Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.
Lo que a partir de ahora voy a decir es absolutamente libre. Quien habla transitó las academias pero ahora las rechaza. Estuvo bien que nos mostrasen lo que (creen) habían descubierto sobre todos los estratos del mundo (tanto del vivo, en forma de ciencias naturales, como del muerto, en forma de filosofía, filosofía inane, grandilocuente pero inútil); bueno, ahora ya sé, como los demás, qué hechos y conocimientos cimentan vuestra mirada del mundo.
Yo los rechazo. Es como si un asesino en serie escribiese un libro de cómo mirar y entender el mundo. Y como si en un mundo, el libro de ese asesino fuese obligado a leerlo, memorizarlo y dar por buenas y ciertas todas las cosas que aquel dice, llevándolas a las vidas de todos. El libro de ese asesino representaría, así, la cultura de todos. Yo rechazo esa cultura.
Rechazo toda convención. Como poco pongo en duda, entre paréntesis, aparto en una habitación como cachivache o paso de largo, cualquier cosa muy repetida como cierta por los humanos, por la mayoría de ellos. Cuando millones y millones de humanos en todo el mundo piensan igual sobre una cosa, quien esto escribe duda seriamente sobre esa cosa; cuando menos la analiza, la saborea si se puede y rápidamente la escupe: en general suele ser veneno. Y no hablo de cosas verificables en instantes, como “la margarita amarilla es de color amarillo”, bueno, yo la veo también así (aunque quizá nuestros ojos y demás sentidos nos engañen algo, mucho o del todo. Hablo de cuestiones donde se producen hechos que devienen de creencias engañosas, sibilinas, ejemplo, el uso, abuso y holocausto de los animales no humanos por los humanos, porque han asentado en su cultura la mentira de que porque son más inteligentes (en fin), pueden hacer de ellos cuanto quieran. También dicen hasta la saciedad que hay que comer animales, cosa falta y troglodita y asesina en masa, y que la experimentación animal es cosa lógica y seria y necesaria, cuestión que un niño pequeño vería que es estúpido y falso, y que sólo ha sido inventado todo aquello para conservar privilegios crueles y sádicos, y para mover la riqueza de los ricos del mundo, los pobres mueven la riqueza del mundo hacia arriba, hacia los ricos, y lo hacen sonriendo. Es un ejemplo de cómo, aquí, con los ojos abiertos no se observa la ignominia, lo tonto, lo criminal y lo indigno.
Yo hablaré de mi anticiencia, de mi volar imaginativo. En adelante llamadme “Vosotras/os”. Porque hasta ataduras de un sólo yo rompí, al sentir que somos muchos en mí. Entendí mi multiplicidad física a la vez que advertí que mi lengua poética era la de todos, con la que nacimos pero a cada cual en algún instante de su vida (preferentemente en la más tierna infancia) se la siegan con terror y amenazas.
Quiero hablar hoy del poema, de la poesía.
Quiero hablar de la lengua, de los idiomas. Y lo haré escuetamente porque mucho se dice sobre las cosas, hasta de la más pequeña, y eso nos debería hacer dudar. Si una cosa es, y se puede comprobar esto, que es, y es lo que se dice, con acercarnos y mirar, oler, captar, sabríamos rápidamente que es eso que dicen. Cuando explican y debaten y chocan argumentos sobre lo que esa cosa es y cómo se comporta y qué merece o no, entonces estamos ante lo mismo de siempre: una observación humana digna de no ser atendida, digna de ser apartada. El humano opinando con interés humano no razona, impone, para su privilegio personal.
Siempre se ha tenido al poeta, al bardo, como un ser distinto a los demás. Por cómo hablaba, porque usaba la lengua en una forma distinta, más bella, para algunos, más terrorífica, para otros. Porque el bardo antiguamente, mucho más atrás, también era como un adivino y un visionario, aunque poeta y visionario siempre se han visto unidos dichos conceptos en tal persona.
Se dice que la poesía nació de la música. Primero vino la música, la música vino con los primeros humanos. Por supuesto con los primeros animales de todas las naciones, tienen su música y su poesía. Y de la música, y ya hablo de cuando se inventaron los instrumentos y las tribus tocaban canciones con tambores e incluso con instrumentos de cuerda, vino la poesía, cada vez más reforzada, cada vez más temible por verdadera, por adelantarse a todo.
Legendaria. El legendario poema. El temido y querido bardo, a partes iguales.
Los poetas modernos son como los brujos de las antiguas tribus, vienen contando de lo que vendrá, y de los mundos que hay en cada época y cada época no es capaz de ver más allá de lo impuesto por su ciencia como secta que es la sociedad humana moderna y como sectas que siempre han sido las tribus y los grupos humanos amplios donde había -eso han creído siempre- que explicar el mundo, su nacimiento, su presente, las cosas muertas y las vivas, y el sentido de las cosas.
Pero el poeta es uno más. Sencillamente habla, habla la misma lengua que los demás pero con una “torcedura”.
Es como si a una barra de hierro fornido en una central melalúrgica se la doblase con máquinas de unas formas extrañas, y cuando un mazo de hierro cae en las barras rectas, y cuando cae en la variada brutalmente, la variada emite un sonido distinto a la caída del mazo. Ese sonido distinto en la herrería lo llaman poesía.
Pero es el mismo hablar del hierro. Un igual idioma.
La poesía es el idioma del pensamiento, en estado creativo. ¿Existe un pensamiento que no esté en estado creativo? Por desgracia, cada vez nos aproximamos a poder decir que sí.
Creo que las fajas y las cadenas y las mordazas que a la imaginación el poder impone, en cada individuo, cada vez son más numerosas y más hábiles (por lo inhábil que convierten la mente de quien atacan, ese es su objetivo).
Clichés. Se repiten mismas cosas millones de veces, durante épocas y en la vida entera de cada persona. Sólo se trata de eso. Antes se pensaba con libertad, relativa libertad, porque como dije creo que hasta en las tribus se imponía una cosmogonía, por que andamos (por los dioses -inventados, claro-), por qué nos pasa lo que nos pasa (por nuestros actos, condenados y ajusticiados por los mismos dioses) y adónde vamos, a la morada de esos dioses cuando el cuerpo muere, eso sí, si uno se ha portado bien. Esto es como si merece un niño juguetes en navidad entregados a manos de los (inventados) Reyes Magos, si el niño fue bueno durante el año.
Inventado. Como vemos. Tanto en las pequeñas sociedades primeras, devenidas de los primeros clanes, como en los núcleos humanos multitudinarios actuales, se inventa, se imagina constantemente.
Pero se imagina lo que se impone imaginar. Eso no es imaginar, eso es visualizar.
Visualizar lo ordenado es muy parecido a ver la realidad de la materia como la ven los demás.
De lo que se llama materia.
Uno cierra los ojos y ya se entra en lo que se llama la antimateria, en lo imaginado.
En ese territorio es donde comienza todo. Visionar lo impuesto, imaginar lo ordenado por el grupo o país donde se nace y se es adoctrinado, o imaginar libremente sueños, invenciones particulares jamás vistas, porque una imaginación libre puede ver las cosas más disímiles, hermosas, absurdas y/o terroríficas jamás vistas por otro, cada uno tiene capacidad de imaginar infinitas combinaciones de cosas. Infinitas. Podemos nacer y morir a los cien años, un siglo pensando, y haber podido imaginar tantas combinaciones de cosas, que lo que llaman la Creación de este dios o aquel en cualquier religión queda como un simple juego de niños (de niños que juegan a lo que aprendieron de los mayores, ya castrados).
Nuestra mente es tan capaz, que este mundo, en ocasiones (sobre todo en su parte natural) tan bello, en comparación con lo soñado fuerte, quedaría corto, pequeño, finito.
Pero la mente de todos. Es capaz, la de todos y cada uno, la de todas y cada una.
Y la imaginación da lugar al pensamiento que llega hasta la lengua, y de allí al decir.
Cuando uno cuenta lo que piensa y ve en el pensamiento; siendo este libre, puede elegir nombrar esto de distintas formas. Evidentemente se expresará en el idioma humano que se le ha dado en aprender, según la nación donde nació.
¿Qué problema existe en aquel momento en que uno abre la boca y dice, y lo llaman “uno que habla” y otro abre la boca y dice, y lo llaman “poeta”?
Que es falso.
Porque todas y todos somos poetas.
La lengua poética es sólo una (sí, cierto, quizá la más hermosa, pero debe haber más) de las variaciones que de nuestra lengua se pueden hacer desde una boca, una persona hacia los demás, comunicando sus cosas internas. Y sobre el mundo.
Separar la llamada lengua poética de la llamada normal, se trata de un tremendo error. Es la trampa. Lo hicieron desde los inicios de las sociedades asentadas con esclavos animales y comercio más o menos avanzado más allá del trueque.
Porque se vio que había una forma más allá de ganar suficiente dinero para comer tú y tu familia: existía la forma de ganar más, para tener más, para acaparar más; todo esto ocurrió en forma natural porque el humano es el mayor depredador, nacieron los jefes, los amos, los grandes mercaderes, nació la mafia, la policía, nació la política, se instauraron con el aplauso de todos los lacayos, los reyes, y hasta aquí y desde hace siglos nos subyugan gobernadores en lugares inmensos llamados naciones.
Con todo esto vino una forma de vivir en el mundo, el grupo y el individuo.
Para habitar esa forma había unas normas, inquebrantables. Se inventaron las leyes. Para que lo que ordenaban los ricos del lugar, se acatase so pena de multa o cárcel, o muerte.
Con las libertades que se ofrecían, con las que el pueblo estuvo contento -el pueblo queda contento siempre porque tiene miedo de mostrar descontento porque después de ello viene la rebelión, y casi siempre después de esta, la desgracia y el ahorcamiento, la guillotina o el paredón-, todo se fue asentando en las costumbres y cultura humanas, parecidas en cada nación respecto a la de al lado, condenadas parecidas cosas y aplaudidas otras, con ligeras o radicales diferencias. Las radicales diferencias las marcaron las religiones y las tiranías (las tiranías se producen cuando el pueblo se da cuenta de que es engañado, cuando no se da cuenta de esto, la tiranía no existe, porque no la ven; pero la tiranía, habiendo un gobierno, siempre se da, es algo lógico, per se, si atendemos a que si un señor que nadie conoce gobierna los asuntos más íntimos de cada casa, ¿eso no es tiranía? -aunque sea consentida, o no vista-); las diferencias de hábitos y costumbres de los ciudadanos del mundo se fueron marcando con el devenir comunal, la idiosincrasia, la orografía, lo ocurrido históricamente, todo eso ha ido marcando el proceder de grupos.
En cuanto a las prohibiciones, cada grupo enorme de humanos llamado hoy nación, tiene las suyas, aunque volvemos a que las prohibiciones más importantes son muy parecidas en todo el mundo. Libertades y prohibiciones importantes son parecidas e iguales en ocasiones en todo el mundo. El consenso para instaurar y mantener vivo esto se llama derechos humanos. Un concepto bastante endeble, pero que sostiene, sin caerse del todo, el mundo-ciudad que oscila como hojas al viento de las naciones y los habitantes en sus turbulentas y amenazadas vidas cotidianas.
Entre las prohibiciones, término, el de prohibición, que equivale a lo que no está bien visto, a lo que es reprobado socialmente, está el habla poética para quien no es poeta.
Y aquí llegamos al núcleo del asunto.
Nadie que no cree ser poeta (aunque lo sea) no habla en poesía, ni escribe poesía.
La poesía es como una ciencia secreta que se deja sólo a los maestros en esa ciencia: los poetas. Y esa es una de las más grandes mentiras que se han proyectado y enseñado hasta la extenuación mundialmente. Que los poetas son unos. Y los que hablamos el idioma de uso normal, otros.
¿Por qué se hizo esto?
La poesía es el pensar más libre y el hablar más libre. Y es peligroso.
Los poemas son peligrosos. Hacer versos es subversivo, el poeta es un hereje y un latente traidor que pueda intentar poner todo patas para arriba, con lo que a los amos de los mundos en la Tierra les costó contar la narrativa de la verdad (suya).
El poeta habla de otro mundo, de otros mundos. El poeta sueña, aporta ilusiones, transmite valores (que seguramente no existen en su comunidad o están siendo vulnerados y pisoteados). El poeta libremente canta, con sus palabras rítmicas. El canto libre del poema es una amenaza para la frase tensa como alambre del lenguaje común. La vibración del poema, volando por todas partes, colándose en lugares insospechados (el poder humano odia lo que no puede controlar) representa una grave amenaza para el lugar de privilegio de los poderosos del mundo, de los ricos, los amos, gobernantes, Papas, reyes y demás ladrones institucionalizados y legalizados.
El poeta habla una versión de la lengua que ha ido desarrollando y engrosando, y coloreando, de tanto practicarla. Pero esa lengua no le es desconocida a los demás, a los que creen, les han dicho, que no son poetas. Pero he aquí toda la verdad desvelada: Los 8.200 millones de habitantes que atestan esta tierra asfixiada por nosotros, los humanos, son poetas, todos y cada uno de ellos, todas y cada una de ellas.
Os engañaron al nacer. Dijeron “existen los poetas”. Debieron deciros que todos somos poetas, todos conocemos esa lengua, todos podemos vigorizarla y practicarla hasta hacerla tan poderosa como el brillo del sol al romper la oscuridad al alba.
Pero como digo, no interesaba.
Porque poetizar es pensar muy libremente, con fuerza, es verlo todo más, con perspectiva y en su totalidad, y nombrar la palabra con la mayor entonación posible, peligrosamente, ¡por eso temen el pensar y el hablar poético! Te apartas del grupo, como medida de creación. Ahí comienza todo el peligro (lo saben los amos, por eso en los patios de las cárceles se examina a los presos, que parecen pasear individualmente, por carceleros que no dejan de vigilarlos ni un segundo): en el distanciamiento de los otros. El que siente la poesía dentro de su cabeza en la cárcel debe disimular. La que siente el poema aquí, en la ciudad, duda, piensa que divaga, quizá lo deja pasar. Han arrinconado al hecho poético, en todas partes, al imaginar más alto.
Cuando te distancias para crear, dejas de escuchar el tam-tam de los clichés de la secta social, dejas de escuchar la mentira, y te crece tu propio juicio. Imaginas, recuerdas, ves que lo que hay, donde vives y cómo te dicen que es el mundo, no concuerda con cómo lo imaginas tú.
Los pájaros libres cantan múltiples fórmulas de canto en las copas de los árboles, y en sus migraciones. Yo creo que un pobre pájaro reo en una jaula sólo -el humano dice que canta- llora y pide auxilio, se queja.
Esa sería una buena metáfora del lenguaje humano, uno dentro de una jaulita. Y del lenguaje poético, todos libres, juntos a veces, solitarios otras, elaborando un idioma dentro del conocido, extendiéndolo, enriqueciéndolo, liberándolo al nutrirlo.
A mí me llaman poeta, yo uso con orgullo esa palabra.
Nací anarquista, jamás voté a gobierno humano alguno, ni creí, por supuesto, en religión alguna. Siempre dudé del saber humano y tomé lo que me interesó de lo que me enseñaron, y lo mascullo y repienso constantemente, todo aquello. Lo trago o vomito, o escupo, según el día. Hay animales e insectos que mutan el color de la piel y su aspecto constantemente, así el río de mi pensar.
Ese río caudaloso, más grande que cualquiera visto en esta tierra. Gira y rueda cristalino, apasionado y conlleva la esperanza.
Me aparto, mental o físicamente, dejo la mente sola y abierta para que vengan mundos de pensamientos, tan físicos o más que el que habitamos. Vienen gentes, criaturas, personas, vivos o muertos, nadie sabe, ruidos, músicas, aromas, visualizaciones reales de lugares ignotos quizá no de esta tierra, y no hablo de otros planetas, hablo de lugares que están aquí pero como cubiertos por telas que simulan paisajes o calles. Lugares donde habitan otros y otras, que no son escuchados porque el humano se creyó la trampa de que imaginar sólo es para los artistas, y hablar hermoso y rugir peligrosamente, para los poetas.
Poetas que somos todos. Yo no permití que me pusieran las cadenas. La lengua, nuestra comunicación es lo más preciado que poseemos, con ella nos fortalecemos, a nosotros y a quienes nos rodean. También atacamos, a quienes nos agreden. Con una palabra fuerte como escudo y como puño con la fuerza de cien rinocerontes iracundos.
Indaga y ve dónde te pusieron a ti las cadenas. No en todas las personas estas -gruesas y largas pero que se pueden romper con el mazo adecuado- en el mismo lugar. Los hay quienes tienen gruesas cadenas apretándoles las cabezas hasta cubrirles los mismos ojos, los hay con cadenas que van de tobillo a tobillo, he visto personas que eran una pura cadena con forma humana. Brillante hierro de arriba abajo, y creían hacer vida normal. Qué lugar de terror. La poesía limpiaría toda esta pena.
Quítate esa sucia cadena y habla. Poema todas/os, derribemos la mentira levantada -qué triste- con un lenguaje mucho menor que el poético, al que os llamo, mazo de fuerte acero en alto que somos todos, para romper la farsa, y recuperar Mundo.
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