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Encauzar la poesía que somos y no el poder que buscamos

Canalizar nuestras corrientes mentales, animados por el ejercicio de las virtudes sociales y el perseverante compromiso de una recta voluntad, nos hará actuar con prudencia y discernimiento
Víctor Corcoba
jueves, 7 de agosto de 2025, 10:20 h (CET)

El comportamiento de la ciudadanía es plenamente humano, cuando el propio ser vive de la comunión conjunta de latidos en un poema perfecto, enraizado en el amor para conjugarlo con el amar, como única fuerza que nos reconstruye hacia lo bueno y la bondad. Nuestra esperanza está, precisamente, en esa fraternización donante. Sólo una humanidad en la que reine este espíritu de entrega, podrá gozar de una paz auténtica y duradera. Ciertamente, la vida son dimensiones poéticas, que han de confluir en una mística desposeída de pertenencias, haciéndonos ver en el prójimo a uno mismo. El afán dominador es destructivo, pues todos formamos parte de esa inspiración lírica reconstructiva y, como tal, también hemos de ser dueños de sí mismos.


En consecuencia, toda atribución es deber. Cualquier progreso se impulsa, por consiguiente, mediante alianzas. Hay que romper barreras y avivar la comunión de pulsos. Necesitamos sumar esfuerzos, lejos de todo poder despótico y opresivo, corrupto y satánico. Quizás tengamos que ser más multitud conjunta: Poetas en guardia, que es como realmente se comienza con la autocrítica personal y social, favoreciendo la práctica del mando con espíritu de servicio. Moverse y removerse en el ámbito de la ley natural para lograr el amparo colectivo y no de forma déspota, es vital; valgámonos de la estética escucha, alimentada por la ética de la libertad. Personalmente, agradezco ser la pasión creativa del verso, no una rueda del poderío monetario, sino una de las criaturas que son trituradas por ellas.


Canalizar nuestras corrientes mentales, animados por el ejercicio de las virtudes sociales y el perseverante compromiso de una recta voluntad, nos hará actuar con prudencia y discernimiento en las acciones que se deben llevar a cabo. Ante una globalizada incertidumbre que está ahí, en parte debido a las tensiones y a la fragmentación, al debilitamiento del comercio internacional y a los conflictos bélicos, entre otros factores, sólo cabe entenderse. Por tanto, tenemos la obligación los humanos de un cambio rotundo en nuestras existencias, comenzando por la conversión del corazón, que es lo nos hará gentes de palabra y concesión para sanar las instituciones, sus estructuras y las condiciones de vida contrarias a la dignidad humana.


Yo sé que la poesía es ineludible para reencontrarse con lo auténtico y dejar de ser un inhumano; un ser sin alma, al que le mueve únicamente la barbarie de los pedestales económicos. Sin duda, hay que cambiar de ritmo y mirar con otros ojos el quehacer cotidiano que nos llama al sacrificio personal, de solidaridad cooperante y de disponibilidad para promover la atención mutua. Ahora bien, que sepamos que no hay solución militar para ninguna contienda, a la armonía se llega por el camino del acuerdo, jamás por el de las luchas absurdas entre semejantes. Indudablemente, necesitamos tomar un nuevo rumbo más paradisíaco que sombrío; pues, la poesía y no el poder, es el eco de la melodía del cosmos en el latir de los humanos.


No olvidemos que todo ser vive en sus sueños más allá de sus actos; lo que nos demanda a no romper la métrica del buen hacer y mejor obrar. Dicho lo cual, ha llegado el instante precioso y preciso de ahondar en nosotros, con pensamientos nuevos, maravillosos y placenteros. En el fondo, hacer de la vida un poema antes que un mercado de intereses, es una buena orientación hacia la luz, que es lo que realmente puede rescatarnos, enterneciéndonos mar adentro, hacia una civilización donde predomine el verdadero amor. El egoísmo es el enemigo más funesto de una sociedad, que unido al resurgimiento mundial del autoritarismo como agente contaminante de algunas democracias, nos ha de llevar a repensar situaciones y a reconsiderar los ojos del niño que todos llevamos consigo. Volvamos a él.

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