Desde las enigmáticas necrópolis megalíticas hasta los impresionantes rascacielos modernos, la ingeniería ha sido fundamental para el progreso de las civilizaciones. Fue gracias a ella que los egipcios erigieron pirámides que aún hoy desafían el tiempo, que los romanos llevaron con sus acueductos agua a tierras áridas, y que imperios enteros construyeron puentes, murallas y ciudades que marcaron épocas. La ingeniería transforma entornos, conecta comunidades y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
La palabra "ingeniero" proviene del latín ingenium, que alude al talento y capacidad natural de una persona. Desde la antigüedad, esta figura ya aplicaba sus conocimientos para diseñar y construir. En sus comienzos, la ingeniería no era más que una evolución de oficios artesanos, basada en la experiencia. Actualmente, la “ingeniería civil”, con un cometido reglado y preciso, se ocupa de aplicar conocimientos científicos y prácticos con el fin de desarrollar soluciones útiles para la sociedad. Con los años, los campos de actuación de la ingeniería se han expandido, dando especialidades como: informática, aeronáutica, de montes…
En España, lo que internacionalmente se conoce como Ingeniería Civil se denomina Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Tras la adaptación de las titulaciones a nivel europeo, el Grado de Ingeniería Civil corresponde a los anteriormente llamados Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, y el Master en Ingeniería Civil a la clásica titulación de Ingenieros de Caminos. Estos notables ingenieros no solo construyen “caminos, canales y puertos”, tanto en sentido literal como figurado, sino que también realizan una labor que, aunque para muchos pasa desapercibida, deja huellas que perduran a lo largo de los siglos.
Augusto Chamizo Sánchez es un experimentado ingeniero al que tuve la suerte de conocer cuando éramos alumnos del histórico Instituto San Isidro de Madrid. Años después, completó estudios superiores en la Escuela de Ingenieros de Caminos Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid. Sus más de tres décadas de trayectoria profesional, respaldan una carrera ejemplar y lo consagran como un especialista respetado y apreciado por sus compañeros de profesión. Relacionarse con alguien que tiene en sus manos el progreso de la sociedad es como estar en primera fila de un sensacional concierto.
El papel de la ingeniería civil en el desarrollo y bienestar de nuestra sociedad es trascendental. Gracias a ella disponemos de infraestructuras que facilitan la vida cotidiana: carreteras, puentes, estaciones, presas, hospitales, escuelas, viviendas seguras, edificios industriales, etc. Además, en situaciones de emergencia, como catástrofes naturales, los Ingenieros de Caminos dirigen la reconstrucción de las zonas afectadas, ofreciendo seguridad a la población y restaurando la habitabilidad.
Existen numerosas muestras de importantes obras de ingeniería en todo el mundo y aunque es fácil reconocer su grandiosidad, a veces no somos muy conscientes del gran impacto social que esas obras han supuesto, ni tampoco del sobresaliente trabajo llevado a cabo por los ingenieros.
Proyectos como el Canal de Suez o el de Panamá han transformado rutas básicas de transporte. O más recientemente, el puente Akashi Kaikyō en Japón, el más largo del planeta, que conecta regiones de forma vital para el comercio y la movilidad. Incluso en zonas remotas, la creación de sistemas de abastecimiento de agua y saneamiento básico, gracias a la ingeniería civil, ha reducido enfermedades y mejorado radicalmente la vida de la población.
Evidentemente, detrás de cada uno de esos hitos, siempre hay un ingeniero. El británico John Smeaton (1724-1792) es considerado el primer ingeniero civil de la historia por ser precursor en aplicar principios científicos a la construcción; su innovador uso de cemento hidráulico le permitió construir el Faro de Eddystone, que resistió las duras embestidas del mar. En la India, cada 15 de septiembre, se celebra el Día del Ingeniero, conmemorando el nacimiento de Sir Mokshagundam Visvesvaraya (1860-1962), quien fue responsable de importantes proyectos de ingeniería, como la presa Krishna Raja Sagara, que logró ser la principal fuente de agua potable para muchas poblaciones de la zona y que permitió convertir terrenos estériles en tierras de cultivo.
En España también destacan grandes ingenieros de Caminos, como Juanelo Turriano (siglo XVI) que construyó una máquina para subir el agua del Tajo a la ciudad de Toledo. Y en la época actual: Javier Rui Wamba, cuyos trabajos contribuyeron a transformar la ciudad de Barcelona con motivo de la Olimpiada de 1992 y Julio Martínez Calzón, especializado en puentes y estructuras de gran complicación.
El ingeniero frecuentemente tiene que recorrer el mundo para hacer realidad una idea previamente concebida en un proyecto y en unos planos. Nuestro ingeniero de referencia, Augusto Chamizo, no solo ha trabajado en diferentes Comunidades de España, también ha necesitado viajar por cuestiones laborales a Francia, Italia, Gran Bretaña, Portugal, Argelia, Emiratos Árabes o Chile. Claro que, para esta tarea, las empresas para las que trabaja tienen con él un valor añadido dado que habla con fluidez inglés, francés, italiano, portugués y algo de alemán, además de catalán y gallego. En su larga experiencia se ha tenido que enfrentar a retos como: carreteras, refinerías, plantas petroquímicas, centrales de energía, rehabilitación de edificios, pasarelas, pantalán…
Ser Ingeniero de Caminos exige una formación rigurosa de duros estudios universitarios durante años, con gran rigor científico y sólidos fundamentos en física, matemáticas y geometría. Pero la formación no termina con el título: se trata de una profesión que exige una actualización constante en últimas tecnologías, normativas, materiales, sistemas avanzados para el transporte, innovación digital, sostenibilidad ambiental, seguridad estructural, etc.
Con un trabajo que lo mantiene conectado con los retos contemporáneos y una inquietud intelectual siempre despierta, estar cerca de Augusto Chamizo es un verdadero regalo cotidiano. Su cultura es vasta y viva. Lo mismo lee los Episodios Nacionales de Galdós, que Guerra y Paz de Tolstói, que El Señor de los Anillos de Tolkien (lo hizo con apenas 17 años y en inglés). Si desea escuchar música, disfruta tanto con la Sinfonía 41 “Jupiter” de Mozart que con cualquier concierto de Jazz Piano de Claude Bolling. Y no sólo escucha música, también es capaz de sacar sutiles melodías al clarinete o al piano. Lo mismo puedes conversar con él de ciencia, que de historia o literatura, siempre tiene algo que aportar y engrandecer el tema del que se está hablando, aunque modestamente él diga no saber mucho de ese asunto.
Estar junto a Augusto nos invita a aprender de forma natural. Con su sabiduría, su compañía enriquece nuestras mentes, despierta la reflexión y nos impulsa a crecer, no solo en el plano intelectual, sino también como personas, gracias a sus valores y a la generosa humanidad que transmite.
La ingeniería civil es sinónimo de equilibrio, solidez, cálculo y visión de futuro. Sin embargo, cuando hablamos de reconocimiento profesional y económico entre hombres y mujeres, la base se tambalea. A pesar de que la formación académica y los requisitos técnicos son los mismos para ambos géneros, en la actualidad, las diferencias de oportunidades, visibilidad y salario siguen siendo una realidad patente y preocupante. Hay estudios que demuestran que en algunos países, incluyendo España, las mujeres ingenieras civiles cobran entre un 10% y un 20% menos que sus colegas hombres en puestos similares. Además, la representación femenina en posiciones de liderazgo o en proyectos emblemáticos, es mínima.
Las mujeres dedicadas a la ingeniería civil muchas veces quedan fuera del relato histórico o del reconocimiento académico, a pesar de que sus aportaciones hayan podido ser increíbles. Valga como ejemplo el caso de Emily Warren Roebling (1843–1903), ingeniera autodidacta, pionera en esta profesión, cuya contribución fue clave para la construcción del Puente de Brooklyn, ya que al enfermar su esposo, el ingeniero jefe encargado del proyecto, ella aprendió por sí misma cálculo estructural, resistencia de materiales y diseño de puentes y asumió la dirección técnica la obra.
De este tema sabe mucho Conchita Hermosilla, Ingeniera de Caminos experta en cimentaciones especiales y esposa de Augusto. A pesar de ser muy buena en su trabajo, ante las dificultadas comentadas, tuvo que dejar la profesión y, en los últimos años, tras aprobar una oposición, ejercer tareas administrativas del Estado. Afortunadamente, cada vez hay más mujeres que estudian esta ingeniería y lideran grandes proyectos, con un trato igualitario.
Aunque el matrimonio de ingenieros, Augusto y Conchita, siente un profundo amor por su profesión, nunca han tratado de imponer sus ideas frente a las expectativas de sus hijos (Darío, Diego y Raquel). Ninguno de ellos ha optado por continuar con la carrera de sus progenitores. Eso sí, sus padres les han facilitado el camino (que de esos saben un rato) para que completen sus estudios universitarios según sus propios deseos.
La ingeniería ha impregnado la vida cotidiana de Conchita y de Augusto. En ellos no hay cabida para la suposición, todo son criterios tangibles y razonamientos objetivos, siempre con una buena base científica. En una ocasión, cargando el coche para un largo viaje, él pensaba que se estaban pasando con el peso del equipaje mientras que ella creía que estaba dentro de la tara establecida. Sin entrar en discusión, Conchita buscó la Estación de ITV más cercana y se fue con el coche cargado para que le pesaran el vehículo. “Aún podemos meter 87 kilos más”, dijo zanjando el tema.
Es evidente que la ingeniería es clave para el desarrollo social. Sin embargo, la paradoja está presente: en una sociedad hiperconectada y visual como la nuestra, se ensalzan personajes mediáticos como futbolistas, influencers o “creadores de contenido”, mientras que ingenieros, médicos o maestros, que son profesiones vitales para nuestro desarrollo, reciben un reconocimiento limitado. No es que estas figuras modernas no tengan su mérito (de ahí su éxito), sino que el desequilibrio en la valoración social resulta llamativo e injusto. Realmente, ¿cuántas vidas cambian un puente bien diseñado frente a un vídeo viral de Internet? Revalorizar la ingeniería y a las personas que la hacen posible es reconocer los pilares que sustentan nuestra vida diaria y el mañana, incluso cuando éstos, aparentemente, pasan desapercibidos.
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