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Cuando quede atrás
nadie me recordará,
habré perdido el tiempo,
nada más.
Cuando quede atrás
me verán como la que...
no ha sabido ganar.
Cuando quede atrás,
puede que alguno se ría
de mi fracaso.
Cuando eso suceda no diré:
"hasta otra",
sino que diré: "adiós".
No me quedaré contemplando
las reacciones de ningún ser
ni sentiré su alegría.
Nadie llamará por mí
para recuperarme de aquel
espacio oscuro en que estaré
escondida,
esperando no ser vista.
Pero no será mi fin,
encontraré nuevos entretenimientos,
nuevas pasiones y pasatiempos.
Puede que también encuentre
el verdadero amor de un hombre
al que no le haya importado
que me haya quedado atrás.
Puede que aprenda de la vida
lo que no he aprendido
estando entre los primeros.
Puede que sea bueno
irse quedando.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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