Vamos cumpliendo años, viviendo y experimentando. Celebramos todos nuestros cumpleaños con los amigos, familiares e hijos y soplamos las velas con números de dos cifras porque ya no caben en la tarta, y no como lo hacíamos poniendo cada velita como cuando éramos niños.

A veces, esos años nos pesan, porque observamos a las generaciones más jóvenes y nos damos cuenta de que nosotros ya no los somos. De repente, por alguna razón, empezamos a sentirnos mayores, cansados y hasta reflexivos con todo lo que hemos hecho hasta ahora. Comenzamos a pensar en todo aquello que hemos logrado y en lo que nos falta, en lo que nos hemos equivocado, en las personas que hemos perdido y hemos conocido... Toda una serie de pensamientos que nos hacen darnos cuenta que estamos realizando una valoración de lo que llevamos ya vivido.
Es lo que llamamos la crisis de la mediana edad y que ocurre tanto en hombres como en mujeres. Estar cerca de los 40 años da lugar a plantearse muchas cosas que con 30 no se hace y menos aún, en etapas anteriores. Y todo esto, tiene que ver con la presión social que nos imponen porque existen una serie de estándares a los que hay que llegar según en qué edades. Es una serie de obligaciones que vamos eliminando de nuestra lista de expectativas según las vamos alcanzando.
En el caso de las mujeres el hecho de tener que ser madre puede ser una carga muy pesada. Algunas tendrán muy claro no serlo y otras, que lo dijeron podrían replantearse dicho pensamiento porque la menopausia es algo que puede haber aparecido ya o hacerlo años próximos y el tiempo fértil comenzará a ser limitado. En el caso de los hombres está más relacionado con el tema del prestigio laboral, con haber alcanzado cierto estatus profesional y proveedor de soporte económico, cosa que en caso de no haberlo hecho, puede generar cierta desmotivación temporal.
En las mujeres, el cuerpo cambiará y la autoestima se verá modificada porque las exigencias sobre los cánones de belleza no permiten envejecer lo que llevará cuidarse más y sentirse más vulnerable. Ellos, también sufrirán cambios pero no se les exigirá tanto y serán catalogados como hombres maduros con sus canas cuando están cerca de los 40 mientras que ellas ya serán consideradas como mujeres mayores o con términos de menopáusica empleándolo de forma despectiva.
En las mujeres, parecerá que será necesario contar con pareja o haber formado una familia previamente para sentirse plena y eso supondrá una malestar en aquellas que no lo han hecho. Aparecerán las reflexiones sobre los caminos que se podían haber tomado y las rectificaciones ante esos momentos. Ellos en este caso, se replantearán su vida, incluso cambiando por completo toda su forma de entender el mundo y pensarán en aquello que les faltó y quieran a partir de esa edad, recuperar el tiempo perdido.
En ambos casos, es algo que repercutirá tanto cuando se está cercano a los 40 o cuando faltan escasos años para llegar porque supone un cambio en la percepción que tenemos de nosotros mismos y de lo que nos han hecho creer. Se trata, muchas veces, de constructos sociales que manifestamos y que en caso de no hacerlo, podremos sentirnos desplazados y dar lugar a crisis existenciales. No se trata de plantearse toda la vida anterior sino de vivir lo mejor que podamos lo que hemos logrado. No es mejor ni peor conseguir ciertos objetivos acorde a la edad que vamos cumpliendo sino ser felices con lo que tenemos. No hay que compararse con los demás, ni sentir envidia ni hacerse preguntas de por qué otra persona sí y yo no.
Y es que la vida y sus experiencias son materia personal de cada uno y la manera de afrontar la llegada de los 40 será completamente diferente en unas personas que en otras. Se trata de sentirse lleno independientemente de la edad que tengamos. Se trata de valorarse a sí mismo y construir la vida que uno puede acorde a las circunstancias y ponerse metas y objetivos realmente alcanzables.
Lo importante es llegar, porque cuando se está cerca de los 40, uno se da cuenta de que ya lleva la mitad de su andadura hecha.
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