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En este totum revolutum que nos ha tocado vivir en el que parece que, en España, todo anda desquiciado, que no hay el más mínimo entendimiento entre los políticos que, incluso, se echan los trastos a la cabeza los unos con los otros en su afán de destacarse, de conseguir posicionarse mejor o de descabalgar al oponente para reforzar su propia posición, los ciudadanos de a pie están empezando a impacientarse ante semejante estado de cosas.
Sin duda, hemos entrado en lo que se podría calificar como el momento clave de la legislatura socialista, encabezada por el aspirante a dictador, señor Pedro Sánchez. Ya no hay dudas sobre el hecho de que se ha anclado en el poder y no tiene la menor intención de abandonarlo.
Esta bola gigante a la que, los que habitamos en ella, llamamos Tierra, la Gea mitológica que, según los griegos, engendró con Urano los hecatónquiros, gigantes con cien brazos y cincuenta caras, sigue inmutable su rutina de traslación y rotación en su periplo alrededor del Sol, indiferente a las debilidades de quienes la pueblan.
Si el señor Pedro Sánchez no hubiera demostrado, con suficiente claridad, su plena disposición a tener satisfecho al independentismo catalán y vasco para asegurarse su sillón presidencial, podríamos pensar que no se entera de lo que está sucediendo en Cataluña, donde no pasa día que no haya algún iluminado que no se meta con España y los españoles.
Si el indigenismo de aquellos países no ha sido capaz de establecer verdaderas democracias, se les debería pregunta a ellos cuál a sido la causa. No fue culpa de Colón ni de los españoles que, lo que llevaron a aquellas tierras, aparte de la religión, fue una cultura y civilización de la que carecían en absoluto por aquellos tiempos.
Es evidente que dentro del mismo PSOE hay motivos para pensar que existen series divergencias acerca del modelo de país que se quiere para España. Por una parte, existen las Juventudes Socialistas empeñadas en ahondar en el tema de la república que seguramente van a intentar colar el tema en el 40º congreso federal socialista del próximo fin de semana en Valencia. Este tema y su rechazo a la monarquía, prometen calentar con sus quejas las sesiones del congreso.
No por esperado resulta menos sorprendente el hecho de que, para asegurarse el poder durante algún año más, nuestro presidente del gobierno, señor Pedro Sánchez, se deje arrastrar por los comunistas de Podemos y los separatistas, tanto catalanes como vascos, hacia un terreno peligroso, una deriva que lleva a España directamente hacia un totalitarismo estatal en el que las libertades ciudadanas cada vez quedan más restringidas.
No por esperado resulta menos sorprendente el hecho de que, para asegurarse el poder durante algún año más, nuestro presidente del gobierno, señor Pedro Sánchez, se deje arrastrar por los comunistas de Podemos y los separatistas, tanto catalanes como vascos, hacia un terreno peligroso, una deriva que lleva a España directamente hacia un totalitarismo estatal.
Este aspecto de la enseñanza es lo que debiera ser un campo en el que los políticos y el Gobern catalán hubiesen centrado sus máximos esfuerzos, en lugar de convertir las escuelas y las universidades catalanas en reductos para la imposición inclusiva de la lengua catalana.
Los europeos hace años que perdimos el control del mundo y, además, lo hicimos por méritos propios, por codicia, ambición, egoísmo y falta de empatía con aquellos pueblos que, de alguna forma, estuvieron supeditados al dominio de nuestras respectivas naciones. España, Alemania, Gran Bretaña y Francia, sin olvidarnos de Portugal, fueron las grandes naciones colonizadores.
El fenómeno catalán ha entrado en lo que se podría calificar como la disparatada e inexplicable discordancia entre lo que aspiran unos, los más recalcitrantes separatistas; lo que buscan obtener otros, los más pragmáticos y lo que un grupo importante de catalanes, los que prefieren pisar tierra firme y no correr el albur de que la autonomía acabe desmoronándose bajo el peso de la inoperancia, la fantasía, las utopías soberanistas.
La explicación del comportamiento erróneo del Gobierno español, en apoyo de Puigdemont y en contra de que sea extraditado (pidió la suspensión de la euroorden a pesar que sólo el juez Llarena puede hacerlo y no lo hizo, en ningún momento), es muy sencilla: el señor Sánchez lo único que pretende es salvar los PGE para el año próximo, algo que no tiene posibilidades de conseguir sin el apoyo de los escaños catalanes.
Estamos, sin duda alguna, ante uno de los momentos más críticos de la reciente historia de nuestro país y, desgraciadamente, no parece que tengamos la más mínima posibilidad de cambiar el rumbo de quienes están empeñados en convertirnos en un régimen totalitario, cuando no tenemos a quienes sean capaces y tengan la voluntad y coraje de hacerlos desistir de tal intento.
En ocasiones los españoles volvemos la mirada hacia atrás y nos preguntamos por qué hemos sido capaces de tirar por la borda un estado de bienestar que, a algunos, seguramente les parecía poco, a otros por el simple hecho de estar gobernados por la derecha, les repateaba el hígado y al resto, sin duda una mayoría, nos parecía un don de Dios poder disfrutarlo en paz, sin amenazas aparentes.
En este país no reaccionamos igual, no pensamos de la misma manera, no razonamos con la misma lógica y, si nos apuran, no entendemos ni participamos de lo que comúnmente, habitualmente, según lo que en las naciones civilizadas entenderían como una manera adecuada, correcta y científica de aplicar en nuestra nación de una forma correcta el concepto de “democracia”.
Cuando es el propio señor Illa, líder de la oposición del Parlamento catalán, quien afirma que “desde el principio se sabía que ésta era una mesa de diálogo entre gobiernos”, huelga más aclaraciones, más interpretaciones y más suposiciones respecto a lo que se está tramando en esta “mesa de diálogo”, denominación bajo la cual se nos intenta hacer tragar a los españoles que se busca reconducir las relaciones de España con la abiertamente antiespañola Cataluña.
Este feminismo radical y ensoberbecido que estamos padeciendo en España, que se ha alejado de sus justas reivindicaciones en cuanto a la igualdad de oportunidades y trato que se les deben dar, por justicia, a las mujeres; para convertirse en algo parecido a un partido político de clara tendencia izquierdista, con ramalazos totalitarios y excesos verbales que las sitúan, en ocasiones, al borde de la idiocia.
Cuando un gobierno pierde el sentido de la moderación y se dedica, en lugar de a gobernar para sus ciudadanos, a mantener una batalla constante contra la oposición, entra en prácticas maniqueístas y se rebaja hasta el punto de intentar ahogar a una comunidad, como es la madrileña, solamente por resentimiento y animadversión por haber sido derrotados en toda la línea por el PP de la señora Ayuso.
Observamos que, precisamente en vísperas de la Diada del 11 de septiembre, como si esta festividad tuviera el poder de conceder la inmunidad en contra del Covid 19, deciden suprimir todas las limitaciones que existían en la autonomía para evitar la propagación de esta cepa Delta, tan contagiosa, de la epidemia que tantos dolores de cabeza está proporcionado a la sanidad autonómica.
Esperábamos de este gobierno, presidido por el señor Sánchez, muchas, no todas, de las desagradables sorpresas con las que nos ha venido obsequiando desde que asumió el poder. Incluso, cuando contrajo su “matrimonio” de conveniencia con el líder de Unidas Podemos, el señor Pablo Iglesias, nos hicimos a la idea de que las leyes laborales y algunos artículos de la Constitución iban a ser objeto de cambios.
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