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Algo más que palabras

Los deberes a realizar; en cualquier parte del planeta

Nuestro propio camino, así como nuestro místico considerar, está desbordado; lleva consigo profundas cicatrices de enfrentamientos, tremendas desigualdades inhumanas que nos deshumanizan por completo y nos degradan anímicamente. Sin embargo, los lamentos tampoco sirven para nada, es el momento de la reacción a esta acción indiferente en muchos ámbitos.

Frente a los descontroles humanos; el control sobre nuestras propias vidas

Nuestra única defensa contra todo es el amor verdadero. Hay que poner alma en la protección y abandonar las armas. Además, si nos tomamos en serio la concordia, debemos apoyar los nexos que nos unen y hemos de financiar a las instituciones que hacen posible la paz. Por desgracia, las tendencias actuales son alarmantes.

Donemos una fértil unidad; entre contemplación y acción

Recogerse y acogerse es un níveo concentrado de bondad y pasión que precisamos como jamás, poner en acción, con reposición contemplativa. Sus efectos benignos y sus afectos generosos, es lo que verdaderamente nos alienta como sociedad y nos alimenta como espíritu andante, en este planeta por el que nos movemos y cohabitamos, hasta que la muerte nos abrace.

El auténtico poder es el servicio; y, el buen hacer, está en el amar

Necesitamos un cambio radical, una transformación de principios y valores, que encaucen nuestro acontecer diario hacia la entrega generosa, que es lo que nos vivifica el entusiasmo del abrazo sincero, más allá de la autosuficiencia, de nuestra propia ceguera mundana. Hemos de despertar, pues; ya que lo que prevalece no es el éxito ni el dinero, sino el espíritu donante, la humildad y el amor.

Uno tiene que estar vivo; pero siempre, asegurarse comprensivo

Existo, luego asisto al poema viviente y me presento, con la sorpresa de reencontrarme y de sentirme algo vivo, en este ámbito cruel, siempre en continuo combate. Precisamente, la vida no es sino un constante caudal de oportunidades para sobrevivir, pero que no debe asustarnos, porque tras el ocaso siempre llega el crepúsculo con su energía vivificante.

Encauzar la poesía que somos y no el poder que buscamos

El comportamiento de la ciudadanía es plenamente humano, cuando el propio ser vive de la comunión conjunta de latidos en un poema perfecto, enraizado en el amor para conjugarlo con el amar, como única fuerza que nos reconstruye hacia lo bueno y la bondad

Priorizar a las gentes, escuchándonos todos

En un mundo en constante cambio, tenemos que dar oídos, al menos para algo tan esencial, como atendernos y entendernos mutuamente. Nos requerimos todos, precisamos de muchos diálogos desde una perspectiva poliédrica, al menos para entrar en la solución a las diversas dimensiones, de un problema global que afecta a nuestros pueblos y a nuestras democracias.

El Jubileo del Divino Tesoro 2025: una ruta para descubrir y transformarse

Nada permanece, todo se renueva; la crónica es un viaje de exploración que nos transforma. Siempre es bueno reencontrarse, para no perderse y perdonarse, huir de la desmemoria dramática del pasado, buscar tiempo para nosotros; y, así, poder ahondar en el tema de la concordia y en el crecimiento anímico. 

Recuperar los vínculos conciliadores

Necesitamos nuevos aires apaciguadores, sustentados en el respeto y en la alegría mutua, que es lo que realmente nos vivifica como genealogía. Hay que poner más corazón, pues, en todas las hazañas por aquí abajo. Destronada la justicia que es sujeción de las sociedades humanas, fenece también la libertad del reencuentro y aparta el vínculo de correspondencia, que es lo que nos acrecienta la relación de pulsos.

La cultura del cuidado, como horizonte de tranquilidad

El ser humano cada vez requiere más del humano ser; pues, aunque el alimento es necesario, hay alientos como el amor y los miramientos que son imprescindibles, para reencontrarnos y salir de la tristeza. Indudablemente, la atención entre nosotros es esencial para cada filiación y cada comunidad.

De la desilusión agónica a la confianza reparadora

En la vida todo tiene su nutriente natural, hasta en nosotros mismos para hacer unidad y sentirnos familia, hemos de alimentarnos de la franca clemencia y de la cordialidad recíproca, que comienza por nuestro propio entorno. Por desgracia, confiamos demasiado en los sistemas de poder y muy poco en las gentes humildes y sencillas, que son las que tienen las entretelas grandes.

El desarrollo humano; en nuestro espacio y en nuestro tiempo

Todo está interrelacionado, también las diversas crisis, lo que nos demanda visiones universalistas y acciones concretas de revisión y de renovación. Con el desarrollo sostenible en riesgo, los aranceles masivos y otras medidas restrictivas, podrían tener un impacto catastrófico, puesto que el comercio se vuelve impredecible; a lo que hay que sumarle los grandiosos flujos migratorios o la explotación sin reglas de los recursos de la tierra.

La misión conciliadora y reconciliadora está en nosotros

Como quiera que todo parte de nosotros, nos hallamos en una encrucijada de concurrencias, ante el inmenso efecto globalizador y los cambios generados por la revolución digital, impulsada sobre todo por la inteligencia artificial; atmósfera que ha de hacernos repensar sobre cuestiones existenciales, lo que nos demanda a meditar, con sentido responsable y discernimiento, el horizonte que vamos a tomar.

La confianza en el ser humano y en la fuerza colectiva transformadora

La esperanza es lo último que debe perderse. Tanto es así, que no hay concordia sin anhelo, como tampoco impulso sin familiaridad; y, aún menos, futuro sin creer en uno mismo. Hay que ilusionarse para poder cerrar brechas, promover el avance y elevar el espíritu creativo.

Corazón a corazón; es como se cambia el mundo

El arbitrario y desolado planeta, adherido a la custodia del ser humano, requiere de nuestras pulsaciones conjuntas, no para abrir las puertas del abismo, sino para llamar a la solidaridad y a la auténtica justicia palpitante. Desde luego, urge reconstruir la confianza ciudadana y universalizarla en todos los abecedarios internos del ser humano, para reconstruir en este mundo más que fronteras y frentes, moradas abiertas a la vida y a la verdad.

El vínculo social cooperativista; una preferencia de salud pública

Remodelar las normas sociales y activar un movimiento a favor de la conexión social, es tan necesario como preciso, en un momento en que el aislamiento social nos deteriora por completo, con graves riesgos para la salud. Tanto es así, que un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indica que la soledad está relacionada con un centenar de muertes cada hora; cuestión que debe hacernos repensar en la manera que tenemos de interactuar entre sí.

Se sugiere una paciente diplomacia

Nuestro mundo está cada día más afligido por problemas que nos afectan a todos, lo que requiere de acciones concertadas e inclusivas, que nos hagan más clementes y solidarios. Realmente, a nadie se le puede negar la voz y mucho menos su implicación, a la hora de afrontar esos desafíos internacionales.

El ejercicio diario del amor y el valor de estar juntos

Quien es verídico, asume la responsabilidad de ser lo que es y se reconoce libre activando los andares auténticos. Además, se predispone a salir de este mundo de falsedades, a retomar otros cultos más seguros, que aminoren las tensiones y acrecienten el abrazo sincero entre culturas diversas, frente a la tentación de huir a espacios virtuales, que no entienden de corazón y menos aún de espíritu donante.

El egoísmo de los sistemas gobernantes

Siempre se repite la misma crónica, con su idéntica biografía, de no pensar más que en uno mismo. Aún nos falta aprender a darnos y a donarnos a cambio de nada. Sólo hay que observar, los nefastos gobiernos del mundo, repletos de intereses mundanos, haciendo de la gobernanza un enjambre de perversión dominadora.

Amar es una ocasión para verse, para revolverse y volverse amor

Hay que retomar los vínculos, curar las heridas del desarraigo familiar, estacionar contemplativamente observando nuestro interior, hacer pausas para sentir el pulso, tomar aliento y rehacerse unidos en la misma dirección; pues tan solo una vida vivida para los demás, merece la pena que sea mostrada.

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