Surge el comentario de hoy desde las actitudes adoptadas en relación con las actividades diarias, con especial referencia a la velocidad y precipitación de las acciones; causantes de tantos agobios como imprecisiones e incluso olvidos, sin tiempo para el mínimo remanso reflexivo. Todo ello se refleja en el LENGUAJE, suele ser muy expresivo en esos trances, con el uso de muletillas reiterativas, por la amputación progresiva de frases y palabras, en un balbuceo constante. El empobrecimiento de estas formas sincopadas es notorio y acaba por deformar el habla, se resiente la comunicación y se pierde la profundidad de los contenidos. Como consecuencia, las mentalidades funcionan a base de sobresaltos y conductas impulsivas.
Acuciados por las palabras incompletas y la rapidez requerida para las expresiones, perdemos con facilidad la ilación comunicativa; en las distintas versiones, orales, escritas o cualquier otro de los recursos utilizados. De no revertir esta situación, el rumbo adoptado desquicia las relaciones hasta extremos peligrosos. Se echa de menos algún respiro para el intento de asimilar los mensajes. Se hace necesaria una mínima PAUSA, como colaboradora fiel del sentir personal; regentada por los breves silencios o por ese leve personajillo de los escritos interpretado por la coma en su ejercicio indicador, sutil y significativo. Que no les demos valor ni notemos esos pequeños detalles no es óbice para reconocerles su importancia, a menudo decisiva.
En la mayoría de las ocasiones, sin que nos demos cuenta, las claves de la comunicación pasan a condicionar muchos aspectos de las conductas. La pronunciación o los escritos transmiten ciertos contenidos, los captamos, pero eso no quiere decir que lleguemos a sentir con propiedad sus comunicados, sus implicaciones, con frecuencia pasan de largo con fugacidad; hace falta algo más para asimilar el verdadero mensaje de las expresiones. Influyen sobremanera otros factores, como los gestos, el tono empleado, la rotundidad de los escritos, la sucesión rápida de las emisiones. Las posturas de los hablantes o los formatos de los escritos son decisivos. Cobra prestancia la SUTILIDAD de la coma al inducirnos a la pausa requerida.
Es evidente nuestro alivio, cuando menos respiratorio, pero sobre todo clarificador, al comprobar el efecto de la coma, paramos mientes sobre los matices de la lectura; en el habla contamos con motivaciones equivalentes, los silencios, sin la presencia del signo escrito. Ese frenazo suave nos permite percepciones ligeras y también sensaciones de alta calidad, como si paráramos el tiempo ante semejantes maravillas. La mencionada pausa nos permite ese rango progresivo de las sensaciones, aunque no sea el único elemento involucrado en la comunicación. En su ausencia, queda patente la dificultad para la comprensión en sus diferentes modalidades y asuntos. Las valoraciones las podemos resumir en la línea poética: PRESENCIA SUTIL DE LA COMA Sí, sí, esa pausa fina Del habla comedida Escueta y expresiva, Con ansia ilusionada. Aplicable a la vida Cuando está descentrada De fuerzas desbordada, Con la atención centrada. Partir de dicha pausa Y deshacer la farsa Con afán de comparsa Y forjar mejor causa. Grata superación De tan fina figura Cuando por su estructura Brille neta emoción. Llega a parar el tiempo Como fiel basamento Al vivir el momento En su propio olimpo. Cada día contrastamos la aparente simplicidad de la comunicación con su evidente complejidad; son tantos factores y maniobras implicados, que resulta imposible la consideración permanente de todo ese conjunto a la hora de expresarse. No conviene olvidar la influencia del subconsciente, constituye un lastre inevitable y crucial a la vez. También la habituación a determinados formatos expresivos nos alivia de la exigencia permanente de atención. Las PAUTAS adoptadas en la práctica están directamente relacionadas con la precisión expositiva, el ritmo acelerado, la monotonía rutinaria, los intervalos oportunos y los silencios apropiados, que no podemos desdeñar. Esto supone un entrenamiento y disposición previos, bien cultivados.
No es tan sencillo como decir así se habla, así se escribe, o lo contrario; los detalles se muestran eficaces para poner de manifiesto los matices que pueden llegar a ser imprescindibles para captar sensaciones. El perfil de un gesto, el efecto sutil de una coma bien dispuesta, puede resultar crucial para sacar a la luz las presencias más delicadas. No se trata sólo de insistir o reiterar exigencias. La aplicación de signos y señales, en este caso los relacionados con la coma, los convierte en instrumentos CREATIVOS, van más allá de las fijaciones y entrañan vastas posibilidades y horizontes. Siempre en competencia con la realidad. Recordemos aquello del nombre de la rosa, que no consigue incluir la rosa, pero aporta nuevas sensaciones.
De maneras muy variadas pensamos y desarrollamos nuestras vidas. Con frecuencia hacemos cálculos sobre lo más insospechado, no paramos de imaginar cosas, los deseos se dirigen hacia inmensos horizontes, realizamos comparaciones y recordamos con vehemencia desde ese baúl cada vez más grande. Todo eso sin hablar todavía de motivaciones o metas. A veces para configuraciones críticas o simples reflexiones, pero los rasgos apreciativos son multiformes y cambiantes. Aunque es evidente, la realización práctica de semejantes actitudes no es posible sin poner la coma de vez en cuando, para que la INTERPRETACIÓN del proceso se ajuste y sea gratificante, incluso para guardar su registro en la recámara, como reserva de cara al futuro.
No siempre están explícitas las gratificaciones o las complicaciones de la vida. La enclenque barquilla personal afronta aires apacibles y vendavales. Con la IMPRECISIÓN de las referencias se dificulta el gozo de las maravillas mágicas y se enreda la traducción de cualquier problema a idiomas mejores.
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