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Quiero creer que el presidente del gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, es una persona honrada. Lo creo y estoy dispuesto a aceptar que haber nombrado a dos personas, digámoslo así, equivocadas para el tercer cargo más importante en la dirección de su partido es solamente el resultado de un error.
Estoy harto de tener que leer casi diariamente noticias sobre mordidas, comisiones y demás vergüenzas y delitos presuntamente cometidos por militantes o personajes del entorno de los partidos de izquierda. Casi siempre del PSOE, seamos claros.
Este pasado domingo se celebró en Madrid un encuentro de economistas y políticos liberales. En realidad, de ultraliberales, libertarios o anarcocapitalistas, como ellos mismos se autodenominan, y entre los que se encontró como artista invitado el inefable presidente argentino Javier Milei.
Los medios de comunicación de todo el mundo llevan meses informando de los recortes de Elon Musk en Estados Unidos ejecutados con incesantes soflamas contra el Estado y el despilfarro con que gasta el dinero público. Ahora se pelea con su jefe, el presidente Trump, porque dice que su ley presupuestaria va a producir más déficit y deuda, y este último lo amenaza con quitarle los miles de millones de dólares que recibe del gobierno.
La Comisión Europea acaba de amenazar al gobierno de España con llevarlo a los tribunales si bloquea la compra del Banco de Sabadell por el BBVA. Asegura que «no ve razones que justifiquen el bloqueo». Con anterioridad, habían dado su visto bueno a la operación, o no se habían opuesto a ella, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, el Banco de España y el Banco Central Europeo.
Quien haya leído mis opiniones desde hace tiempo sabrá que estoy muy alejado de cualquier tipo de nacionalismo. Aunque, curiosamente, no lo estoy en contra de ninguna de las dos acepciones que la Real Academia de la Lengua da a ese término: a) Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia y b) Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse como Estado.
Para cualquier persona relacionada o interesada con el mundo universitario, Harvard es como una especie de diosa del Olimpo. Es la universidad más antigua de Estados Unidos y está habitualmente entre las cinco mejores del mundo y la primera en algunos ranking. Con diferencia, es la más rica.
Los economistas de todo el mundo, los políticos e incluso la gente normal que analiza lo que está ocurriendo en Estados Unidos, desde que Donald Trump asumió como presidente para su segundo mandato, están doblemente divididos. Por un lado, discuten si lo que está haciendo el mandatario es una locura sin fundamento o si, por el contrario, responde a alguna estrategia inteligente o profunda.
Esta mañana he recibido una llamada de un número desconocido. Al contestar, enseguida una voz masculina me pide antes que nada disculpas por haberme llamado. Me dice que lee habitualmente lo que escribo y que estaba preocupado porque no le llegaba nada desde hacía tiempo. Me sentí conmovido porque no esperaba recibir semejante muestra de afecto y yo diría que de cuidado. Por eso escribo estas letras por si acaso le ha pasado lo mismo a otras personas.
Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.
Leo en diversos medios que el Grupo Parlamentario Sumar va a presentar en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley para instar al Gobierno a que impulse la fase de decisión y adopción del marco legislativo que permita la emisión del euro digital, a fin de reducir la dependencia que hay en la UE de las dos compañías estadounidenses de pago con tarjeta, Visa y Mastercard. Me ha chocado mucho semejante iniciativa.
La opinión que más escucho cuando oigo hablar de Donald Trump, incluso en boca de académicos o gente bien informada, es que está loco. Es cierto que su comportamiento, tan diferente al de quienes nos hemos acostumbrado a ver como dirigentes y líderes mundiales, induce a pensar así.
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