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Nieves Acosta Picado
Nieves Acosta Picado, profesora e investigadora, terapeuta y orientadora. Madre de dos hijos. Grado de Educación Primaria en la Universidad de Granada. Máster en Orientación Familiar por la Universidad de Málaga. Título Superior en Mindfulness, Psicología Positiva y Gestión Emocional por el Instituto Europeo de Psicología Positiva (Universidad La Salle). Profesora de la Fundación para el Desarrollo de la Consciencia, y profesora colaboradora en la Universidad de Granada. Presidenta de la Asociación Vivir Aprendiendo, y vocal del Foro de Ecología y Espiritualidad. |
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A veces, sin que haya pasado nada concreto, la tristeza se instala dentro de nosotros. No es una tristeza que se necesite llorar, ni tiene razones claras. Es más bien una sensación de estar rotos por dentro, como si algo muy hondo hubiera hecho grietas sin avisar.
A veces me detengo a pensar en los distintos papeles que interpreto en la historia de cada persona que me ha conocido. En unos relatos aparezco como un error, una herida o una decepción. En otros, soy un regalo, una luz o un refugio inesperado. Y, sin embargo, ninguna de esas versiones me define del todo.
Vivimos tiempos de incertidumbre. A veces, a nivel personal: pérdidas, rupturas, enfermedades. Otras veces, como hemos vivido recientemente, la sacudida es colectiva: crisis sanitarias, sociales, económicas. Son momentos en los que la vida, imprevistamente, nos saca de nuestra zona de confort. Y con ello, nos lanza a una pregunta fundamental: ¿quién soy cuando ya no puedo controlar lo que me rodea?
En una época en la que todo parece estar conectado por la tecnología, paradójicamente cada vez más personas se sienten profundamente solas. Para Rafael Narbona, escritor, profesor de filosofía y pensador humanista, esta es la gran contradicción de nuestro tiempo.
Pasamos la vida creyendo que nuestros padres eran eternos. Fueron gigantes. Incansables. Sabían todas las respuestas, solucionaban todo. Nos dieron cariño, consejos y nos pusieron límites y, muchas veces, hasta la ilusión de que el mundo estaba bajo control mientras ellos estuvieran cerca. Pero un día —no sabemos bien cuál— algo cambia.
El amor no surge de la nada, ni es producto de la casualidad... es la maravillosa realidad creada por la unión de dos seres que quieren convivir con amor y generar amor. El ser humano busca el amor, necesita ser amado, querido y correspondido desde el minuto cero de su existencia; desde el primer momento que llegamos al mundo, sentimos la necesidad de salir de nosotros mismos.
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