| ||||||||||||||||||||||
| ||||||||||||||||||||||
Firmas y Blogs |
Luis Méndez Viñolas
Ha publicado en el Diario Sur, Sol de España, bajo la dirección de Haro Tecglen; Ideal de Granada; Periodistas en español; Nueva Tribuna, El obrero prensa transversal; Margen cero, revista cultural; Rebelión, uno en Diario 16 y uno en la revista del Ministerio de Educación. Así mismo una novela ensayo (El club de los suicidas o el malestar de la conciencia). |
![]() |
En las campañas electorales, los ciudadanos más responsables suelen limitarse a leer los programas de los principales partidos. Los más irresponsables se dejan llevar por la última impresión recibida en la barra del bar. Se podrá decir que en ella se reúnen parroquianos con intereses afines. Pero eso sería uniformar excesivamente las clases sociales, que no existen (no lo dudamos) pero que haberlas haylas.
También se podrá contraargumentar diciendo que tales parroquianos vierten en la barra lo que han recogido en los medios de comunicación, pero ¿es fiable la totalidad de lo leído? ¿Acaso no hemos visto en la portada de algún periódico lo que se niega aclaratoriamente en la quinta página, porque se sabe que no pasaremos de la tercera? Es decir, que en definitiva nuestras decisiones con relación a nuestros intereses son más emocionales que informadas.
Respecto a los programas electorales ¿qué dicen? Cosas sin repercusión real, porque, por muy sinceros y ricos que sean sus contenidos –si lo son--, son olvidados inmediatamente. Es decir, que no sabremos si se cumplen o no. Menos aún preguntemos sobre los presupuestos generales del estado que, según se cree, son burocracia contable (cuando conviene). Es decir, que entre lo que se promete, se hace y se vigila va un trecho. Aparte de que se acepta como normal el incumplimiento. ¡Es la política! se dice, como si no fuera nuestro dinero. Lo imitamos todo de Hollywood, menos eso de: ¡Oiga, que soy un ciudadano norteamericano que paga sus impuestos!
Por otra parte, ¿sabemos a quién representa cada fuerza electoral? No, ni nos interesa. Creemos equivocadamente que los partidos son asociaciones interclasistas que defienden ideas generales sin intereses económicos concretos. Que cada uno de ellos sea la conciencia de una determinada clase cae por su peso: las clases no existen, aunque haya chabolas y palacios con siete baños. En definitiva, desde que decidieron que fuéramos un remedo de los EE.UU. las cosas cambiaron. ¿Acaso cree alguien que el Partido Republicano y el Partido Demócrata son la expresión enfrentada de dos clases antagónicas? ¿Que defienden políticas exteriores distintas? ¿Qué son la derecha y la izquierda, respectivamente? No se quiere recordar, pero Obama fue el presidente más guerrero y que más emigrantes expulsó (cerca de tres millones), y si le hubieran dado tiempo, el que continuara la labor empezada por Clinton de levantar vallas en la frontera. Mientras se orquestaba la carcajada contra Trump –con el que no simpatizamos y que continuó la labor fronteriza— se echaba tierra sobre los grandes errores de su antecesor. Cosas de los medios de comunicación. A Trump, por el contrario, deberíamos agradecerle que durante un cuatrienio se pudiera faltar al respeto a un presidente USA sin peligro de sanción.
Un dato de la historia (esa materia tan despreciada), antiguo pero muy ilustrativo sobre lo dicho, es el del partido del orden en Francia. Si no nos hubieran explicado qué representaba realmente, siempre habríamos creído que era un extraño partido bicéfalo que reunía dos candidatos reales (el de la Casa de Borbón y el de la Casa de Orleans) enfrentados por apetencias personales, aunque unidos frente al enemigo común, la Montaña (los antiguos socialdemócratas). Hablamos de la realidad, no de esa historia que sólo nos muestra la corteza del fruto. ¿Y qué había bajo la corteza de esas dos aspiraciones monárquicas? Pues los intereses encontrados de dos sectores del mismo sistema: por un lado el de la gran propiedad territorial y por otro el de los intereses de la alta finanza, la gran industria y el gran comercio, es decir, el gran capital. No distinta fue la causa del enfrentamiento entre carlistas y liberales en nuestra patria: la tierra contra el capital, la aristocracia e iglesia frente a la burguesía, con sus respectivos y fundamentales intereses económicos. Lo demás --Dios, patria, rey, libertad-- era accesorio, aunque aparentemente principal.
Es decir, y volviendo al presente de nuestro país, lo accesorio aparece como lo principal, y lo principal resulta inexistente para el sobrado vocero de la barra de bar. No oigo a nadie preguntarse si privatizándolo todo --salvo interior, defensa y sistema judicial, como predica Rubén Manso-- el país vivirá mejor. ¿Alguien se ha preguntado, por ejemplo, qué puede ocurrir con un plan de pensiones? ¿En inevitable que los Ferroviales de turno se vayan? ¿Se puede reindustrializar el país? ¿Tiene marcha atrás lo del Sáhara, asunto sobre el cual todos callan? ¿Quién es el gran muñidor? ¿Somos esencia? ¿Somos apariencia? ¿Somos? ¿La vida es sueño? ¿La nada nadea, como decía Heidegger?
¿Y dónde hay un manual que desentrañe brevemente todo esto? No lo puede haber. La política es una de las ciencias más complejas y cambiantes que hay, en la que es necesario saber de historia, economía, derecho, geopolítica (otra ilusión: el grado de soberanía de los países), estrategia militar, estadística, etc. etc. y nada se aclarará leyendo en un solo esfuerzo un solo medio. Por eso es importante leer todo lo posible y de forma variada y continuada: grandes y pequeños medios-- los más modestos a veces son bastante más libres e imparciales—, nacionales e internacionales, verdes y amarillos. ¿Que es trabajoso? Si quisiéramos discutir sobre medicina aceptaríamos la necesidad de estudiarla. Pues hay que decir que administrar el estado, la nación, no es más fácil que curar y fortalecer a un cuerpo enfermo. Y si no queremos o podemos hacer el esfuerzo, al menos deberíamos hacer el esfuerzo de hablar en voz baja.
Terminando: se cree que la formación política es una labor estéril. Había un historiador que decía que cuando miraba al futuro se sentí pesimista, pero que cuando miraba al pasado recobraba algo de optimismo. El mundo se ha movido a fuerza de actos violentos, pero también por el peso pasivo de la población. ¿No consistirá el poder de ese peso en sus conocimientos? No es fácil saber, pero que al menos no nos manipulen sin que en nosotros no quede un resquicio de sospecha.
En el pasado, cuando la televisión era pública, nos decían, visionariamente entusiasmados: esperad, esperad, ya veréis la calidad de las televisiones privadas. Era una lucha más entre la calamidad pública y la excelencia privada. Y la verdad es que lo estamos comprobando. La televisión privada forma un bloque homogéneo de calidad, del cual no cabe escindir zona alguna de mediocridad.
Dentro de poco entraremos en periodo electoral, es decir, al contrario de lo que se pudiera esperar, la actividad política importante se paralizará. Lo de “quien se mueva no sale en la foto” tiene una aplicación más amplia de lo que se cree. Quizás se produzcan amagos demagógicos, en los cuales se quiera parecer lo que no se es. Pero poco más.
Las palabras que encabezan el presente escrito habrían tenido interés hace unos años. La realidad actual las ha sobrepasado restándoles trascendencia: el fatalismo se ha hecho ideología. Quizás esta era la finalidad que se perseguía: “no nos molesten con problemas de procedimiento; estamos trabajando. Vds. sigan riendo”.
Si Napoleón hubiera hecho caso a Talleyrand probablemente no habría terminado en Santa Elena. Pero, naturalmente nuestros dirigentes, tanto de dentro como de fuera, no tienen tiempo para leer sobre cosas tan antiguas. Talleyrand, que era un maestro en el arte de la diplomacia, decía que había que tratar a los enemigos como a futuros amigos y a los amigos como a futuros enemigos.
Decía Paul Valéry que “la guerra es una masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que si se conocen y no se masacran”. La frase no es excepcionalmente original pero se corresponde con un periodo en el que la controversia tenía mayores vuelos que en la actualidad; no en balde fue un periodo cargado de historia.
Emilio Zola dice: “El destino de los animales es de mayor importancia para mí que el miedo a parecer ridículo, en cuanto está indisolublemente ligado a la suerte de los hombres”. Dos ideas resaltan en esta frase: la del ridículo y la del destino de los hombres.
Hay personas que tienen suerte. A pesar de los tiempos que corren aún tienen certezas. Leemos que una militante pesoista que en su tiempo disfrutó de cargos institucionales, deja el PSOE porque no comparte los criterios con los que el gobierno está desarrollando una determinada ley.
|