Ya inmersos en la canícula, tal vez precisamos una pausa en nuestros afanes y tribulaciones habituales, un alivio en las cavilaciones para cargar pilas y lamer heridas. La lectura resulta útil en estas circunstancias, al menos para los que la practicamos como bálsamo y ungüento frente a desvaríos del pensamiento y tentaciones sectarias. Me refiero sobre todo a la literatura, a las grandes y pequeñas narraciones que son capaces de atraparnos e introducirnos en ese universo de la ficción, tal real como la realidad misma. No soy mucho de recomendar lecturas, pero siendo práctica en boga en estos días, me aventuro, con toda la humildad del mundo, a proponer algunas entre las muchas que se pueden plantear, consciente de todas esas que se echarán de menos.
Empezaré por referirme a cinco grandes narradores que me han atrapado, iniciando el recorrido con Ernesto Sabato, escritor argentino siempre recomendable. Destacaré “Sobre Héroes y Tumbas”, novela de las grandes e intemporales, reflejo del siglo XX con todos sus ingredientes, y con el “mal” como protagonista. El “Informe sobre ciegos” contenido por este libro es una joya literaria muy recomendable.
Luego está Vargas Llosa. Ha sido, a mi juicio, el novelista de la segunda mitad del XX y principios del XXI. Cualquiera de sus novelas puede servir, siempre con la capacidad de diseñar personajes de carne y hueso; también de ser un narrador sin apenas moralina, amoral como lo sería un Dios que moviera a sus personajes. No recomendaré una obra en concreto, porque son muchas y todas de un alto valor narrativo y literario. Cualquiera de ellas no servirá para los objetivos marcados más arriba. Otro escritor que siempre me ha fascinado es Umberto Eco. Ensayista e intelectual, sus novelas son una delicia, empezando por “El nombre de la rosa”, muy conocida y llevada al cine, pero sin olvidar toda otra serie de narraciones que nos conducen a su universo propio: “El péndulo de Foucault”, “Baudolino” o “El cementerio de Praga” nos muestran a ese Eco interesado por cómo se crean los relatos, las verdades y las mentiras, ahora y siempre. Y todo ello, con un lenguaje simple que no impide la profundidad en el planteamiento.
También quiero escribir sobre Roberto Bolaño. El chileno fue para mí un descubrimiento, no solo en los “Detectives Salvajes” o en “2666”, sino asimismo en todos los relatos y narraciones que nos dejó y que vale la pena leer. Muestran su mundo propio, pero las zozobras y tramas son universales. Escritor en estado puro. Todo aquel interesado en la literatura, debería leerlo sin dilación.
Asimismo quiero rescatar aquí a un escritor casi olvidado, el uruguayo Mario Benedetti. Escribió de todo (ensayo, novela, teatro, poesía) pero voy recomendar una novela, “La tregua”, pequeña obra de arte entre la prosa y una suerte de poesía pura.
Esas son las propuestas. Faltan muchos, pero no es posible citar a todos. No están por ejemplo los novelistas rusos decimonónicos, Flaubert y otros, sin olvidar a Galdós y sus episodios nacionales, que pueden ser una buena lectura en estos tiempos en que yace por ahí olvidada, cuando no ultrajada, gran parte de la historia de España. Y quisiera por último citar una narración que me impresionó bastante. Se debe a una escritora a la que se suele clasificar o considerar parte del género, por llamarle así, del” best seller”. Se trata de Julia Navarro. La obra es “Dispara, yo ya estoy muerto” y, para mí, se ha ganado el derecho a formar parte del Olimpo de las grandes narraciones.
Como vemos, hay variadas lecturas posibles, de autores con pensamientos diversos, pero ricos en sus mundos, que nos pueden alejar de la polarización y el sectarismo, si olvidamos extrapolaciones ideológicas y nos centramos en la vida contada y descrita en cada caso. Qué nos sirvan, como decía el principio, como bálsamo para calmar y aclarar nuestros pensamientos. Nos va a hacer falta.
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