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Llucià Pou Sabaté
Llucià Pou Sabaté
Si queremos ser ciudadanos y no consumidores, necesitamos cultivar el pensamiento crítico, y eso implica volver a educar en profundidad

En una época marcada por la inmediatez, las redes sociales y el ruido constante, recuperar la voz de los sabios antiguos puede parecer un acto subversivo. La sabiduría de Epicteto, filósofo estoico del siglo I, resuena hoy con una vigencia inquietante. Su propuesta, sencilla en apariencia, es radicalmente transformadora: para vivir con paz y alcanzar una felicidad sólida, hay que comenzar por distinguir con claridad qué depende de nosotros… y qué no.

Desahogarse es sano, pero recrearse es destructivo. Una queja compartida puede ser un gesto de confianza, pero el bucle de autodesprecio es una celda autoimpuesta

Hay personas que se levantan cada día buscando desafíos, adrenalina, retos que activarían cualquier sistema de recompensa. Otras, sin embargo, viven atrapadas en una forma más insidiosa de activación: una búsqueda inconsciente de cortisol, de angustia conocida, de problemas por anticipar. Como si necesitaran una dosis diaria de preocupación, de fracaso o de dolor emocional para sentirse “en casa”.

​La depresión no siempre se manifiesta como una tristeza visible. A veces es una ausencia: de sentido, de energía, de palabras

La depresión no siempre se manifiesta como una tristeza visible. A veces es una ausencia: de sentido, de energía, de palabras. Hay quienes conviven con un dolor sordo, un deseo de desaparecer, y sin embargo… siguen aquí. ¿Por qué? ¿Cómo? A veces por algo tan simple —y tan complejo— como una excusa, una canción, una conversación. A veces quedarse con vida ya es, en sí mismo, un acto de esperanza.

Es uno de los tratamientos más eficaces y respaldados

La TCC es uno de los tratamientos más eficaces y respaldados para la depresión. Se basa en la idea de que nuestros pensamientos, emociones y conductas están interconectados, y que al modificar patrones de pensamiento negativos podemos cambiar también cómo nos sentimos y actuamos.

El capítulo 10 del libro "Sentirse bien", del psiquiatra David D. Burns, lleva un título tan breve como decisivo: “La causa de todo”. Y no es una exageración. En pocas páginas, el autor condensa la raíz del sufrimiento emocional disfuncional, más allá de los síntomas o circunstancias dolorosas que lo detonan. El mensaje es claro: no es lo que vives, sino cómo lo piensas.

Tomar decisiones bajo presión es uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta cualquier empresario o autónomo. En momentos de incertidumbre, urgencia o carga emocional, nuestra capacidad de análisis y racionalidad se ve comprometida. Pero, ¿por qué ocurre esto exactamente?

En el campo del bienestar emocional, diversas corrientes alternativas han explorado la relación entre factores biológicos y estilos de afrontamiento del estrés. Una de estas propuestas, procedente de enfoques naturopáticos, plantea una hipótesis sugerente: el grupo sanguíneo podría influir en la manera en que las personas regulan la ansiedad y descargan su activación emocional. Esta idea carece de una validación científica sólida.

Muchas personas que han pasado por una depresión describen con alivio el momento en que todo empieza a mejorar: el ánimo sube, la motivación regresa, la mente parece más clara. Sin embargo, no son pocos los casos en que, meses después, sin una razón clara, la depresión vuelve.

Muchas personas que han pasado por una depresión lo saben: no basta con sentirse mejor durante unas semanas o unos meses. La recaída no siempre llega por un nuevo golpe externo, sino porque algo en el interior no ha cambiado del todo. Una idea, una creencia, una exigencia... que sigue allí, operando en silencio.

"No es que tenga miedo de que Dios no exista. Me preocupa que exista, pero que sea cruel". Con esta frase cruda y luminosa a la vez, C. S. Lewis abre las primeras páginas de 'Una pena observada', el diario de duelo que escribió tras la muerte de su esposa, Joy Davidman. El pensador cristiano, que había defendido la fe desde la razón y la apologética, se enfrenta aquí a un dolor sin fórmulas, a un sufrimiento que desarma toda respuesta lógica.

"Me siento tan desbordada que solo puedo escribir," podría decir Virginia Woolf, condensando así con precisión la forma en que convirtió el dolor en materia literaria. Escritora de la conciencia, del fluir interior, de los bordes difusos entre pensamiento y percepción, Woolf no solo retrató la depresión: la habitó y la transformó en forma artística.

La literatura no solo refleja la condición humana, sino que a menudo la disecciona con una lucidez que duele. En las obras de Virginia Woolf, Lev Tolstói y C.S. Lewis, la depresión y la angustia existencial no son meros temas, sino fuerzas que moldean personajes, estilos y preguntas sin respuesta. Estos autores no escribieron sobre el dolor: lo habitaron, lo transformaron en lenguaje, y en el proceso, dejaron mapas para navegar territorios oscuros.

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