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​Inteligencia artificial

Emmanuel Rueda Girondo, Vigo
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miércoles, 14 de mayo de 2025, 11:00 h (CET)

El pueblo era pintoresco y precioso. Los delfines saltaban en la bahía mientras las redes de los marineros estaban llenas de peces. Los turistas llegaban al gran hotel en coches bonitos y grandes. Las señoras en el hotel llevaban laca en el pelo porque al lado del mar  hay  brisa.  Les ofrecían bellas habitaciones y desayunos de varias horas. Un día a la semana, en la plazoleta del hotel, venían a bailar grupos de bailes regionales. Las señoras eran felices y lloraban un poco. Luego compraban cosas caras en todas las tiendas del pueblo. Y de noche había verbena para los turistas. La tecnología avanzó. Y al mismo tiempo la bahía se quedó sin peces. Y las rocas sin marisco. En el hotel sustituyeron a los recepcionistas por una máquina. Un código y una tarjeta era suficiente. En el restaurante desaparecieron las camareras. Pusieron dos camareros robot y autoservicio con vistas al mar. Las habitaciones podían limpiarlas los clientes mismos con un descuento en la estancia. Las señoras del hotel con laca en el pelo dejaron de ver los bailes tradicionales en la plazoleta.  Ahora todos los clientes compraban cosas baratas y caras por internet. Ya nadie compraba en el pueblo. Las tiendas fueron cerrando una a una. Los restaurantes también. Los turistas pasearon menos por el puerto porque  pasaban todo el día con sus móviles. En la bahía ya no había peces. Y las redes de los marineros se quedaron en puerto.

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Fuera esperaba el amanecer… Últimamente sus días acababan al mediodía; el tiempo de colgarse de un cigarrillo y fumarse toda la niebla de unas pocas horas en que podría deslizar su fantasma por entre las cosas. No recordaba de seguro su edad; el espejo le traicionaba y sólo le reflejaba la mitad que nunca sospechó ser. 

Es normal que aparezcan palabras nuevas porque la lengua está viva, y es estupendo cuando ayudan a reconocer que el lenguaje es pensamiento. Ocurrió con el neologismo ‘aporofobia’, acuñado por la catedrática Adela Cortina a partir de los términos griegos áporos (sin recursos) y fobos (temor, pánico), que la RAE incorporó en 2017 para dar nombre al miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.

Llevamos años y todos cuantos se imaginen ustedes, seguirán siendo pacto con el silencio de siempre. Una mudez que no cesa. Uno que lleva bastantes años jubilado y se ha tenido que enganchar en AVE, ha visto en ese tiempo las sacudidas, las esperas en plena vía del tren y en mitad del campo. Los plantones y sacudidas, con las esperas a que nos tienen acostumbrados la Renfe, a veces con periodos de cuatro y cinco horas en mitad de la nada en la ruta de Algeciras-Antequera.

 
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