Quiero creer que el presidente del gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, es una persona honrada. Lo creo y estoy dispuesto a aceptar que haber nombrado a dos personas, digámoslo así, equivocadas para el tercer cargo más importante en la dirección de su partido es solamente el resultado de un error.
Siendo así, hay tres razones por las que me parece decepcionante, por incomprensible e insuficiente, la respuesta que ha dado al descubrimiento de que su secretario de Organización, Santos Cerdán, estaba presuntamente involucrado en las actividades de las que se ha tenido noticia.
En primer lugar, me sorprende y no puedo entender que Pedro Sánchez haya respondido con la misma propuesta que anunció Mariano Rajoy en su día, hacer una auditoría externa de las cuentas del PSOE. Yo no soy auditor, pero, desde mi escaso conocimiento, creo que una auditoría no es lo que podría detectar comportamientos como los de Abalos y Cerdán u otros militantes del Partido. Incluso me parece que ni siquiera permite descubrir con seguridad si ha habido o no financiación irregular. Para eso hacen falta investigaciones de otra naturaleza.
Además, Pedro Sánchez sigue olvidando algo que se suele pasar por alto cuando se afrontan casos de corrupción semejantes.
No estamos solamente ante el comportamiento vergonzoso y presuntamente delictivo de unos chorizos. Para que ese tipo de hechos se produzca es imprescindible el concurso de otras dos partes: las empresas que pagan (de las que, significativamente, apenas se habla) y la administración pública que se deja llevar por la influencia de quienes buscan su beneficio personal.
Lo que se necesita no es una auditoría del PSOE que es casi imposible que pueda detectar por sí misma irregularidades de esa clase en el comportamiento de sus dirigentes. ¿Para cuándo una investigación profunda y medidas de cirugía mayor sobre las condiciones de base que permiten estas prácticas corruptas tan abundantes, si no generalizadas, bajo gobiernos del Partido Popular y PSOE?
Una segunda respuesta de Pedro Sánchez que me sorprende y decepciona es la de hacer cambios en la Ejecutiva de su Partido (lo que también hizo Rajoy). ¿No fue él quien nombró a Abalos y Cerdán y, por tanto, quien se equivocó? ¿Por qué cesar a otras personas, entonces? ¿Acaso sospecha que pueda haber más cargos socialistas en el mismo caso que esos dos? Si no es así, ¿por qué no se limita a sustituir al secretario de Organización dimitido? Si es tan grave la situación ¿no le correspondería resolverla a un Congreso Extraordinario? Tampoco lo puedo entender.
Finalmente, tampoco entiendo que el responsable de cualquier tipo de organización se mantenga en su cargo cuando se detecta, por segunda vez, que ha cometido un error tan grave y que le hace tanto daño como el desacierto de Pedro Sánchez a su partido. Si ha nombrado en dos ocasiones a las personas equivocadas para un puesto de tan alta responsabilidad ¿Qué seguridad se puede tener ahora sobre cualquier otro de sus nombramientos?
El mayor lastre de las democracias de nuestro tiempo es que apenas hay rendición de cuentas y que, cuando se rinden, apenas tienen consecuencias. No puede bastar con pedir perdón, como hizo el Rey Juan Carlos, quien pudo seguir cometiendo fechorías después de hacerlo, precisamente, porque de nada sirvió que se limitara a pagar la cuenta del pedir perdón, por muy humillante y vergonzoso que fuese para un monarca.
Por eso tampoco puedo explicarme que Pedro Sánchez no haya dimitido como secretario general del PSOE.
Y, justo porque su reacción me parece sorprendente por esas tres circunstancias, me resulta igualmente incomprensible la falta de respuesta en el interior de su partido, o que simplemente se le pida que adelante la convocatoria de elecciones generales.
¿Qué debe ocurrir en opinión de quien se lo exige, debe convocar elecciones porque se ha equivocado gravemente para volver a presentarse como candidato del PSOE? ¿No es eso una contradicción flagrante? ¿Qué se busca, sanar al Partido o acabar con el gobierno de coalición? Y si se cree que esto último es necesario ¿por qué no decirlo claramente, reclamando al mismo tiempo la dimisión de Sánchez como secretario general? ¿No se estará mezclando todo?
Por último, también me sorprende que la militancia del PSOE siga sin poner sobre la mesa un asunto capital cuando las consecuencias de no hacerlo son ya tan evidentes. Me refiero a la conversión de su partido (tan necesario para España y, sobre todo, para los grupos sociales más desfavorecidos) en una organización cesarista, y no sólo desde que Sánchez es su secretario general. Algo que es incompatible con la democracia interna y la existencia de los contrapoderes que son los únicos mecanismos que pueden evitar que personas como Abalos y Cerdán y otros como ellos hayan llegado y lleguen a donde han llegado para hacer lo que parece que han hecho. Y eso, por no hablar de otros debates en los que no ha sido capaz de entrar y que posiblemente tengan que ver con todo eso: la equivocada mezcla entre partido y gobierno; dejar la dirección de las organizaciones en manos de miembros del Ejecutivo que ni siquiera viven en sus respectivos territorios y que tienen ocupaciones más relevantes; analizar cuándo conviene gobernar, para qué y con quién; cómo debe ejercerse la oposición; o las formas de evitar que la impostura y el arribismo de quien ni siquiera cree en el partido se imponga sobre la fuerza de la auténtica militancia, entre otros.
Si Pedro Sánchez y su partido y los demás que forman y apoyan al gobierno no reaccionan pronto y de ora forma, más vale que vayan preparando las maletas. Y, en ese caso, también a todos ellos habrá que pedirle cuentas.
No se puede transformar la sociedad si se actúa a imagen y semejanza del mundo que supuestamente se quiere cambiar por otro mejor. No se puede permitir que tengan responsabilidades quienes están en la vida política sin propósito, o sin otro distinto al de beneficiarse de ello. Y tampoco deberíamos olvidarnos de lo fundamental: igual que no es suficiente con que los dirigentes que se equivocan gravemente o actúan con deshonestidad pidan perdón, tampoco basta con que las personas corrientes nos indignemos en la barra de los bares. Si no queremos que pasen estas cosas, debemos participar en la política, denunciar y movilizarnos de cualquier manera que tengamos a nuestro alcance.
|