| ||||||||||||||||||||||
Recientemente escuchaba un podcast sobre la ortografía y su vínculo con el clasismo, lo cual me recordó un artículo de Arturo Pérez-Reverte titulado "Ahora le toca a la lengua española". En él, se cita un comentario de un internauta que afirmaba: “Las reglas gramaticales fueron creadas por las élites para someter al pueblo y decir que es inculto”.
Quizás hayas escuchado la siguiente expresión: El cuerpo habla. La primera impresión es la que perdura. Un gesto puede decir más que mil palabras. El cuerpo revela lo que ocultas. ¡Él no me hace sentir segura! ¡No me siento segura a su alrededor!
Es cierto que “el lenguaje está vivo”, que responde al uso que la generalidad hace de él, modelándolo, puliéndolo y “dejando en la cuneta” los términos obsoletos o tan recargados que no cumplen la función necesaria de ayudar a comunicarnos entre nosotros. Pero “una cosa es modernizar la lengua y otra reducir sus posibilidades”.
Este código “universal” de discursos políticos y burocráticos inconsistentes ha sido publicado por "Zycie Warzawy", una conocida revista de Varsovia, la capital polaca. Se trata de una broma estudiantil que desmonta, de modo audaz y excelente, los mecanismos del lenguaje “oficial” de algunos funcionarios y directivos de organizaciones o empresas.
El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.
Fue Antonio Gramsci uno de los fundadores del Partido Comunista italiano, a principios de la década de 1920. Destacó sobre todo por su aportación teórica. Consideró el italiano la existencia de un sentido común hegemónico en cada momento, reflejo del sentido común de la denominada, en la jerga marxista, clase dominante.
Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre un asunto que puede parecerles académico o excesivamente formal, pero que tiene que ver con la intrincada danza del discurso y la confrontación de ideas: las falacias argumentativas, las cuales se erigen como trampas sutiles, desvíos lógicos que, a menudo inadvertidos, socavan la solidez de nuestros razonamientos y envenenan el intercambio comunicacional constructivo.
Surge el comentario de hoy desde las actitudes adoptadas en relación con las actividades diarias, con especial referencia a la velocidad y precipitación de las acciones; causantes de tantos agobios como imprecisiones y olvidos, sin tiempo para el mínimo remanso reflexivo. Todo ello se refleja en el lenguaje, suele ser muy expresivo en esos trances, con el uso de muletillas reiterativas, por la amputación progresiva de frases y palabras, en un balbuceo constante.
Los tópicos no son tan perversos y siniestros si consultamos el diccionario: “opinión, idea o expresión que se usa y se repite con mucha frecuencia en determinadas circunstancias”. Se entiende, en principio y sin lugar a dudas, que el significado es dependiente de la reiteración, de la cantinela, de la reincidencia y de las diversas circunstancias, claro está.
Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.
Con motivo de la nueva normativa argentina respecto del tipo de cambio “en flotación” y el levantamiento del cepo que impedía la libre compraventa de moneda extranjera, algunos periodistas locales se asombraron de la expresión “personas humanas”, pues tanto el decreto como la normativa del Banco Central la utilizan para diferenciar el régimen cambiario y financiero respecto de las personas jurídicas (de existencia ideal).
Un equipo del Instituto Universitario Valenciano de Investigación en Inteligencia Artificial (VRAIN) de la Universitat Politècnica de València (UPV) ha desarrollado una metodología con un sistema de inteligencia artificial modular que es capaz de identificar con una mayor precisión la ironía, la crítica mordaz o el sarcasmo para detectar cuándo el lenguaje político cruza el umbral de la toxicidad.
Entro a la sala de espera del hospital. Un muchacho le comenta a otro: “Fui a su casa, literal”. Arqueo la ceja. ¿Literal? Qué cansinos. Cada vez que relatan algo, lo adornan con esa coletilla, que es un uso muy ridículo del término, porque en la vida, normalmente, el lenguaje lo utilizamos de manera literal, con lo que carece de sentido que se remarque este hecho cuando en el fondo quieren decir "tal cual".
Este breve comentario, escrito allá por mayo de 2014, tengo ilusión de volver a reescribirlo con algunas anotaciones más cercanas a la época en la que nos encontramos. Sigo sin entender se retuerza la intencionalidad de la palabra. “Estar orgulloso de nombrar y mantener como responsable de su gabinete a una mujer… estar orgulloso de haber tenido como “maestra” a una mujer…”.... Europa está llena de “mujeres preparadas”, de “hombres preparados” (Señor Arias Cañete – Año 2014).
En la Puerta del Sol, en Madrid, mi madre acudía con asiduidad a “Los guerrilleros”, una zapatería que, como casi todo de lo que tengo recuerdo, ya no existe. Bajo el eslogan “No compre aquí, vendemos muy caro” estaba siempre llena y vendía bastante calzado. Yo me quedaba perplejo al pensar que mis padres, a los que rara vez les sobraba el dinero, adquirían los zapatos allí, desoyendo el consejo que el propio establecimiento hacía.
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar en torno a uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, cuyos trabajos tienen un impacto crucial en la filosofía del lenguaje, la epistemología, la filosofía de la mente y la lógica, a saber, el gran Ludwig Wittgenstein (1889-1951).
En mi experiencia como profesora de Universidad, he tenido oportunidad de ver cómo los alumnos no solamente llegan a las aulas universitarias con menos nivel que se exigía hace décadas ya, sino que su nivel en ortografía, comprensión y agilidad para tomar apuntes ha descendido tan notablemente, que se hace más fácil y eficaz dar apuntes elaborados que esperar que ellos los elaboren a partir de las lecciones en clase.
Así como el balde rebosa de lo que está lleno, el cuerpo expresa la emoción captada o persuadida por él. Es por este sesgo que popularmente se dice que “el cuerpo habla”. Entonces, ¿qué comunicarás en este momento? ¿Transmites conscientemente lo que quieres? Si ya es un desafío comunicarse simple y llanamente, ¡ahora imagina expresarte con los traumas del rechazo que descansan dentro de ti!
Basado en las microexpresiones faciales, sin que digas una sola palabra, está claro que la mirada lleva diferentes firmas emocionales. Las arrugas de expresión transmiten mucho más de lo que imaginas y la mayoría de las veces, quienes conviven contigo suelen decir que te conocen.
Precisamente, hoy tengo que pasar un examen de Paleografía en la UMA. Una asignatura que te enseña a “estudiar las escrituras antiguas y cuyo conocimiento te permite la lectura de documentos de distintas épocas y escrituras diversas”. En mi caso he tenido que abordar escritos realizados sobre distintos soportes y redactados en escritura romana, precarolina y carolina, entre otras.
|