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Quien la sigue la consigue y es evidente que, nuestro presidente del Gobierno, lleva años intentando que el señor Biden le escuche, aunque se solamente por un rato. Después de las humillaciones que ha recibido del resto de naciones importantes de la UE, al ser excluido de los últimos encuentros entre los miembros principales de la comunidad europea y de los EE.UU, necesitaba como agua de mayo que alguien, aunque fuera protocolariamente, le escuchase.
“Ya hemos perdido la Sierra de Culebra, ahora te queda también la de la Demanda (una sierra de la Rioja). Vete y quémala”, le díjo el vecino del pueblo a Sánchez, a lo que éste le responde: “Vamos a arreglarlo”. Respuesta del lugareño: “¿Arreglarlo? ¿Tú arreglarlo? ¡Tú que vas a arreglar!”
Era de esperar, conociendo el paño de quienes están al frente del gobierno de la nación. Pero, así y todo, no podemos evitar, una vez más, el sentir el rechazo más profundo hacia este tipo de política del gobierno socio-comunista, dirigido por Pedro Sánchez que, como ha venido demostrando a lo largo del tiempo que lleva al frente del país, es incapaz de rectificar sus errores, de admitir sus responsabilidades, de escuchar a la oposición y de aceptar la derrota.
Un 87% de españoles se muestra preocupado por la Guerra de Ucrania, lo que nos sitúa como el país con mayor preocupación, solo superado por Polonia (96%), que está puerta con puerta con su vecino ucraniano, según el informe “Global Issues Barometer” que analiza un total de 18 países de todo el mundo. Además, los españoles muestran muy diversas preocupaciones, siendo las más citadas la economía y la educación (un 49% cada uno) y la salud (45%), por encima incluso de la pandemia.
Hay demasiadas cosas que llaman mi atención, ya sean las elecciones andaluzas en las que habrá que votar el próximo domingo, como los mil y un problemas que el presidente del gobierno nos causa a todos los españoles. Y qué decir de la guerra de Rusia contra Ucrania. Me cae bien el ucraniano Zerlensky pero creo que ha calculado mal su apuesta contra Rusia, quizás esperando la ayuda de la Unión Europea y de la NATO que no llegará a mi parecer.
Estamos entrando en la campaña electoral de la comunidad andaluza y las cosas no pintan bien para los socialistas y, en general, para las izquierdas de esta nación. Hay quien se atreve a pronosticar que, en Andalucía, poner los cimientos de lo que pueden ser los resultados de las elecciones legislativas que tendrán lugar, en poco más de un año, y que van a decidir el destino de España o del lo que quede aún de ella, y será el anticipo de lo que decidirán las legislativas.
Aunque él no lo sabe, está ya más muerto, que los habitantes de los cementerios. Muerto para España, para Europa muerto, y el resto del mundo lo tiene por muerto.
Puede resultar incómodo, insólito y tremendamente confuso para un católico poco practicante o, mejor dicho, con muchas dudas existenciales -que no sé si es exactamente lo mismo- el hecho de que la máxima autoridad de la iglesia católica, su pastor y dirigente, pueda, en determinadas ocasiones tener alguna salida que choca, se destaca o da la sensación de que la locomotora que dirige esta gran sociedad religiosa, con más de 2000 años de antigüedad, se haya salido de las vías.
En primer lugar, debo dejar muy claro, que no soy de ningún partido en absoluto, que estoy siempre a favor de la verdad y la justicia, pero sobre todo de los derechos humanos, de los derechos de todo trabajador, de una vida digna, que conlleva tener un trabajo fijo, una vivienda y un salario que permita cubrir las necesidades básicas y principales de cualquier familia sin ninguna distinción.
El pasado domingo fue la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Francia. Unos han respirado satisfechos porque ha vuelto a ganar Macron y ha perdido Marie Le Pen representante de la “peligrosísima extrema derecha” y otros creen que la distancia entre ambos cada vez es más corta por lo que ya falta menos para que desaparezca la V República Francesa y la Unión Europea, que tantas esperanzas despertó, se vaya al traste.
A partir del lunes de Pascua se silencian en toda España las bandas y tambores que durante al menos unos días, han apagado el fragor de las batallas políticas con las que nos fustigan diariamente los medios de comunicación, aunque no han podido hacerlo con los tambores de guerra que siguen inundando de terror y muerte las calles y ciudades del masacrado pueblo ucraniano, dispuesto a una defensa numantina de su libertad frente al invasor ruso.
Estos días que corren he estado leyendo una novela negra con crimen incluido, como tiene que ser, para escurrir el bulto de la situación de este país que todavía insistimos muchos en llamar España y de ese residuos de una izquierda capaz de reconocer en Europa las razones de Putin y su crueldad como oficio que ya demostró en los cuarenta años de comunismo de responsable de la KGB.
Aquellos que somos excesivamente meticulosos a la hora de digerir las trascendentes alteraciones que se producen a diario en el campo de la política, la economía o la sanidad, asistimos admirados a las frases lapidarias con las que algunos privilegiados dan una solución o, al menos, desechan de su mente, las diversas vicisitudes con las que nos encontramos a diario.
La crisis por la que hoy atraviesa España en el plano nacional e internacional es de tal gravedad, que la figura del jefe de la oposición se hace imprescindible para actuar como portavoz de los sectores de la sociedad que en estos momentos manifiestan su inquietud y desacuerdo ante la caótica y desnortada actuación del gobierno socialcomunista encabezado por Pedro Sánchez.
¿Cuál debe ser nuestra reacción? “Al mal tiempo… buena cara”. Estoy redactando este “segmento” mientras penetran por mi ventana una especie de rayos cósmicos procedentes de la calima que nos envuelve en el día de hoy. ¡A lavar de nuevo el coche! A patinar por las calles en medio de ese barro pegadizo y amarillento. Parece que, como nos hemos desligado del pueblo saharaui, el desierto se quiere vengar de nosotros en forma de lluvia persistente de “agüita amarilla”.
Lidiar con morlacos de 500 kilos no es lo mismo que actuar en un encierro de becerros. Esto que resulta evidente para cualquier ciudadano español, parece que no lo acaba de entender un gobierno, completamente desnortado, ajeno a las realidades de esta nación y guiado, exclusivamente, por su obcecación de transformar nuestra nación en un conejillo de indias sobre el que practicar experimentos libertarios de componentes comunistoides.
Calima, fosca y niebla sucia son tres conceptos femeninos parecidos: Accidente atmosférico consistente en partículas de polvo o arena en suspensión. Niebla densa que oscurece el ambiente. Y nube baja, sucia, que dificulta la visión. Los tres pueden acoplarse a la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados Cuca Gamarra. Con la conjunción ‘y’ o con una ‘o’, disyuntiva, que denota diferencia.
En esta barahúnda constante en la que todos combaten a todos, en la que todos dicen verdades y mentiras respecto a la política tanto nacional como internacional, ¿cómo podré orientarme? Hastiado de tanto telediario teledirigido desde el gobierno o al servicio de unos pocos adinerados, opté por refugiarme en la lectura de los diálogos de Platón y poner atención a la Apología de Sócrates, incansable buscador de la verdad y condenado por ello a beber la cicuta.
Españoles, os invoco con el grito de guerra que lanzaban los almogávares, bravos entre los bravos, antes de entrar en batalla y que hicieron temblar el Imperio bizantino. Los fenicios llamaron a esta piel de toro en la quehabitamos con el nombre de Spania, que según conspicuos historiadores, significa tierra de conejos. Puede ser que en la época en la que ellos la conocieron estuviese habitada por muchas de estas pequeñas y asustadizas bestezuelas.
Sin duda alguna la humanidad ha entrado en una fase que difícilmente puede llevarnos al optimismo respecto a un futuro que se nos anticipa como un conjunto de abracadabrantes situaciones, ninguna de las cuales positivas. Son múltiples las cuestiones que están actuando sobre nuestra nación que nos hacen creer que puede llegar, a no tardar, un momento en el que todo lo que habíamos conseguido avanzar en años anteriores se pierda, a causa de la mala gestión de los gobernantes.
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