En las últimas semanas, la inflación en Estados Unidos ha vuelto al debate político y económico. Algunos analistas afirman que este fenómeno podría, en teoría, “beneficiar” al gobierno de Donald Trump al reducir el peso real de la deuda pública. Pero, ¿hasta qué punto es cierto esto? ¿Realmente la inflación es aliada de la administración actual en su reto fiscal?
El argumento: inflación y deuda, una relación engañosa
Técnicamente, cuando los precios suben de manera sostenida, el valor real de las deudas previas, emitidas en dólares con tipos de interés fijos, disminuye. Así, el gobierno parecería “licuar” parte de su deuda: paga lo mismo en términos nominales, pero con dólares que valen menos. Además, la recaudación fiscal —al calcularse sobre ingresos e importes crecientes— puede aumentar, facilitando en apariencia el pago de intereses y amortización de la deuda pública.
La otra cara de la moneda: más costes que alivio
Sin embargo, este presunto beneficio es más ilusorio que real. Los inversores y los mercados internacionales no son ingenuos: a mayor inflación, mayor desconfianza y exigencia de tasas de interés más altas para comprar nueva deuda. Prueba de ello es que el coste de la deuda estadounidense a largo plazo ya ha superado el 5%, su nivel más alto en veinte años, arrastrando el gasto en intereses a cerca del 14% del gasto federal anual.
La mayor parte de la deuda pública de EE.UU. tiene vencimientos relativamente cortos, por lo que necesita renovarse cada pocos años. Por ello, el coste extra en intereses de la nueva financiación anula —e incluso supera— el “alivio” supuestamente otorgado por la inflación sobre los bonos emitidos en el pasado.
Riesgo para la confianza y el dólar
Cuando los mercados perciben que la inflación puede ser una estrategia deliberada para erosionar la deuda, se produce una caída en la confianza sobre el dólar y la solvencia estadounidense. Esto no solo encarece la financiación, sino que agrava el problema fiscal, deprecia la moneda y acelera la subida de los precios de las importaciones, lo que termina minando la capacidad económica del país.
La coyuntura actual: cifras clave
Hoy, la inflación anual en Estados Unidos ronda el 2.7%. El déficit público se mantiene alrededor del 6-7% del PIB y la deuda supera ya el 120% del PIB nacional. A medio plazo, la política de recurrir a la inflación como “solución” a la deuda conduce a un círculo vicioso de pagos de intereses crecientes, mayor déficit y pérdida de credibilidad internacional.
Conclusión: una trampa peligrosa
En definitiva, la inflación puede ofrecer un alivio contable a corto plazo, pero sus efectos negativos —mayores tipos de interés, refinanciación más cara, presión sobre el dólar y pérdida de confianza— son mucho más poderosos y persistentes. Por tanto, lejos de ser una estrategia ganadora para Trump o cualquier otro presidente, recurrir a la inflación para pagar menos por la deuda pública es una trampa que solo agrava el problema fiscal de Estados Unidos.
La historia reciente demuestra que en economía no existen atajos sin consecuencias, y que la solidez financiera se construye sobre la confianza, no sobre la erosión silenciosa del valor de la moneda.
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