Introducen esa chispa dubitativa de obligada atención a la hora de tomar las decisiones. Salir de ese atolladero no siempre resulta fácil, las opciones se multiplican. La falta de resoluciones de carácter absoluto se convierte en un potente estímulo para continuar con la mente abierta en busca del verdadero progreso. El ASOMBRO de esas discordancias nos mantiene en la realidad de nuestras carencias; con una especie de tortura que nos permite atisbar una serie de maravillas inalcanzables. Si lo damos por bueno, nos sumamos a la aventura existencial con todas sus consecuencias; cuando intentamos menospreciarlo a base de posiciones dogmáticas, quedamos anclados en la quietud aniquiladora.
Al perseguir determinadas situaciones en la vida (Personales, profesionales, comunitarias), es sorprendente la frecuencia con que surgen los equívocos. Quizá por no conocer bien los factores implicados en el objetivo propuesto. Hemos de contar con los errores propios, tendemos a presentarlos como tareas apropiadas, dificultadas por el prójimo. Los mismos conceptos anhelados no se presentan con una claridad indiscutible, aportan rasgos concretos, a la vez que los contrarios. Nos vemos abocados a una INESTABILIDAD sin remedio. Las actitudes adoptadas en momentos felices, pueden derivar en patentes desgracias posteriores, también a la inversa. La alerta exige tenacidad para mantener el estímulo creativo como filtro decisorio.
Otra faceta controvertida de cuanto realizamos gira en torno a la oportunidad de cada acción, las maneras de realizarlas, los objetivos; en suma, la pertinencia de tal acto visto desde el conjunto social. Eso que suele concretarse en el concepto de NORMAL para las decisiones o las prácticas emprendidas. Enseguida apreciaremos el carácter poliédrico de esa idea, según los protagonistas, sus cualidades, los momentos e incluso los condicionantes particulares de cada actuación. De no afinar en las apreciaciones, los aciertos o desajustes oscilan entre la normalidad o fuera de ella. La perspicacia ha de estar muy activa en la pugna constante para aprovechar los recursos disponibles en el plano individual y en el colectivo.
Si profundizamos en el examen, todos somos raros. Las rarezas adquieren dimensiones muy variadas, e incluso, hay quien las acumula. Por eso, hablar de anomalía es un tanto equívoco según las distintas apreciaciones. También ocurre con la normalidad, también. Entre las personas resulta trabajoso centrarse en la CONVENIENCIA o no de ciertas determinaciones. Las fronteras entre la bondad y la maldad no son tan rígidas como pudiera parecernos. La intensidad de la bondad dedicada a ciertos sectores, puede discriminar a otros, a la larga pueden ocasionar despropósitos y estos aportar algún beneficio. La intensidad, el grado de preparación, el engreimiento, la desinformación, contraponen los resultados hasta extremos inauditos.
El esquema del pueblo engloba el trazado de sus calles, casas y plazas, con el pálpito subyacente de sus pobladores. Aunque cada uno de ellos atiende las cuitas diarias a su manera, la vida en común exige laboriosas consideraciones; esa organización no tiene nada de sencilla, debido a los múltiples factores implicados. Concienciarnos de esa urdimbre de vivencias y sensaciones, nos interpela como integrantes de la comunidad. Nos sitúa de frente ante la SUPLANTACIÓN tan frecuente en los ambientes actuales; determinados sujetos o agrupaciones se instauran como la voz del pueblo, con el descaro de no pensar siquiera en las verdaderas vivencias de aquel núcleo comunitario; a lo peor, intentarán manipularlo.
A veces, muchas contradicciones se inician en el mismo individuo. A lo largo de una vida, la persona concita numerosas contradicciones, una se van resolviendo, mientras otras se acentúan. La realidad de las circunstancias personales tropieza con la inseguridad e incertidumbre radical de la existencia; de ahí, la importancia de trazar un plan de actuación propio. Bien por ignorancia o por el sentimiento de impotencia ante el reto, se suceden las renuncias o errores que conducen a la COSIFICACIÓN de esa persona, frente al posicionamiento de quienes se lanzan con ímpetu en su trayectoria. El dinamismo social aplasta al que-cosa, bajo las directrices del quien-osado protagonista, con los deplorables efectos detectados con reiteración.
Si no recuerdo mal, fue José Ingenieros quien escribió aquello de la política de las PIARAS; recalcaba con ironía el seguidismo acérrimo de ciertos liderazgos sin atender al trasfondo de los razonamientos, decantando su atención hacia las llamativas provocaciones emotivas. Utilizan como señuelos una serie de lemas altisonantes, como progreso, patria, lengua, voces divinas…; sin explicar los pormenores de sus actuaciones. De donde se refleja el descaro industrioso de unos pocos aprovechados, se sirve de verdaderas muchedumbres de gente más confiada que implicada en dichas directrices. La disposición personal reivindicativa exigiría una labor esforzada y tenaz, a la cual renunciamos con notable ligereza.
Aunque estén meridianamente claras las principales características de lo que somos, nos empeñamos en fijar posiciones de una manera absurda; olvidamos la idea orteguiana de que somos un cúmulo de perspectivas adaptadas a las circunstancias del momento. Nos gusta hablar de talento, de quienes lo tienen o no, de la genialidad, del progreso, del perfeccionamiento e incluso de la esperanza, presentados como elementos existenciales favorables. También de la necedad, como todo lo contrario, si bien descuidamos la tapadera que la encubre, los DISFRACES que le toleramos como incautos, cuando se viste de talento, inteligencia, prodigios, ideas, excelencias, que sólo son apariencias. Tenemos esa ardua tarea diferenciadora por delante.
No sé si la cuestión llega a tanto como sugería H.L. Mencken, si para cada problema complejo hay una respuesta sencilla… y equivocada; aunque algo de eso debe suceder a la vista de los tropiezos y controversias suscitados en cualquier época. En la realidad, casi todas las respuestas contundentes resultan sospechosas por la ausencia de matices, sin contar de base con un conocimiento absoluto. Quizá la verdad de las palabras es que expresan sus carencias, nadie se apropia de la totalidad. Múltiples verdades CONTRAPUESTAS encuentran su sitio. Por eso, el mismo Mencken refería que muchos se creen emancipados cuando lo único que han hecho es desabotonarse la ropa. En fin, algo despistados sí vamos, por naturaleza y por intenciones.
Pese a lo comentado, o precisamente por lo referido, en los ambientes sociales abundan los diversos tipos de contraposiciones. Si tantas limitaciones nos avasallan en unas andanzas inseguras, destaca un comportamiento deplorable, el de transformar las supuestas convicciones propias en un ENSAÑAMIENTO inaudito contra quienes no piensan del mismo modo, con las consiguientes crispaciones o violencias.
Somos menesterosos desde los orígenes. Dicha complejidad enigmática es capaz de aturdirnos y dejarnos atónitos sin capacidad de respuesta. Como contraste, por una vez disponemos de una respuesta sencilla, la ABSORCIÓN de nuestra situación, con la actitud de aceptar esa complejidad y ponernos en acción con las mejores cualidades propias, en una sana rebeldía, que deje constancia de nuestra disposición participativa en busca del mejor sentido.
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