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Violeta Torrejón
Violeta Torrejón
Se trata de adaptarnos a las personas que vamos conociendo por el camino, y de que ellos lo hagan también

Es difícil conservar las relaciones de amistad que iniciamos al principio de nuestra juventud porque los pilares que hicieron que eso se creara van modificándose con el tiempo o directamente, se derrumban por completo. A veces, porque aparecen nuevas personas que nos generan más interés y puntos en común, y otras porque por ley de vida, todo se puede distanciar.

Nuestros pensamientos se pueden volver intrusivos si estamos pendientes de nuestro alrededor deseando lo que el resto tiene

La sociedad, tal y como la conocemos, nos obliga a avanzar acorde a unos estándares que debemos haber alcanzado cuando llegamos a unas etapas vitales. Nos recomiendan qué debemos hacer en todo momento y, en caso de que no lo consigamos, surge cierta frustración o decepción con uno mismo. La tecnología tiene una vertiente muy cruel que puede ayudar a ese sentimiento de insatisfacción.

¿Cuántas veces ocurre que no damos segundas oportunidades por la mala opinión que nos hemos generado de alguien?

A lo largo de nuestra vida conoceremos a muchas personas sobre las que, según la idea que nos hagamos, decidiremos profundizar más o menos, es decir, según la concepción que tengamos, haremos el esfuerzo o tendremos la necesidad de indagar más en entablar algún tipo de relación.

¿Por qué esa tendencia a querer aquello que no tenemos? ¿Por qué deseamos lo que otros tienen?

Cuando formamos parte de una sociedad también lo hacemos con los grupos que más afines son a nosotros porque compartimos aficiones o gustos. Nos sentimos plenos con ellos y nos aportan algo que otros no pueden darnos. Pero sin querer nos empezamos a comparar con aquellos que tenemos más cercanos, ¿Por qué esa tendencia a querer aquello que no tenemos? ¿Por qué deseamos lo que otros tienen?

De la misma manera que esperamos bastante de aquellas personas con las que tenemos confianza, también ellos esperarán mucho de nosotros. Porque cuando esperamos algo de alguien es porque sentimos la seguridad suficiente para saber que ese otro estará ahí pase lo que nos pase para escucharnos, para atendernos, para consolarnos y, sobre todo, para no fallarnos.

Desde que somos pequeños utilizamos las mentiras con algún tipo de fin. En la infancia, por el hecho de encubrir algo o para evitar el castigo. En la adolescencia para ocultar todas aquellas actividades que se hacen con los amigos y que de esta manera, los padres no tengan conciencia de lo que están haciendo sus hijos y en la etapa adulta o más madura, para aparentar algo que no somos o para tapar alguna acción que a ojos de los demás, estaría calificada como inmoral.

La sociedad nos enseña a vivir acorde a la gran mayoría, nos introducen valores que debemos manifestar en la edad adulta y nos inculcan la búsqueda de un amor ideal basado en el cuidado y la comprensión. Nos dicen que tenemos que estar acompañados y que la soledad y el individualismo no es bueno.

Vamos cumpliendo años, viviendo y experimentando. A veces, esos años nos pesan, porque observamos a las generaciones más jóvenes y nos damos cuenta de que nosotros ya no los somos. De repente, por alguna razón empezamos a sentirnos mayores, cansados y hasta reflexivos con todo lo que hemos hecho hasta ahora.

Pensamos que las enfermedades deben aparecer cuando somos mayores, creemos que nuestro sistema empezará a fallar o a tener ciertas inestabilidades cuando vamos sumando años en la últimas etapas. No concebimos tener mala salud o empezar a perderla cuando somos jóvenes, porque nos han inculcado que cada fase tiene su cometido y sus vivencias.

Es necesario y sobre todo, imprescindible tener un trabajo que sustente todas nuestras necesidades diarias. Las tareas laborales nos dan utilidad y también prestigio, porque tener la obligación de realizar algo de forma permanente nos da estabilidad y nos va formando como personas.

Es bastante habitual que las personas discutamos entre nosotras, que existan los malentendidos o que, sencillamente, haya veces en que uno esté más predispuesto a acabar con un desacuerdo de opiniones por el estado anímico o las emociones que ha ido sintiendo a lo largo del día.

A medida que vamos cumpliendo años, vamos sumando experiencia a nuestra vida y pasamos por momentos que podrán volverse a repetir o no. Algunos de ellos los elegiremos voluntariamente, mientras que otros los intentaremos evitar a toda costa. La vida, en general, es un camino bastante complicado en el que nadie está libre de sufrimiento.

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