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Más filosofía educativa

En este siglo XXI, ante la dispersión social y cultural existente, y el cambio civilizatorio a peor que se está desarrollando, parece que la cultura profunda y el conocimiento están siendo relegados a un tercer plano, como algo propio de especialistas
José Manuel López García
jueves, 28 de agosto de 2025, 18:02 h (CET)

La filosofía en el ámbito educativo debe tener como objetivo en la enseñanza media, no solo el aprendizaje de los contenidos del currículo oficial, sino también el desarrollo de las competencias relativas al entender, argumentar, razonar y escribir correctamente. Resulta que para los docentes es cada vez más difícil el logro de estos objetivos, porque los alumnos, ya desde hace años son nativos digitales, y la cultura escrita ya no tiene tanto fuerza para ellos como lo digital. Y no todo está en internet. Aunque nadie discute la utilidad de los medios digitales, no lo son todo, en el proceso de aprender. Son algo complementario, pero no abarcan todo lo que se puede saber. No todo está digitalizado, y aunque lo estuviera no sería suficiente para una formación crítica y creativa, que impulse la reflexión original, algo tan necesario como valioso. En relación con la filosofía para niños de Lipman es un conjunto de planteamientos valiosos, que pone el énfasis en despertar el deseo de pensar y crear, lo que pone de relieve también, que impulsar estos hábitos cognitivos es una tarea indispensable en los niños de primaria. Los niños filosofan a su manera desde la ingenuidad, el asombro, la curiosidad y la imaginación que, en realidad, son las fuerzas que explican el surgimiento de la filosofía. Por supuesto, en la etapa de la infancia, los interrogantes filosóficos, que expresan los niños responden a su desconocimiento de la realidad en la que viven, y quieren tener todas las respuestas, con un enfoque rebosante de inocencia y magia.


Conocen muchas cosas, pero hay otras que desean conocer en profundidad, para ellos casi todo son enigmas, ya que están descubriendo el mundo. Es natural. Lipman que fue un filósofo y educador estadounidense fallecido en 2010 observaba, que muchos jóvenes llegaban a la universidad con serias dificultades para argumentar, para sostener un pensamiento claro y coherente, y no eran capaces de distinguir entre buenas y malas razones. Es un problema que se nota en los institutos, en una considerable parte del alumnado. Es el resultado de una forma de estudiar memorística. La falta de hábito lector también tiene una repercusión negativa, en el rendimiento académico de esta etapa educativa. En el proceso de estudio está bien realizar esquemas y resúmenes de lo más importante, pero también hay que saber desarrollar los conocimientos aprendidos, de una forma original y personal y sabiendo argumentar. La filosofía es fundamentalmente una actividad dialógica, y también de investigación de todo lo real.  Mejorar la calidad de las argumentaciones y razones es otro de los objetivos filosóficos, lo que es aplicable también a otras disciplinas o asignaturas.


Desde la perspectiva de Lipman, la filosofía es la práctica viva del pensar. Esto se puede realizar desde la infancia hasta la juventud, y en las siguientes etapas de la vida. Con distintos niveles de profundidad y precisión. Diferenciando la filosofía mundana de la académica. La filosofía se interesa absolutamente por todo. Esto mismo la convierte en un conocimiento interdisciplinario. El pensamiento creativo también es esencial, porque posibilita la innovación, y la puesta en marcha de nuevas ideas y proyectos, que en un mundo tan cambiante y acelerado como el actual adquiere una significación aún mayor, si cabe. En el espacio cultural, la capacidad creativa es lo más decisivo, por supuesto basada en conocimientos sólidos. Nunca la humanidad ha disfrutado de tantas posibilidades para crear, como en la actualidad.  Se trata de aprovecharlas y para eso hace falta interés, pasión por conocer y descubrir, junto con una gran curiosidad e imaginación. Estos son los elementos impulsores de una vida realmente creativa. La interpretación de las experiencias no tiene fin, porque depende de la memoria y la imaginación creadora de cada persona, y esto mismo se aplica a la crítica de ideas, libros, artículos y obras artísticas. Todo puede ser objeto de reinterpretaciones infinitas.


En este siglo XXI, ante la dispersión social y cultural existente, y el cambio civilizatorio a peor que se está desarrollando, parece que la cultura profunda y el conocimiento están siendo relegados a un tercer plano, como algo propio de especialistas. Y no debe ser así, la cultura libresca es una conquista y un logro irrenunciable, por numerosas razones y sigue siendo la base del mundo occidental. Una parte considerable de la población mundial tiene hábito de lectura, y da el valor que se merece a la producción cultural o artística. Se trata de que toda la gente comprenda, que el disfrute de la cultura no está reñido con el goce de la vida. Son placeres complementarios, y lo racional y sensato es que estén integrados, en la existencia de todas las personas. Por supuesto, cada individuo es libre de cultivar su inteligencia o no, pero lo mejor es que lo haga, por su bien. El materialismo imperante solo valora el dinero. Se trata de buscar una vida floreciente, en la que cada persona llegue a sacar lo mejor de sí mismo. Es lo que planteó Aristóteles, con la eudaimonía o pleno desarrollo personal.





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Hay algo inquietante en ver cómo la cultura se transforma a una velocidad que apenas alcanzamos a procesar. No me refiero solo a los cambios tecnológicos, sino a esa sensación de que lo que antes era profundamente humano; el arte, la escritura, la música, ahora puede ser replicado por una máquina con sorprendente precisión. ¿Qué significa eso para quienes aún creemos que la creación nace del cuerpo, del conflicto, del deseo?

La filosofía en el ámbito educativo debe tener como objetivo en la enseñanza media, no solo el aprendizaje de los contenidos del currículo oficial, sino también el desarrollo de las competencias relativas al entender, argumentar, razonar y escribir correctamente.

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