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Querer ser pez rémora del tiburón es innoble

¿Alguien sabe qué legitimidad respalda a los acuerdos firmados con EEUU por la presidenta de la Comisión Europea?
Luis Méndez Viñolas
jueves, 7 de agosto de 2025, 10:47 h (CET)

Hablando cronológicamente, ¿existen dos Europas, la inicial, como proyecto europeísta verdaderamente autónomo, y otra posterior, que comenzó a redibujarse en 1992 por los acuerdos de Maastrich, o todo fue un espejismo de la Guerra Fría, en el cual siempre actuó la mano invisible angloamericana a través de múltiples instrumentos económicos, financieros, militares?


Que el proyecto ha sido siempre conservador es innegable. Tanto los fundadores (muchos de ellos cristianodemócratas), como la mayoría de los presidentes de la Comisión Europea, han sido y son conservadores (50 años de presidencias conservadoras y 21 de progresistas). Sin ser tan evidente, la correlación de fuerzas en el Parlamento Europeo es similar. La pluralidad de partidos europeos a la hora de la verdad se disuelve en un proyecto casi único que no conecta ni con los intereses nacionales ni con sus partidos ni con los de las distintas clases que no forman parte del 1 por ciento exclusivo.


La cuestión es que, poco a poco, la UE ha ido deslizándose desde una política que abría esperanzas para el desarrollo social, la paz y el ejemplo a una UE que se ha desconectado de los territorios que la integran y del proyecto social que parecía común a todos. Por el contrario, se ha convertido en una entidad altiva, --con una política exterior no prevista en su fundación--, que sólo escucha a los grandes poderes.


Como botón de muestra reciente, ¿alguien sabe qué legitimidad respalda a los acuerdos firmados con EEUU por la presidenta de la Comisión Europea? (hablamos de los aranceles 15 - 0 por ciento, más miles de millones en gastos en energía, defensa e inversiones en EEUU, es decir, más de dos millones de millones de euros que irán a las arcas de EEUU).


Ampliación hacia el este, la Europa vieja y la nueva


La transformación de esa Europa inicial (si la hubo) comenzó en 1997 con dos decisiones fundamentales: la de ampliarla hacia el este, y que tal incorporación obligara prácticamente a hacerlo en la Alianza Atlántica, rompiendo acuerdos de estabilidad continental (como el que dio paso a la unificación alemana en 1990). Ya hemos olvidado aquella especie de amenaza de Bush de las dos Europas, la vieja y la nueva.


Por una deriva que desconocemos, esa Europa dejó a un lado sus intereses objetivos y se sobrecargó con unos socios más leales a EEUU que a ella misma. Desde ese momento fue evidente que la independencia de la UE era un proyecto fallido.


Dos frases deberían habernos hecho reflexionar. Una dice que quien quiera un amigo en Washington mejor que se compre un perro. La otra es de Kissinger, quien afirmaba que ser enemigo de EEUU era peligroso, y que ser amigo, letal. Mayor sinceridad no cabe. Irak era un aliado de EEUU que combatió a Irán durante 8 años ¿hay mayor sacrificio? Cuando posteriormente la coalición angloamericana lo atacó (¿no era aliado?) no era cierto que tuviera armas de destrucción masiva: las compradas a EEUU las había agotado contra Irán. Por eso muchos dijeron irónicamente que Irak cayó no por tener esas armas, sino precisamente por no tenerlas ya. Ni Europa ni España aprendieron la lección. Sobre todo España: se reunieron cuatro en las Azores, y se repartieron el petróleo iraquí sólo entre dos, los angloamericanos.


¿Qué estrategia?


La cuestión es que se ha unido a una mala geoestrategia; hoy es evidente. ¿Qué ha ocurrido en estos últimos veinte, treinta años para que el continente haya cometido tantos errores continuados?

Llamamos mala estrategia a aquella que pone todas las cartas a una apuesta, en vez de reservar varias por si los “amigos” no responden como debieran, sobre todo cuando fomentan divisiones internas entre nuevos y veteranos. Por el contrario, Europa se supeditó a quienes hicieron el movimiento más torpe del siglo XX: unir fuertemente a quienes estaban separados, a Rusia y a China, convirtiendo a ambas potencias en un polo de atracción para los descontentos, que son muchos. ¿Qué dirían Mackinder o Brzezinski?


¿Podía Europa jugar otras cartas? Creemos que sí, y además más justas y hábiles. Europa no debe nada a EEUU, como dice Trump (hay más partidas que las balanzas comerciales), y tiene derecho a seguir sus propios intereses. Es lo que históricamente han hecho siempre Inglaterra y EEUU. El inglés Lord Palmerston no lo ocultó nunca: “No tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestro deber es vigilarlos”. Es decir, todo lo contrario de lo que hace la UE.


Decíamos que no sabíamos si el de Europa era un proyecto que prefiguraba lo que está ocurriendo, o si por el contrario el proyecto inicial cambió en determinado momento. Lo que sí creemos saber es que pasó de la política real (la Ostpolitik) a la política, diríamos ideológica (que puede ser una excusa para otras cosas). La política real no cierra cauces, por lo que permite mover las fichas a conveniencia; la política ideológica encorseta con principios a veces equivocados. En política internacional un principio no ha de ser moral, sino una viga destinada a sostener al edificio. Mal colocada puede significar su derrumbe.


Que siga jugando con fantasmagorías morales no significa que sea creíble: el velo se ha roto. Una integrante de Oxfam decía el otro día que la UE ha bajado tanto el listón de exigencias para el asunto de Gaza, que el listón descansa sobre el suelo. Incluso se está jugando con principios que rayan lo inmoral, como los del racismo, la xenofobia, el lenguaje violento, lo que hace décadas no se habría concebido. Muchos de los países adheridos en 2004 no pueden disimular que quedaron estancados en los cuarenta, cuando todavía eran aliados del Eje, que lo fueron.


Dos polos


En el mundo se están creando dos polos de atracción. De todos dependerá que sean colaboradores u antagónicos. Los contenidos que se propongan serán esenciales. Pero la UE está volviendo a un lenguaje del pasado que ya no puede convencer. Merz habla de volver a ser una gran potencia. Aparte de si es posible ¿es inteligente decirlo así (como aquello de que Israel hace el trabajo sucio de Occidente)? ¿Cuál fue la última gran potencia que se recuerda? ¿La del III Reich? No hay que olvidar que parte de ese mundo junglaresco según algunos, no tiene un recuerdo especialmente bueno del pasado. ¿Acaso Francia puede enorgullecerse de sus guerras en Indochina? ¿Inglaterra y Francia de su fallida operación en Suez?


Excusas contradictorias


Aquí, en este maremágnum ideológico que no sabemos de dónde surge, hablamos de guerra para prevenir la guerra. Hablamos de peligro de dependencia comercial, por lo cual nos sumamos a otras dependencias más caras y sucias (quién iba a imaginar que el maltratado Trump en su campaña electoral al final iba a generar confianza).


Para justificar los acuerdos 15 - 0 por ciento se argumenta que eran necesarios. Puede que ahora sí, pero después de haber seguido un itinerario testarudo y ciego que ha entregado un arma tras otro, hasta quedar completamente inermes. Por otra parte no confundamos a la gente con lenguajes alterados. Necesario no es conveniente ni moral ni moraliza al abusador, tal como muchas veces se hace.


Si hiciéramos un mapa de los movimientos entre el este y el oeste, veríamos que el primero tiene más motivos de desconfianza que el segundo. Es más, si ese mapa registrara los movimientos dentro del oeste no habría ninguna causa de confianza interna. Pero estas historias ya no interesan. Hemos perdido el sentido de la historia y de la oportunidad. Por el contrario, los llamados países emergentes sí tienen memoria, y sí saben Historia. La han experimentado muy directamente.


Encrucijada


La cuestión es que Europa está en una encrucijada que afectará a todos. Una encrucijada que lleva a nuevos bloques, nuevos muros, confrontaciones interminables, jugar a que la inseguridad del otro es la seguridad propia (¿con el arma atómica en 8 países?), en definitiva, a perder - perder. ¿Este camino garantiza a Europa éxito y progreso, o por el contrario la convierte en un apéndice irrelevante, dispuesto a poner víctimas y campos de batalla sin siquiera poder negociar los porcentajes de sus aranceles? ¿Ha de ser enemiga de la India, de Brasil porque estas pretendan decidir a quién comprar y vender, de acuerdo a su soberanía y necesidad? ¿O ese es un privilegio trumpiano?


Dos mentalidades


En tal tesitura, pareciera que en Europa comienzan a dibujarse dos mentalidades, o si se quiere, nacionalidades. Una que entiende que Europa disfruta de la fuerza suficiente para rehacerse y ser un actor mundial más (no especial) si actúa autónoma e inteligentemente. Se la tildará de todo, pero es el único europeísmo válido, articulado mediante una confederación de soberanías libres. Entiende que querer debilitar a la nación es querer debilitar conscientemente a Europa. Salgamos de ese hechizo de que la europeidad es tan sólida que basta con quererla. No terminamos de ver a mediterráneos y nórdicos fusionados naturalmente sin respetar cierta autonomía y distancia entre ellos (sobre todo ellos, con veleidades nietzschianas y que olvidan a grecolatinos y vikingos).


La otra mentalidad es un euroamericanismo que no ve en Europa sino a un servidor supeditado a los intereses de la potencia mayor. Si Europa ha de ser un espacio a canibalizar, está bien; si su debe ha de ser a favor del haber de la otra parte, está bien; si es para campo de batalla y carne de cañón (sin riesgo para sus élites, por supuesto), está bien; si se descabeza sin proyecto propio, está bien; si ha de asegurarse mediante el debilitamiento de las naciones, del espíritu, del pensamiento, de sus democracias y libertades, está bien. Si le sobran gobiernos e instituciones que la unan a sus pueblos, y le basta con poderes financieros sin base territorial, sin la estructura orgánica necesaria, está bien.


Lógica absurda


La lógica de este segundo proyecto es absurda como todo lo que está ocurriendo: 2 + 0 no ha de poder ganar forzosamente al mundo. Erróneo sería pensar que entonces 2 + 1. El mundo que quiera ganar con una victoria total hace décadas desapareció. No pudo cuando representaba el 85 por ciento del poder mundial. Las maquinaciones a la británica, es decir, todos enfrentados, menos el gran intrigante, están desgastadas. La victoria total de cualquier bando es imposible; si la destrucción total. Querer ser pez rémora del tiburón es innoble.


Deberíamos abrir los ojos y ver la realidad, no los fantasmas de una ideología que se ha quedado sin velos ni milagros cinematográficos.

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