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Luis Méndez Viñolas
Ha publicado en el Diario Sur, Sol de España, bajo la dirección de Haro Tecglen; Ideal de Granada; Periodistas en español; Nueva Tribuna, El obrero prensa transversal; Margen cero, revista cultural; Rebelión, uno en Diario 16 y uno en la revista del Ministerio de Educación. Así mismo una novela ensayo (El club de los suicidas o el malestar de la conciencia). |
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Toda nación tiene dos áreas de acción. Una exterior y otra interior. La exterior debe ser la más importante. Muchos de los jefes de gobierno provienen de ahí. Cuando uno de ellos cae le sustituye el ministro de Exteriores. En la interna está la economía. De ambas, dicen que prima la primera. Sin embargo, la segunda tiene más capacidad de maniobra. Si el gobierno aprobara un cinco por ciento de gasto en defensa, ¿quién podría obstaculizar la decisión, aparte de la realidad?
En realidad nada nuevo; quizás que las máscaras comienzan a decolorarse. A este paso quizás deberíamos reclamar aquella no europeidad nuestra que proclamaban los “sí” europeos. Serlo comienza a incomodar. La cuestión es que vamos a una nueva vuelta de tuerca para que se consolide una Europa de periferias y subperiferias.
España, afortunadamente, supo alejarse de dos guerras mundiales; por lo tanto, no tiene experiencia, aunque sea memorística, de aquella catástrofe humana, material y moral. Estamos seguros de que el pueblo español no es belicista; no obstante, esa falta de experiencia podría ser un inconveniente frente a aquellos que irresponsablemente alimentan las calderas del diablo, haciéndonos creer que todos piensan como ellos.
Decía Confucio que cuando el sabio señala a la Luna, el necio mira al dedo. Quizás este sea uno de los problemas de la modernidad. Parece que en Sevilla hay conmoción porque a la Macarena le han alterado las pestañas. Quizás más triste hubiera sido descubrir que no se cumplen (sobre todo por lo de las guerras) las enseñanzas del Evangelio.
Trump, después de bombardear a Irán, ha advertido: “Cualquier represalia de Irán contra EEUU será respondida con una fuerza mucho mayor de la que se ha visto esta noche”. ¿Había atacado Irán a EEUU? No. ¿Fue Irán el primero en atacar a Israel? Tampoco. ¿Tiene armas nucleares o proyectos sobre ellas? La OIEA asegura que no (y calla con Israel). ¿Es esto Derecho internacional? No lo sabemos.
Frente a los prudentes, los fatuos se envalentonan. Es el problema de los que miden sus actos y contienen sus lenguas. El obispo de Madrid, Enrique Tarancón, lo dijo varias veces: el exceso de prudencia es una imprudencia. ¿Cuál es la imprudencia? Que demos pábulo a toda una serie de cosas que son, hablando “prudentemente”, impresentables.
Dicen que a las tres humillaciones al hombre (mejor que del hombre) hay que sumarle una cuarta. Las tres primeras son el heliocentrismo, por el cual dejamos de ocupar el centro del universo; que somos una especie animal más, por lo cual dejamos de ocupar el centro de la naturaleza; y que nuestras acciones no siempre están presididas por la razón (sino también por el inconsciente), lo cual es indiscutible.
Nunca nos fiemos de los que nutren guerras ajenas. Son más violentos y culpables que los propios contendientes, que tienen el valor de arrostrar su propia destrucción. Aún menos de quienes se nutren de esas guerras. Su violencia no tiene el límite natural de la autoprotección, en cuanto no experimentan sufrimiento.
¿Qué es cultura, qué es civilización, cómo definirlas en estos momentos adversos en que los extremos se confunden? Al desesperado que rebusca en la basura, ¿cómo hablarle de ellas, cuando a él la sociedad lo trata como a un desecho, y en lugares le llaman “basura blanca”?
Nuestra sociedad no incita al examen de conciencia. Al contrario, invita a cubrir los espejos, a desviar la mirada e ignorar lo incómodo o complejo. Todo lo que no nos afecte directamente –y ni eso: es incomprensible la apatía social-- nos es ajeno. No hablamos de falta de conciencia, sino de inconsciencia, de incapacidad introspectiva para evaluarnos y evaluar al mundo que nos rodea.
En un tiempo donde la veracidad sufre tan fuertes ataques habría que recurrir a la duda como medida cautelar. Si en lo asentado históricamente no tenemos seguridad ¿cómo suponerla en lo actual, sujeto a fuertes intereses? Por ejemplo, referido al pasado, ¿cómo estar seguros de que las ideas de Sócrates, plasmadas en los diálogos de Platón, no son en realidad las de este?
En los genes de Inglaterra anida la pulsión de dividir y enfrentar. Si se va de un lugar (como la India), lo deja troceado. Ya regresará para apoyar a una de las partes y debilitar a la otra. Esto opera también en lo ideológico. España, con relación a Hispanoamérica, lo ha olvidado. ¿Volverá la diplomacia inglesa a enredar en Europa? Si mentir es malo, mentir fomentando odio es criminal.
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