” y ha llegado a amenazar con retirar el apoyo de EE.UU. a los países que, según él, no cumplen con sus “obligaciones”. Pero ¿desde cuándo la solidaridad entre naciones se mide con ultimátum?
Actualmente, España estaba destinando aproximadamente un 1,28% de su PIB al presupuesto de defensa, en este año 2025 va intentar llegar al 2%, algo que estaba marcado hasta 2029, como parte del compromiso colectivo que habían establecido todos los países aliados. Este objetivo ya supone un esfuerzo presupuestario considerable, más de 10.000 millones de euros, a pesar de la falta de presupuesto que se necesita en sanidad pública, educación, vivienda etc. ¿de dónde van a salir todos esos millones?
El salto al 5% que plantea Trump no solo sería inasumible, sino directamente destructivo para el tejido social español. Elevar el gasto militar hasta esa cifra supondría destinar más de 65.000 millones de euros al año, el equivalente a todo el presupuesto anual de educación en el año 2023, en sanidad pública en 2023 fueron 97.058 millones, teniendo en cuenta que a día de hoy la situación es mucho más precaria, estamos en 2025.
¿Cree el presidente de EE.UU. que estamos dispuestos a recortar nuestras becas, nuestros hospitales o la atención a nuestros mayores, para alimentar una industria armamentística que no responde a las necesidades reales de nuestra ciudadanía?
Pedro Sánchez, en un gesto de dignidad política, pocas veces visto en foros internacionales, ha alzado la voz para decir lo que muchos otros piensan, pero no se atreven a expresar. España no puede, ni debe, comprometer su desarrollo social por una exigencia unilateral. “No se trata de gastar más, sino de gastar mejor”, dijo con claridad, defendiendo un modelo de seguridad integral que incluya también prevención, cooperación internacional, ciberdefensa y ayuda humanitaria.
La postura española no es una excepción. Otros países como Italia, Portugal, Canadá o Bélgica, y algunos más, comparten preocupaciones similares, y muchos dudan, en voz baja, del sentido estratégico de seguir escalando presupuestos en plena crisis climática, sanitaria y social. Sin embargo, la mayoría calla y sonríe a Trump. Callan por diplomacia, por temor o por conveniencia. Solo España ha hecho valer su voz con argumentos, no con sumisión, porque es la realidad, no podemos asumir ese gasto.
Resulta inquietante que Trump, que ya mostró en su anterior mandato una actitud despectiva hacia la OTAN, vuelva ahora a presentarse como su salvador, a condición de que los demás se arrodillen. No se puede construir una alianza entre iguales sobre la base de amenazas o superioridades económicas. España es un país soberano, miembro pleno de la OTAN por voluntad democrática, y su compromiso con la paz y la seguridad internacional está fuera de duda. Pero ese compromiso no puede ser excusa para chantajes o imposiciones.
Defender la soberanía no es un acto de confrontación, sino de responsabilidad. En un mundo donde las tensiones crecen por minutos, necesitamos más diplomacia, más diálogo y más inversiones en cohesión social. Lo contrario, más armas, más gasto y más servilismo, no es seguridad, es renunciar a ser dueños de nuestro propio destino. Al mismo tiempo que gastamos miles de millones en armamento, restando los recursos ya mermados que nuestros ciudadanos llevan reclamando demasiados años. España no puede sacrificar su futuro ni su soberanía por el delirio de grandeza de un líder populista extranjero. La verdad solo tiene un camino, independientemente de colores o partidos, y España no puede asumir ese gasto, bajo ningún concepto.
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