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Opinión
Etiquetas | Hablemos sin tapujos | Puigdemont | Justicia | Cataluña | Gobierno de España | Pedro Sánchez
Quien parece ser el más interesado en que Europa no extradite al prófugo, resulta ser el propio Gobierno español, dirigido por Pedro Sánchez

El caso Puigdemont apesta. El Gobierno cómplice niega su extradición

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Europa y quienes forman parte de esta pretendida unión que, en teoría, debería haber sido una nueva potencia política, económica, industrial, jurídica ymilitar, formada por un conjunto de naciones unidas bajo una misma constitución supranacional y sometidas a una autoridad superior, en todos aquellos aspectos en los que la soberanía nacional debería ceder ante el interés común del conjunto de naciones, al modo de una superpotencia confederada, capaz de hacer frente, de tú a tú, a las grandes potencias económicas y militares con las que se encontraría en competencia. Esto, seguramente, es lo que debería haber sido si, quienes han sido los encargados de llevar a cabo el desarrollo de la idea, no se hubieran perdido en una maraña de intereses partidistas, nacionalistas, lobistas, monopolistas, egoístas y, por encima de todo, sometidos a una corruptela que ha convertido en algo imposible de controlar, aquella primera idea de una Europa común bajo un mando común.


Y, en este orden de cosas, cabe que nos preguntemos si es entendible que un señor reclamado por la Justicia de su país, prófugo, refugiado en una de las naciones pertenecientes a la UE, que ha participado en su país de un intento de secesión de una parte del mismo; que se ha declarado en rebeldía contra el orden establecido, intentando atentar contra la unidad del mismo, y contra el que existe una orden europea que reclama su extradición, formulada por el TS del país al que pertenece.


Este es precisamente el caso del señor Puigdemont, un personaje estrafalario, que huyo cuando debía responder de sus responsabilidades ante los tribunales españoles y que, desde entonces, en lugar de haberlo puesto a disposición de la justicia española, una serie de naciones en las que se ha refugiado, incomprensiblemente, burlando el espíritu de las euro órdenes y a causa de las distintas opiniones de los tribunales a las que fueron sometidas, sigue deambulando libremente como si en Europa, España, una nación democrática, no tuviera derecho a que las sentencias de su más alto tribunal, el Tribunal Supremo, sean respetadas por encima de las de tribunales locales de segundo orden que, incomprensiblemente, se atreven a poner obstáculos al cumplimiento de la euro orden de extradición, en la que se reclama que sea devuelto a España para ser sometido a juicio.


Sin embargo, quien parece ser el más interesado a que Europa no extradite al prófugo Puigdemont, contrariamente a todo que la lógica podría dar a entender, resulta ser el propio Gobierno español, dirigido por el presidente Pedro Sánchez, que resulta estar interesado en tener a los nacionalistas catalanes contentos y esperanzados, sentados a una mesa de diálogo con representante de lo más significativo y radical del soberanismo catalán para mercadear, intrigar, animar y prometer cosas que no están en sus manos poder conceder. En ello se está poniendo en cuestión el reparto de ayudas económicas, de las recibidas de Europa, de las que una parte importante, superior a la que se merecerían por su actitud separatista, se le va a otorgar a Cataluña en perjuicio del resto de autonomías que se van a verse postergadas en este reparto fraudulento. 


La explicación del comportamiento erróneo del Gobierno español, en apoyo de Puigdemont y en contra de que sea extraditado (pidió la suspensión de la euroorden a pesar que sólo el juez Llarena puede hacerlo y no lo hizo, en ningún momento), es muy sencilla: el señor Sánchez lo único que pretende es salvar los `PGE para el año próximo, algo que no tiene posibilidades de conseguir sin el apoyo de los escaños catalanes. Como era de esperar, los nacionalistas no han tardado un minuto en hacer uso de su parafernalia revolucionaria en forma de miles de personas que se manifestaron protestando a favor de Puigdemont y en contra de la famosa mesa de diálogo.


Miles de personas, no cien mil ni un millón, como fueron en otras ocasiones. Sólo un 19% de la juventud catalana es separatista, un porcentaje que demuestra que, el catalanismo radical, sigue en caída libre. Pero somos millones los españoles que hemos lamentado que Italia liberase, una vez más, al prófugo y presunto delincuente, por simples cuestiones de retraso de la Asamblea europea en quitarle la impunidad a Puigdemont, algo que, en la actualidad, si el tema de las relaciones con Rusia prosperase en los tribunales, seguramente no se tardaría mucho en proceder a negarle la impunidad de la que goza, en cuyo caso la extradición ya sería difícil de serle negada al TS español.No es aceptable que el Gobierno español haga dejación de su deber de apoyar a los tribunales de justicia españoles y permita que se ponga en tela de juicio la validez de las sentencias, autos y resoluciones de nuestros tribunales de justicia relacionados con juicios que afectan a cuestiones internas de nuestro país, máxime, cuando el tema está relacionado con el incumplimiento de temas constitucionales que afectan a la unidad e integridad del país y se erija en uno de los focos constantes de la política nacional española.


Basta ya de permitir que, la comunidad catalana, se constituya en árbitro constante de la política española; de que el resto del Estado deba estar, constantemente, al albur de las ocurrencias de la Generalitat, ¡y de sus intentos de crear un ambiente adverso en el resto de Europa, en cada ocasión en las que intenta chantajear al Estado! Es inaceptable que nuestros gobernantes defiendan lo indefendible y vayan accediendo a cualquier petición de estos separatistas que, por otra parte, no ahorran insultos, desautorizaciones, amenazas e intimidaciones a nuestras organizaciones, cuerpos de seguridad, ejército y a todo cuando represente a España, sin que las concesiones que cada día van recibiendo de nuestro Ejecutivo parezca que tenga el menor impacto para detener semejantes actitudes.


Y, con este triste panorama, nuestro Gobierno, los que ocupan la Moncloa, siguen aferrándose al diálogo y a lo que, para ellos supone una distensión de las relaciones con Cataluña. Sus asesores, los que cobran por avalar al Gobierno en sus errores, dicen que “están muy tranquilos” tras haber tenido contactos con el señor Aragonés. Sin embargo, no parece que el presidente de la Generalitat comparta esta tranquilidad cuando admite que “lo vivido no ayuda, en nada al proceso de resolución del conflicto”. Y una prueba de lo que sucede en esta autonomía catalana y de la falta de entendimiento que caracteriza a todos los políticos que forman parte del soberanismo es el hecho de la hipocresía de un señor Junqueras que, aparentemente “envía todo su apoyo al presidente” cuando es evidente que es el que más se ha regocijado de que lo detuvieran por lo que le beneficia a él y su partido el que “junts per cat.”se encuentren en problemas.


Contrariamente a lo que opinan algunos periodistas, el hecho de que Puigdemont pudiera salir indemne de los resultados de una extradición, con una condena ad hoc y un indulto como el de sus compañeros, no creo que contribuyera a mejorar la situación de Cataluña y la pelea entre ERC y Puigdemont y sus seguidores no hará más que dejar en el aire una lucha sorda para seguir a la caza del poder, en la formación que saliera perdedora de la confrontación en las urnas. 


Todo lo que sigan siendo paños calientes, intentos de sacar acuerdos mediante diálogos de sordos, buscar ganar tiempo a base de más aportaciones económicas o conseguir más apoyos para gobernar ante los resultados de unos próximos comicios; no hará más que fortalecer al independentismo, exacerbar a los más extremistas, impacientar a los que aspiran al poder y crear una situación de stand by entre el resto de los españoles, con el peligro de que, como viene sucediendo con muchos de los temas de actualidad, llegue un momento en el que, cansados de  tanta disputa, pudieran empezar a pensar que lo mejor sería darles a los catalanes lo que piden. Una situación que no se puede permitir que se llegara a dar y que corresponde a los españoles velar para que nunca se pudiera producir.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no parece que estemos en condiciones para sacar adelante una petición de nuestro TS, perfectamente justificada por la euroordende Marchena para que, la intervención evidentemente maliciosa del gobierno socialista, pidiendo que se paralizaran las órdenes emitidas cree, por lo menos por el momento,la confusión necesaria para que el señor Puigdemont pueda continuar su cruzada de injurias y descalificaciones contra la justicia y el gobierno español a quien, al parecer, le debe la gracia de continuar en libertad para poderlo injuriar.

El caso Puigdemont apesta. El Gobierno cómplice niega su extradición

Quien parece ser el más interesado en que Europa no extradite al prófugo, resulta ser el propio Gobierno español, dirigido por Pedro Sánchez
Miguel Massanet
lunes, 27 de septiembre de 2021, 09:52 h (CET)

Europa y quienes forman parte de esta pretendida unión que, en teoría, debería haber sido una nueva potencia política, económica, industrial, jurídica ymilitar, formada por un conjunto de naciones unidas bajo una misma constitución supranacional y sometidas a una autoridad superior, en todos aquellos aspectos en los que la soberanía nacional debería ceder ante el interés común del conjunto de naciones, al modo de una superpotencia confederada, capaz de hacer frente, de tú a tú, a las grandes potencias económicas y militares con las que se encontraría en competencia. Esto, seguramente, es lo que debería haber sido si, quienes han sido los encargados de llevar a cabo el desarrollo de la idea, no se hubieran perdido en una maraña de intereses partidistas, nacionalistas, lobistas, monopolistas, egoístas y, por encima de todo, sometidos a una corruptela que ha convertido en algo imposible de controlar, aquella primera idea de una Europa común bajo un mando común.


Y, en este orden de cosas, cabe que nos preguntemos si es entendible que un señor reclamado por la Justicia de su país, prófugo, refugiado en una de las naciones pertenecientes a la UE, que ha participado en su país de un intento de secesión de una parte del mismo; que se ha declarado en rebeldía contra el orden establecido, intentando atentar contra la unidad del mismo, y contra el que existe una orden europea que reclama su extradición, formulada por el TS del país al que pertenece.


Este es precisamente el caso del señor Puigdemont, un personaje estrafalario, que huyo cuando debía responder de sus responsabilidades ante los tribunales españoles y que, desde entonces, en lugar de haberlo puesto a disposición de la justicia española, una serie de naciones en las que se ha refugiado, incomprensiblemente, burlando el espíritu de las euro órdenes y a causa de las distintas opiniones de los tribunales a las que fueron sometidas, sigue deambulando libremente como si en Europa, España, una nación democrática, no tuviera derecho a que las sentencias de su más alto tribunal, el Tribunal Supremo, sean respetadas por encima de las de tribunales locales de segundo orden que, incomprensiblemente, se atreven a poner obstáculos al cumplimiento de la euro orden de extradición, en la que se reclama que sea devuelto a España para ser sometido a juicio.


Sin embargo, quien parece ser el más interesado a que Europa no extradite al prófugo Puigdemont, contrariamente a todo que la lógica podría dar a entender, resulta ser el propio Gobierno español, dirigido por el presidente Pedro Sánchez, que resulta estar interesado en tener a los nacionalistas catalanes contentos y esperanzados, sentados a una mesa de diálogo con representante de lo más significativo y radical del soberanismo catalán para mercadear, intrigar, animar y prometer cosas que no están en sus manos poder conceder. En ello se está poniendo en cuestión el reparto de ayudas económicas, de las recibidas de Europa, de las que una parte importante, superior a la que se merecerían por su actitud separatista, se le va a otorgar a Cataluña en perjuicio del resto de autonomías que se van a verse postergadas en este reparto fraudulento. 


La explicación del comportamiento erróneo del Gobierno español, en apoyo de Puigdemont y en contra de que sea extraditado (pidió la suspensión de la euroorden a pesar que sólo el juez Llarena puede hacerlo y no lo hizo, en ningún momento), es muy sencilla: el señor Sánchez lo único que pretende es salvar los `PGE para el año próximo, algo que no tiene posibilidades de conseguir sin el apoyo de los escaños catalanes. Como era de esperar, los nacionalistas no han tardado un minuto en hacer uso de su parafernalia revolucionaria en forma de miles de personas que se manifestaron protestando a favor de Puigdemont y en contra de la famosa mesa de diálogo.


Miles de personas, no cien mil ni un millón, como fueron en otras ocasiones. Sólo un 19% de la juventud catalana es separatista, un porcentaje que demuestra que, el catalanismo radical, sigue en caída libre. Pero somos millones los españoles que hemos lamentado que Italia liberase, una vez más, al prófugo y presunto delincuente, por simples cuestiones de retraso de la Asamblea europea en quitarle la impunidad a Puigdemont, algo que, en la actualidad, si el tema de las relaciones con Rusia prosperase en los tribunales, seguramente no se tardaría mucho en proceder a negarle la impunidad de la que goza, en cuyo caso la extradición ya sería difícil de serle negada al TS español.No es aceptable que el Gobierno español haga dejación de su deber de apoyar a los tribunales de justicia españoles y permita que se ponga en tela de juicio la validez de las sentencias, autos y resoluciones de nuestros tribunales de justicia relacionados con juicios que afectan a cuestiones internas de nuestro país, máxime, cuando el tema está relacionado con el incumplimiento de temas constitucionales que afectan a la unidad e integridad del país y se erija en uno de los focos constantes de la política nacional española.


Basta ya de permitir que, la comunidad catalana, se constituya en árbitro constante de la política española; de que el resto del Estado deba estar, constantemente, al albur de las ocurrencias de la Generalitat, ¡y de sus intentos de crear un ambiente adverso en el resto de Europa, en cada ocasión en las que intenta chantajear al Estado! Es inaceptable que nuestros gobernantes defiendan lo indefendible y vayan accediendo a cualquier petición de estos separatistas que, por otra parte, no ahorran insultos, desautorizaciones, amenazas e intimidaciones a nuestras organizaciones, cuerpos de seguridad, ejército y a todo cuando represente a España, sin que las concesiones que cada día van recibiendo de nuestro Ejecutivo parezca que tenga el menor impacto para detener semejantes actitudes.


Y, con este triste panorama, nuestro Gobierno, los que ocupan la Moncloa, siguen aferrándose al diálogo y a lo que, para ellos supone una distensión de las relaciones con Cataluña. Sus asesores, los que cobran por avalar al Gobierno en sus errores, dicen que “están muy tranquilos” tras haber tenido contactos con el señor Aragonés. Sin embargo, no parece que el presidente de la Generalitat comparta esta tranquilidad cuando admite que “lo vivido no ayuda, en nada al proceso de resolución del conflicto”. Y una prueba de lo que sucede en esta autonomía catalana y de la falta de entendimiento que caracteriza a todos los políticos que forman parte del soberanismo es el hecho de la hipocresía de un señor Junqueras que, aparentemente “envía todo su apoyo al presidente” cuando es evidente que es el que más se ha regocijado de que lo detuvieran por lo que le beneficia a él y su partido el que “junts per cat.”se encuentren en problemas.


Contrariamente a lo que opinan algunos periodistas, el hecho de que Puigdemont pudiera salir indemne de los resultados de una extradición, con una condena ad hoc y un indulto como el de sus compañeros, no creo que contribuyera a mejorar la situación de Cataluña y la pelea entre ERC y Puigdemont y sus seguidores no hará más que dejar en el aire una lucha sorda para seguir a la caza del poder, en la formación que saliera perdedora de la confrontación en las urnas. 


Todo lo que sigan siendo paños calientes, intentos de sacar acuerdos mediante diálogos de sordos, buscar ganar tiempo a base de más aportaciones económicas o conseguir más apoyos para gobernar ante los resultados de unos próximos comicios; no hará más que fortalecer al independentismo, exacerbar a los más extremistas, impacientar a los que aspiran al poder y crear una situación de stand by entre el resto de los españoles, con el peligro de que, como viene sucediendo con muchos de los temas de actualidad, llegue un momento en el que, cansados de  tanta disputa, pudieran empezar a pensar que lo mejor sería darles a los catalanes lo que piden. Una situación que no se puede permitir que se llegara a dar y que corresponde a los españoles velar para que nunca se pudiera producir.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no parece que estemos en condiciones para sacar adelante una petición de nuestro TS, perfectamente justificada por la euroordende Marchena para que, la intervención evidentemente maliciosa del gobierno socialista, pidiendo que se paralizaran las órdenes emitidas cree, por lo menos por el momento,la confusión necesaria para que el señor Puigdemont pueda continuar su cruzada de injurias y descalificaciones contra la justicia y el gobierno español a quien, al parecer, le debe la gracia de continuar en libertad para poderlo injuriar.

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