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Hablo de hoy y de ayer

Cada vez me resulta más raro el mundo en que vivimos. Mejor sería decir “que padecemos
Francisco Rodríguez
martes, 25 de octubre de 2022, 11:15 h (CET)

Siguiendo la costumbre este sábado por la mañana me dispongo a escribir algo, pero he pasado una semana bastante fastidiado, pero no voy a aburrir a mis lectores con el detalle de mis dolencias. Pero si yo estoy malo el mundo y España están peor. Todos los días dedican una parte del telediario a darnos una explicación detallada de porqué todo sube. La culpa siempre es de los demás ¡nunca del gobierno que nos desgobierna!


Ahora andan buscando aprobar unos presupuestos que, seguramente, harán aumentar nuestra deuda, la de España y la de cada español. Seguro que serán aprobados por el partido socialista, los social-comunistas y los separatistas que cobran su voto al contado.


Mientras tanto el número de pobres aumenta y a la puerta de cada parroquia hay colas esperando recibir algo de Cáritas. No deja de ser sorprendente que la tan denostada Iglesia tenga que resolver el problema del hambre, mientras los gobernantes gastan sin freno y si el presidente tiene que desplazarse hay que utilizar no sé cuántos automóviles de alta gama y hasta el Falcon.


Qué país, qué paisaje y qué paisanaje, como dijo alguien hace tiempo. Después de cada sesión sobre el aumento de precios nos cuentan la guerra de Ucrania, seguramente para que veamos que otros están peor.


Nos cuentan también lo que pasa “en dos continentes” y no sabe uno si reír o llorar cuando aparece la momia de Joe Bidem. El partido comunista chino, parco de palabras, espera seguir al mando de su país más que Pedro Sánchez y hasta Boris Jhonson es posible que vuelva al parlamento inglés después del fugaz paso de una señora que no ha resultado parecerse a Margaret Thatcher.


Mis piernas inútiles me impiden salir a la calle, pero leo mis viejos libros de historia. Ahora le ha tocado al que se titula “El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias” que escribió mi recordado profesor Don Antonio Domínguez Ortiz.


Leyéndolo me reafirmo en mi opinión de que el cambio climático es un embuste. En esta época las sequías y los aguaceros se sucedían cada año y las rogativas pidiendo la lluvia se sucedían otras pidiendo a los mismos santos que cesaran. Lo único que ha cambiado es que ya no hay rogativas.


Toda la gente tenía claro que “año de nieves, año de bienes” y que las buenas cosechas también aumentaban el número de hijos en cada pueblo y lo años de hambre la población disminuía.

Ahora la población disminuye por la propaganda del aborto y parte de España queda deshabitada y envejecida.


¿Qué nos deparará el futuro? El presidente no deja caer de su solapa la insignia de la agenda 2030, promovida por los que quieren que no nazcan niños y que los viejos, como yo, desaparezcan “para salvar el planeta”.


Inconsecuentes con sus propios postulados, estos globalistas no se deciden a quietarse la vida.

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Los legisladores actuales se han acostumbrado, de una forma que yo llamaría indecente, a lo que se le ocurre (sea lo que sea) a alguno de esos personajes (masculinos, femeninos y neutros) de la rampante y vulgar moda de los pijos progres. Estamos observando en los últimos tiempos que el legislador actual se entromete en ámbitos privados sin ningún recato, creando normas para regular los modelos que necesita para la promoción de su disparatada ideología.

En medio de la escalada del aluvión de desastres climáticos que nos acorralan y de los incesantes conflictos que nos persiguen, defender los valores humanos y la ética humanitaria, es una de las más urgentes necesidades del momento. Hoy más que nunca precisamos reponernos, trabajar en los valores interiores de cada cual, para encontrar el reposo necesario y la primordial quietud que generan las razones de la esperanza, que todos nos merecemos por el mismo hecho de nacer.

Ni teléfono ni internet, lo justo para sentirse desnortado y pensar en otras posibilidades. Al abrir la ventana escuché a varias personas que llevaban un transistor en la mano, pegado al oído como aquel fatídico 23F o las tardes de domingo para conocer los resultados del fútbol. Decidí no esperar más y pensé dónde podía estar alguno de los dos transistores que tenía en otra época. No tardé en encontrarlos y, tras poner pilas nuevas, resulta que funcionaban como el primer día.

 
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