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Las políticas de familia y el convivir como poética

Únicamente la estirpe entroncada en el buen hacer y mejor obrar, asegura la cohesión y el auténtico desarrollo de la sociedad
Víctor Corcoba
jueves, 15 de mayo de 2025, 11:15 h (CET)

El vínculo que nos une, no es tanto de sangre, como de respeto y alegría mutua. Desde luego, no hay mejor poética que aceptar las diferencias y tener la capacidad de escucha, con políticas orientadas a la familia para un desarrollo sostenible, haciendo hincapié en el tema de la inclusión social y en lograr un trabajo decente, que nos permita cimentar un equilibrio entre espacios y naturalezas diversas. Por consiguiente, es público y notorio que el cambio climático ha acrecentado la incertidumbre sobre nuestro futuro; pero, también a este deterioro medioambiental, hay que sumarle un desgaste ético social que nos impide aceptar las diferencias y tener la capacidad de reconocer, someterse y apreciar a los demás, así como convivir de forma estética e integral.


Por desgracia, en demasiadas ocasiones, el egocentrismo de la materialidad es dominante, llegando a generar un sistema en el que los gobernantes anteponen el éxito personal a su responsabilidad social. Ciertamente, si la relación con los demás fuese únicamente utilizada con vistas al propio interés, no se respetaría su dignidad como persona. Es preciso avivar el pulso solidario, fomentar el calor de hogar, según la propia capacidad de cada cual, revalorizando la estima y la consideración hacia el otro, aceptando llevar incluso el peso de las limitaciones y los equívocos que todos cometemos. Resulta asombroso que la humanidad todavía no sepa morar en paz, moverse con el espíritu sereno, ni tampoco haya aprendido a reprenderse, para activar el arte de vivir como hermanos.


El amor respeta a los demás y los revaloriza, haciéndolos florecer, estableciendo interacción con soplo cooperante de unión y de unidad. Por otra parte, la parentela es el lugar donde se conciertan sin discriminaciones las diversas visiones pensantes. Precisamente, es bajo el paraguas de esta dinámica vertida corazón a corazón, como se acrecientan las virtudes sociales, factor indispensable para la sociabilidad. En nuestro acontecer diario, sin embargo, la lógica individualista y cambiaria del intercambio interesado tiende a irrumpir incluso el ámbito de los lazos interpersonales, volviéndolos falsos y frágiles, mientras que sería de desear lo contrario; es decir, que los valores de la filiación humanizasen el mercado, a través de medidas conciliadoras y servicios altruistas.


Sea como fuere, promover la convivencia significa educar para adquirir conciencia de la justicia, instruir en la igualdad para que no se pierda un solo latido por falta de inspiración versátil, condición imprescindible para sentar las bases del acuerdo. Precisamente, son estas iniciativas internacionales las que hay que intensificar, y más en un orbe universal, donde todos somos necesarios e imprescindibles, a fin de fomentar un diálogo mundial para promover una cultura de tolerancia y estabilidad a todos los niveles, establecida en el acatamiento a los derechos humanos, así como en la diversidad de religiones y creencias. Únicamente la estirpe entroncada en el buen hacer y mejor obrar, asegura la cohesión y el auténtico desarrollo de la sociedad.


Subsiguientemente, la poética del convivir tiene que estar ahí, acompañándonos como ejercicio de derechos y cumplimiento de obligaciones, como declaración de conocimientos a la luz de lo auténtico, como impulso y reclamo hacia el bien moral, como noble disfrute en común de lo armónico en todas sus legítimas expresiones, generando acercamiento y ofreciendo savia. En efecto, sí queremos que el orden social se asiente en este mundo globalizado: existencia individual y concordia ecuménica, han de estar fusionadas, por un inquebrantable parentesco. Ojalá que el legado dejado por el papa Francisco de fe, servicio y compasión para todos, especialmente para aquellos que quedan al margen o atrapados por los horrores y errores cometidos, nos hagan repensar y cambiar de paso.

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