El 20 de mayo de 1935, en las últimas semanas de la Guerra del Chaco, el secretario de estado norteamericano Cordell Hull se anticipaba al cese del fuego entre Paraguay y Bolivia que vislumbraba muy cercano, y escribía a su embajador en Buenos Aires: “Si como resultado de las presentes negociaciones se determina celebrar una conferencia económica para estudiar el sistema de tránsito entre Bolivia y Paraguay, así como medidas económicas para la reconstrucción y progreso de ambos países"...
"Si Bolivia y Paraguay desean la participación de los Estados Unidos en dicha conferencia, el Gobierno de los Estados Unidos estará encantado de aceptar dicha invitación y designar un representante para participar en ella”.
Este secretario de estado que mantuvo cordiales relaciones con Somoza, Trujillo y Batista, entre otos recordados exponentes del fascismo preventivo latinoamericano, también discernía que la Guerra del Chaco era un conflicto ajeno por entonces a los limites de su área de influencia.
En este sentido advertía a su aristocrático embajador en Buenos Aires, Alexander Wilbourne Weddell, que “sería imposible para este Gobierno convertirse en signatario de ningún acuerdo regional del tipo propuesto".
"Por esa razón, debe omitirse cualquier referencia a acuerdos regionales en su respuesta a la invitación”.
Es harto sabido que las guerras no se podrían llevar a cabo sin la financiación a los estados beligerantes, algo que fue indudable en la guerra del Chaco, donde se enfrentaron dos pueblos cuyos soldados ni siquiera contaban con calzados.
Por otro lado, había muy poco que reconstruir dado que la guerra se había desarrollado en medio de una inhóspita selva, carente de caminos, infraestructura e incluso de yacimientos de agua potable.
La firma bancaria estadounidense JP Morgan & Co había ganado sumas multimillonarias financiando la Primera Guerra Mundial, cuyo recuerdo seguía fresco.
Y como lo sabía Hull al recomendar que Estados Unidos participe en aquellas negociaciones en fechas postreras de la guerra del Chaco, se multiplicaron ganancias en la posterior reconstrucción y las reparaciones de la posguerra.
El lobby de Wall Street que Morgan lideraba, presionó con éxito al presidente Wilson para que, mediante una declaración de guerra a Alemania, ayudara a Gran Bretaña a ganar la guerra y así evitar una catástrofe financiera para los bancos norteamericanos.
El interés de Estados Unidos a esas alturas de la guerra del Chaco era evidente, lograr desplazar del Paraguay las influencias de Argentina e Inglaterra para imponer su hegemonía económica.
Este objetivo está detrás de todas las comunicaciones del departamento de estado entre 1935 y 1938, incluyendo las relacionadas con el enredo creado en Bolivia por la confiscación de la Standard Oil por el gobierno de David Toro (2 y 3).
La connivencia entre Estigarribia y el imperialismo económico norteamericano, fundamental para el objetivo, puede constatarse en su propia confesión impresa, el "Programa de Gobierno del Excelentísimo Señor Presidente de la República General de Ejército Don José Félix Estigarribia".
En esta publicación del Servicio Oficial de Prensa de la Secretaría de la Presidencia de la República, de la Imprenta Nacional, Asunción, 1939, puede leerse claramente la confesión en las páginas 263 y 327.
Estigarribia declaraba, según este impreso, cinco días antes de su juramento, que el Paraguay "va a recibir, como es de conocimiento público, en breve, el aporte de poderosos capitales norteamericanos".
Añadía que "ellos representan las máximas garantías de seriedad y competencia, para la realización de grandes obras públicas, comenzando por los caminos".
Un año antes, Estigarribia había cumplido con la misión encomendada por el Departamento de Estado en Buenos Aires, desplazando a Zubizarreta de la Conferencia del Chaco y avalando la entrega de treinta mil kilómetros de territorio petrolífero a los dueños de los títulos de propiedad. Estos habían dispuesto, desde New York, que los recursos de esa zona permanezcan en territorio boliviano.
Eran las treinta monedas de plata de las que Estigarribia no pudo disfrutar.
Luego de inaugurar la dinastía de dictadores bananeros paraguayos en 1940, su avión se estrelló en las cordilleras de Altos luego de una tragicómica escena de celos escenificada por su esposa Julia Miranda Cueto, que lo obligó a subir apremiado a un avión con desperfectos mecánicos. LAW --------------------
Este artículo se basa en los siguientes documentos oficiales del Departamento de Estado Norteamericano: 1.https://history.state.gov/historicaldocuments/frus1935v04/d61 2.https://history.state.gov/historicaldocuments/frus1937v05/d293 3.https://history.state.gov/historicaldocuments/frus1937v05/d303
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